Golpe tras golpe

Capítulo 10

El aire nocturno tenía ese peso particular que solo se siente en la ciudad a altas horas. Un equilibrio entre la calma y la posibilidad latente de que algo inesperado ocurra en cualquier momento.

Marco caminaba junto a Valeria, siguiendo su ritmo sin hacer preguntas. No sabía a dónde lo estaba llevando, pero la simple idea de no tener que tomar decisiones por un rato era extrañamente reconfortante. Desde la oferta de la pelea, su mente había sido un campo de batalla entre su ambición y sus dudas.

—¿Vas a decirme a dónde vamos? —preguntó con una mezcla de curiosidad y desconfianza.

Valeria sonrió de lado, ese gesto suyo que parecía invitar a meterse en problemas.

—¿Siempre necesitas tener el control?

—Me ayuda a evitar sorpresas desagradables.

—Relájate, Marco. No te estoy llevando a una emboscada.

Él esbozó una sonrisa sarcástica, pero no respondió. Caminaban por una calle iluminada con faroles intermitentes y el resplandor lejano de los autos. A lo lejos, la silueta de un bar pequeño rompía la monotonía de la avenida. No era un sitio lujoso, pero tampoco un antro de mala muerte. Tenía ese ambiente acogedor donde podías desaparecer entre la gente sin que nadie hiciera preguntas.

—Aquí es —anunció Valeria, abriendo la puerta con confianza.

El lugar estaba lo suficientemente lleno como para que las conversaciones se mezclaran en un murmullo constante, pero no tanto como para que fuera difícil encontrar una mesa. Marco la siguió en silencio hasta una esquina donde la luz era más tenue y la privacidad mayor.

—¿Vienes seguido aquí? —preguntó Marco, observando a su alrededor.

—A veces. Me gusta el ambiente. Nadie se mete en los asuntos de los demás.

—Conveniente.

—Bastante.

Un mesero se acercó y Valeria pidió dos tragos sin consultarle a Marco. Él arqueó una ceja.

—¿Siempre decides por los demás?

—Solo cuando sé que no se van a quejar.

Marco no pudo evitar sonreír. Era extraño sentirse así, tan cómodo con alguien que apenas conocía.

Los tragos llegaron y la conversación fluyó con una naturalidad sorprendente. Por primera vez en días, Marco sintió que podía dejar de lado el peso de sus pensamientos. No hablaron de boxeo ni de peleas clandestinas. Tampoco de la mafia o de los peligros que rondaban a ambos.

Hablaron de cosas triviales, como la música que escuchaban de adolescentes, las películas que los habían marcado, los lugares donde siempre quisieron viajar.

—Entonces, ¿qué más haces además de entrenar y pelear? —preguntó Valeria, girando suavemente el vaso en su mano.

Marco se encogió de hombros.

—No mucho. El boxeo lo ha sido todo para mí desde hace años.

Ella lo estudió con atención.

—Eso suena... agotador.

—Es lo único que sé hacer.

—Tal vez deberías descubrir qué más hay ahí fuera.

Él soltó una risa corta.

—¿Y tú? ¿Siempre quisiste ser periodista?

—Sí. Supongo que siempre me gustó descubrir verdades que otros preferían ocultar.

Marco arqueó una ceja.

—Eso suena peligroso.

—Lo es.

El silencio que siguió estuvo cargado de significado.

—¿Y qué pasa cuando descubres algo que no deberías saber?

Valeria mantuvo su mirada en él.

—Entonces hay que decidir si vale la pena contarlo.

Marco sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—¿Y esta historia que estás investigando? ¿Hasta dónde estás dispuesta a llegar?

—Hasta donde me lleve la verdad.

Marco dejó su vaso en la mesa y se inclinó un poco hacia ella.

—Y si esa verdad te pone en peligro...

—Ya estoy en peligro, Marco.

Sus palabras quedaron flotando en el aire, cargadas de una intensidad que ninguno de los dos pudo ignorar.

La tensión se cortó cuando el teléfono de Marco vibró en su bolsillo. Lo sacó y vio el nombre de Emilio en la pantalla.

Emilio: Tenemos que hablar. Ahora.

Marco sintió que algo cambiaba en el aire.

Valeria notó la expresión en su rostro.

—¿Algo importante?

Marco guardó el teléfono sin responder de inmediato.

—Creo que la noche acaba de complicarse.

Se levantó de la mesa y Valeria hizo lo mismo.

—Déjame adivinar, ¿tienes que ir a resolver algo de esos "asuntos" de los que no puedes hablar?

Marco la miró con seriedad.

—Es mejor que no preguntes.

Ella se cruzó de brazos, observándolo con una mezcla de frustración y curiosidad.




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