Golpe tras golpe

Capitulo 18

El aire en la habitación parecía más denso después de la revelación de Víctor. Marco se encontraba sentado frente a la mesa, las fotos aún dispuestas ante él, pero sus pensamientos estaban muy lejos de la escena. Todo lo que creía saber sobre Emilio, todo lo que había aprendido bajo su tutela, parecía desmoronarse como un castillo de naipes.

La verdad era clara ahora: Emilio no era solo un mentor. Emilio era el arquitecto de una red de crimen que abarcaba más que lo que Marco había querido imaginar. Había pensado que el boxeo, al menos para él, había sido una salida, una forma de dejar atrás las peleas callejeras, la violencia sin propósito. Pero ahora, cada vez que pensaba en el deporte que amaba, veía el rostro de su mentor oculto en las sombras, manejando los hilos de algo mucho más grande y más oscuro que el cuadrilátero.

Valeria observaba en silencio, pero algo en sus ojos le decía a Marco que ella también estaba cambiando. Su mirada ya no era la de una simple periodista; había algo más profundo allí. Quizá también se estaba dando cuenta de que todo esto iba más allá de lo que esperaba. La verdad que había buscado durante tanto tiempo, ahora la estaba acechando a ella, y no sabía si estaba lista para enfrentarse a ello.

—Esto no es solo una historia —dijo Valeria, finalmente rompiendo el silencio—. Es mi vida también.

Marco la miró, un poco sorprendido por la franqueza en sus palabras. Había estado tan centrado en su propio caos, que no había considerado cómo esto afectaba a Valeria. Sin embargo, ahora veía la lucha reflejada en sus ojos, el mismo miedo que él sentía, pero con una dosis de determinación.

—Lo sé —respondió él, su voz baja pero cargada de angustia—. Pero esto no es solo sobre nosotros. Es sobre algo mucho más grande. Si seguimos en esto, no hay marcha atrás.

Valeria no contestó de inmediato. Se levantó, caminó hacia la ventana y miró hacia la calle. La luz de la ciudad caía sobre ella, pero su mente estaba en otro lugar, atrapada entre la necesidad de investigar y la amenaza constante de lo que se estaba jugando. Estaba en medio de un laberinto y, aunque tenía la llave, sabía que no podría salir sin mancharse las manos.

—No podemos seguir ocultando lo que está pasando —murmuró, casi para sí misma—. Esto va a explotar, Marco. Ya no estamos jugando solo con sombras, estamos jugando con vidas.

Marco se puso de pie, y por un momento, ambos permanecieron en silencio. La verdad estaba sobre la mesa. No solo Emilio era el enemigo; ellos mismos eran ahora parte del juego. En ese momento, la idea de seguir adelante ya no parecía ser una opción. Estaban atrapados, atrapados en una red que no sabían si podrían romper.

El teléfono de Valeria vibró, cortando la tensión en el aire. Miró la pantalla y vio un mensaje de texto. Su rostro cambió. Era de su editor. No necesitaba leerlo para saber que algo estaba a punto de suceder.

—Es el momento —dijo ella, con una calma que no coincidía con la tormenta interna que sentía—. Necesito saber todo lo que puedas contarme, Marco. No solo sobre Emilio, sino sobre lo que viene después. Lo que sabes, lo que has hecho… Todo. Porque si no lo hacemos ahora, no habrá más oportunidades.

Marco asintió, sintiendo una extraña sensación de rendición en su pecho. Había llegado a un punto en el que ya no podía seguir ocultando lo que había hecho, lo que había sido. Las peleas clandestinas, las apuestas, los contactos que había tenido… todo eso había formado parte de su vida, y no podía deshacerlo. No ahora.

—Lo que tienes que saber —comenzó Marco, con la voz firme a pesar de las dudas— es que Emilio no fue solo un mentor. Fue el primero en mostrarme cómo funciona realmente el boxeo. Lo que aprendí de él me hizo quien soy. Pero… —hizo una pausa—, todo tiene un precio, ¿verdad? Y ese precio es más alto de lo que creía.

Valeria se giró, interesada en las palabras de Marco, pero con una expresión escéptica. Sabía que lo que él estaba por contarle podría cambiar todo lo que había investigado hasta el momento. Estaba a punto de adentrarse en un territorio aún más oscuro, pero no podía dar marcha atrás.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó ella, sin poder evitar que una sombra de desconfianza se colara en su voz.

Marco respiró hondo, dejando que el peso de las palabras lo envolviera. No era fácil, pero sabía que no podía seguir con los secretos. Había llegado el momento de enfrentarse a la realidad, de mirar la traición en la cara.

—Emilio no solo me entrenó en el ring, Valeria. También me introdujo a este mundo. A este mundo que no puedes abandonar. A este mundo que, de alguna manera, te atrapa, te consume, hasta que ya no sabes quién eres. Y yo ya no sé si quiero seguir siendo parte de todo esto.

Valeria lo miró fijamente, sin poder evitar una sensación de compasión. No solo por la carga que Marco llevaba, sino por la propia confusión que sentía. Este hombre, este boxeador, había sido parte de algo mucho más grande, algo que ahora parecía ser imposible de escapar.

—Entonces, ¿qué hacemos ahora? —preguntó ella, consciente de que la respuesta podría ser la que definiera su destino.

Marco la miró, y por primera vez en mucho tiempo, se permitió pensar en el futuro. Un futuro que no estuviera definido por la violencia, las apuestas y la mafia. Un futuro que, tal vez, pudieran construir juntos. Pero antes de todo eso, tenía que enfrentar lo peor de sí mismo. Tenía que enfrentarse a la verdad, por más dolorosa que fuera.




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