La madrugada estaba sumida en un silencio pesado, marcado únicamente por el suave zumbido de las luces fluorescentes que iluminaban la pequeña oficina en la que Marco y Valeria se encontraban. La ciudad aún no había despertado por completo, y la sensación de estar viviendo una pesadilla que los había atrapado por completo se hacía cada vez más palpable. Las piezas del rompecabezas encajaban lentamente, pero las respuestas traían más preguntas. Marco observaba las fotografías y los documentos en la mesa, su mente revuelta por los recuerdos de lo que alguna vez consideró su vida. Pero eso ya no era más que un espejismo, una fachada que se derrumbaba bajo el peso de la verdad.
—No podemos seguir adelante con esto sin un plan —dijo Valeria, rompiendo el silencio con su voz firme pero cargada de tensión. Se había sentado en una de las sillas frente a la mesa, sus dedos tamborileando nerviosamente sobre la superficie mientras sus pensamientos volaban a mil por hora—. Sabemos lo que hay, sabemos quién está involucrado, pero aún no sabemos qué hacer con todo esto.
Marco levantó la mirada, notando el cansancio en los ojos de Valeria. Llevaban días investigando, persiguiendo cada pista, y el peso de lo que estaban a punto de desatar les caía como una pesada losa. La mafia del boxeo, las apuestas ilegales, las conexiones de Emilio… todo eso no solo ponía en riesgo sucomenzaba a despertarse, el caos del tráfico y la vida cotidiana ajena a lo que ellos estaban viviendo—. Pero no podemos quedarnos aquí. Si no actuamos pronto, Emilio y los suyos nos superarán. Tenemos que golpear primero. Y para eso necesitamos información, más que nunca.
Marco asintió lentamente. Sabía que Valeria tenía razón. La información era poder, y en este juego, ellos no podían permitirse perder. La conexión de Emilio con los altos círculos de la mafia del boxeo les daba acceso a recursos, dinero y poder. Sin embargo, lo que Emilio no sabía era que Marco ya había comenzado a pensar en algo más allá de la pelea en el ring: la pelea por la supervivencia, por la libertad.
—Tenemos que encontrar el punto débil —murmuró Marco, su mente ya trabajando en los próximos pasos. En ese momento, algo dentro de él hizo clic. La lealtad que había sentido hacia Emilio, la que lo había llevado a confiar en él durante tantos años, se desvaneció en un suspiro. Ya no era cuestión de lealtad. Ahora, era cuestión de sobrevivir.
Valeria s vidas, sino que también estaba jugando con algo mucho más valioso: la lealtad. Marco sabía que la lealtad, en este mundo, era una moneda rara. Y en su caso, el precio que había pagado por ella era mucho más alto de lo que cualquiera podría imaginar.
—Lo sé —respondió Marco, su voz grave y cargada de una amarga comprensión—. Pero no podemos darnos el lujo de planear demasiado. Si esperamos demasiado, las cosas se complicarán aún más. Emilio y su gente son rápidos, Valeria. No estamos luchando contra algo pequeño. No son solo criminales comunes. Son parte de algo más grande, algo que abarca más que solo el boxeo.
Valeria lo miró, evaluando sus palabras. Marco no estaba exagerando. La sensación de estar atrapados en una red de mentiras y traiciones los había rodeado de tal manera que la salida parecía cada vez más lejana. A pesar de la adrenalina de la investigación, había algo en su interior que le decía que todo esto iba a salir mal. Las piezas se estaban moviendo demasiado rápido y, sin embargo, no sabían qué tan cerca estaban del borde del abismo.
—Tienes razón —dijo ella finalmente, levantándose y caminando hacia la ventana. Miró la ciudad que volvió a mirarlo. Había una determinación en su rostro que no había visto antes, una mirada que indicaba que Marco ya no estaba dispuesto a seguir siendo un peón en el juego de otros. A lo lejos, la figura de Emilio se desvanecía como una sombra que él ya no podía seguir persiguiendo.
—Marco —dijo Valeria, acercándose lentamente hacia él—, si vamos a hacer esto, necesitamos estar preparados. La información que tenemos es solo el principio. Lo que nos espera no es solo peligro. Es la guerra. Y si Emilio descubre que estamos en su camino, no habrá marcha atrás. No habrá lugar donde escondernos.
Marco la miró fijamente, tomando un momento para procesar sus palabras. El miedo se asomó brevemente, pero lo ahogó rápidamente. Había vivido en el miedo durante años, pero ahora era diferente. Ya no temía lo que Emilio pudiera hacerle. Temía lo que podría pasar si no actuaba ahora, si no tomaba el control de su propio destino.
—Lo sé. Pero ya no tengo miedo. No más.
Ambos se miraron en silencio, sabiendo que esa era la última vez que hablarían de manera tan tranquila. Había una línea que habían cruzado, y no había vuelta atrás. Marco estaba dispuesto a enfrentarse no solo a la mafia, sino también a todo lo que su pasado representaba.
De repente, el sonido de un teléfono interrumpió la tensión en la habitación. Marco lo miró, reconociendo el número antes de que lo tomara en su mano. Era un mensaje de texto de un número desconocido, pero el tono frío de las palabras le hizo saber que no era una simple coincidencia.
"Es hora de que el boxeador elija de qué lado está."
Las palabras resonaron en su cabeza mientras un escalofrío recorría su espalda. La amenaza estaba sobre la mesa. Ahora, Marco ya no tenía dudas. La lealtad, la supervivencia, todo lo que había conocido en su vida estaba en juego. Pero no estaba solo en esto. Y si Valeria estaba dispuesta a seguirlo, entonces él estaba dispuesto a enfrentar lo que viniera, sin importar las consecuencias.