El aire dentro del vestuario estaba denso, impregnado de sudor y una palpable tensión. Emilio no perdía tiempo y su mirada fija en Marco era más severa que nunca. Valeria estaba al margen, sin saber si debía retirarse o si el hecho de ser testigo de lo que sucedía la ponía en una posición peligrosa. La victoria de Marco había sido todo un giro inesperado, y ahora parecía que las consecuencias llegaban rápidamente.
“Emilio, ¿qué está pasando?” preguntó Marco, su voz algo más grave de lo normal, como si estuviera al borde de perder el control. Su cuerpo estaba aún rígido de la pelea, pero su mirada era la de un hombre que había cruzado una línea de no retorno.
“¿Qué pasó, Marco?” Emilio repitió la pregunta, pero esta vez con un tono que no dejaba espacio para las excusas. “¡Nos jugamos mucho en esta pelea! ¡Nos jugamos la lealtad de todos los que están involucrados!”
“¿Lealtad?”, Marco frunció el ceño. “Lo único que me importa es el ring y lo que está por venir. ¿Qué más quieren de mí?”
“Lo que tú no entiendes, hijo, es que este negocio no es solo sobre victorias. Es sobre control. El control de las apuestas, de las decisiones que se toman desde las sombras. No puedes romper las reglas sin que haya consecuencias. Y tú lo acabas de hacer. Rompiste el pacto.” Emilio caminaba de un lado a otro, claramente agitado. Había una furia contenida en sus ojos que hacía que el ambiente fuera aún más peligroso.
Valeria observaba en silencio, cada palabra, cada gesto, le daba más pistas sobre el mundo oscuro al que Marco estaba atado. Por más que lo quisiera, no podía dejar de pensar que había algo más profundo detrás de su historia, algo que él no le había contado.
“¿Y ahora qué?” Marco soltó con frustración, mirando a Emilio directamente, como si estuviera desafiante.
“Ahora veremos cómo arreglamos esto,” respondió Emilio, y su mirada se desvió hacia Valeria. “Tú, ¿qué estás haciendo aquí? Este no es lugar para periodistas.”
Valeria sintió un escalofrío. Sabía que su presencia en el vestuario de Marco podría ser peligrosa, pero había algo en ella que la impulsaba a seguir, a no retroceder. A pesar de los riesgos, no podía dejar de buscar la verdad, y sabía que Marco era la clave para entenderla.
“No me voy a ir,” dijo Valeria, con firmeza. “Y si quieren que me quede, tendré que saber qué está pasando exactamente. No pienso cubrir esto sin entender el contexto.”
Emilio la miró como si analizara si valía la pena discutir con ella. Un segundo de silencio pasó entre ellos. Luego, suspiró.
“Está bien, quédate,” dijo. “Pero no esperes una respuesta fácil. No hay respuestas simples en este negocio, muchacha.”
Valeria asintió y no apartó los ojos de Marco, que se encontraba parado a un costado, mirando al suelo como si estuviera en una lucha interna. Marco nunca había sido un hombre de muchas palabras, y mucho menos de compartir sus pensamientos. Pero algo en la actitud de Emilio lo había cambiado. Valeria notó que estaba más tenso de lo habitual, y la pregunta que rondaba su mente era clara: ¿por qué había decidido ganar de forma tan abrupta?
El ambiente se llenó de silencio durante unos momentos, hasta que Emilio decidió romperlo.
“Escúchame, Marco,” dijo con tono bajo, casi como si intentara calmar la situación. “Hiciste lo que tenías que hacer. Pero no puedes seguir como si nada pasara. Tienes que saber que el precio de tu victoria es más alto de lo que crees. ¿Recuerdas lo que te dije sobre las apuestas y el dinero que mueve este mundo? Bueno, ahora más que nunca tienes que estar preparado para las consecuencias.”
“¿Consecuencias? ¿Qué consecuencias?” Marco preguntó, irritado. “Si la pelea fue legal, si todo estuvo en orden…”
“No todo está en orden, Marco. No te engañes. Hay fuerzas en juego que ni tú ni yo podemos controlar. Y si crees que la mafia del boxeo va a dejar que alguien rompa sus reglas sin algo más que una reprimenda, estás muy equivocado.”
Valeria se adelantó un paso, incapaz de contenerse. “¿La mafia del boxeo? ¿Qué significa eso, Emilio?”
Emilio la miró fijamente, como si se estuviera midiendo antes de dar una respuesta. “No es solo una pelea entre luchadores, Valeria. No lo entiendes porque aún no ves la dimensión de este mundo. Las peleas están manipuladas, las apuestas están amañadas. Todo lo que ocurre dentro y fuera del ring está controlado por una red de personas que no juegan con reglas. Y lo peor de todo es que, a pesar de que crees que estás buscando la verdad, nunca vas a poder escapar de todo esto.”
Valeria sintió un nudo en el estómago. Las palabras de Emilio resonaban en su cabeza. Había algo mucho más grande de lo que había imaginado, algo que ahora implicaba a Marco más profundamente de lo que había pensado.
“Marco, ¿es cierto? ¿Todo lo que dice Emilio es verdad?” Valeria preguntó, mirando directamente a los ojos de Marco.
Él la observó durante un largo minuto, como si sopesara sus opciones. La tensión en la habitación aumentaba, y Valeria no podía escapar de la sensación de que estaba a punto de descubrir algo que cambiaría todo. Marco parecía vacilante, pero finalmente soltó una frase que le heló la sangre.
“No todo es lo que parece.”
Valeria salió del vestuario junto con Marco, Emilio se quedó atrás, todavía murmurando algo sobre las apuestas. El pasillo estaba vacío, la única luz provenía de las luces de emergencia. Marco caminaba frente a ella, su cuerpo rígido, como si estuviera luchando contra algo dentro de él.