Golpe tras golpe

Capítulo 14

El silencio del callejón era denso, solo interrumpido por la respiración entrecortada de Valeria, quien aún intentaba procesar lo que acababa de ocurrir. La adrenalina seguía corriendo por su cuerpo, pero ahora, con la moto detenida y la persecución temporalmente esquivada, su mente comenzaba a atar cabos. Miró a Marco, quien revisaba el callejón con la mirada alerta, los músculos de su espalda aún tensos por el peligro que los acechaba.

—Dijiste que conoces a alguien que puede ayudarnos —su voz salió firme, aunque en su interior, las dudas comenzaban a acumularse—. ¿Quién?

Marco se giró hacia ella, y por primera vez en la noche, sus ojos oscuros reflejaban algo más que control. Había preocupación, pero también algo más profundo, una batalla interna que parecía consumirlo. Se pasó una mano por el cabello antes de responder.

—No es alguien en quien confiaría ciegamente, pero en este momento, no tenemos muchas opciones. Se llama Dante. Era un viejo contacto de Emilio, pero nunca estuvo completamente de su lado. Si alguien puede darnos un respiro, es él.

Valeria frunció el ceño, cruzándose de brazos mientras trataba de evaluar la situación. Su instinto periodístico le decía que Marco no estaba contando toda la historia, que había piezas del rompecabezas que aún no encajaban. Pero ahora mismo, con Emilio y sus hombres pisándoles los talones, necesitaban moverse.

—¿Dónde lo encontramos?

Marco tomó su casco y se lo tendió.

—En la parte vieja de la ciudad. Espero que aún esté allí.

Sin más discusión, ambos subieron de nuevo a la moto y se adentraron en la noche, recorriendo las calles estrechas que los llevaban a una zona donde la ciudad parecía haberse detenido en el tiempo.

Las luces de neón de los clubes nocturnos y los bares de mala muerte proyectaban sombras largas sobre los adoquines húmedos. Las pocas personas que vagaban por la zona los observaron con una mezcla de curiosidad y recelo, pero Marco no se detuvo hasta llegar a un viejo edificio de fachada descuidada.

Detuvo la moto frente a una puerta de metal oxidado y apagó el motor.

—Aquí es.

Valeria bajó con cautela, observando el edificio con escepticismo. No parecía un lugar seguro, pero lo cierto era que ya no tenía claro qué significaba estar a salvo.

Marco golpeó la puerta con una serie de tres toques cortos, esperó unos segundos y luego repitió el patrón. El silencio se alargó hasta que finalmente se escucharon pasos al otro lado. La mirilla se abrió apenas un instante y, sin previo aviso, la puerta se entreabrió con un rechinido.

Un hombre alto y de complexión robusta apareció en el umbral. Su rostro estaba parcialmente oculto por la penumbra, pero cuando la luz de la calle iluminó su expresión, Valeria pudo notar una cicatriz que le cruzaba la mejilla izquierda.

—No esperaba verte por aquí, Marco —su voz era grave, con un deje de burla—. Y menos con compañía.

Marco se mantuvo firme.

—Necesitamos hablar, Dante.

Dante los observó en silencio por un instante, como si estuviera midiendo el peso de esas palabras. Luego, con un suspiro resignado, se hizo a un lado para dejarlos pasar.

—Entonces será mejor que entres antes de que alguien te vea.

Valeria intercambió una mirada con Marco antes de cruzar la puerta.

Lo que había comenzado como una simple investigación ahora la estaba llevando a un mundo donde cada sombra escondía un secreto, y cada paso podía acercarla más a la verdad... o al peligro definitivo.




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