Golpe tras golpe

Capítulo 20

La noche se cernía sobre la ciudad con una oscuridad que parecía profunda, como si todo estuviera oculto bajo una capa de secretos a punto de ser revelados. Marco caminaba por las calles desiertas con el teléfono en la mano, aún procesando el mensaje que había recibido. El peso de las palabras seguía retumbando en su mente: "Es hora de que el boxeador elija de qué lado está." Sabía que aquello no era solo una amenaza, sino una advertencia de lo que estaba por venir. Y lo peor de todo era que no sabía si estaba preparado para enfrentarlo.

Valeria había desaparecido durante unas horas para seguir investigando. Había conseguido algunas pistas que la habían llevado a los rincones más oscuros de la ciudad, a los lugares donde el poder y el dinero se entrelazaban con la ilegalidad. Marco la había dejado ir con la esperanza de que encontraría algo que los ayudara a entender con quién estaban tratando. Pero mientras ella seguía en su búsqueda, él se veía obligado a lidiar con su propio pasado, el cual lo alcanzaba de la manera más cruel.

Caminó por las calles vacías, evitando las miradas curiosas de los pocos transeúntes que aún se encontraban en la ciudad. Sabía que Emilio no se quedaría de brazos cruzados. El mensaje era claro: si quería seguir adelante con su vida, tendría que tomar una decisión. El problema era que Marco ya no sabía en qué lado estaba.

Se detuvo frente a un pequeño bar, el mismo en el que años atrás había buscado refugio tras sus peleas en las calles. Las luces de neón brillaban débiles, apenas iluminando la entrada. La puerta estaba entreabierta, y el sonido de música pesada se filtraba en la calle. En un acto casi automático, entró, sintiendo cómo la atmósfera del lugar lo envolvía. Sabía que en ese bar todo era posible. Era un lugar de pactos oscuros y decisiones que se tomaban entre humo de cigarro y vasos de licor. Un lugar donde las sombras se alimentaban de las decisiones equivocadas.

Dentro, varias figuras conocidas lo miraron desde sus asientos. Nadie hablaba. Marco caminó hacia el fondo, donde el propietario del bar, un hombre llamado Javier, lo esperaba. Javier era alguien que conocía los secretos de la ciudad, y a veces, esos secretos eran peligrosos.

—Marco —dijo Javier, con una voz suave y serena—. ¿Te encuentras bien?

Marco asintió, aunque en su interior se sentía lejos de estar bien. La sensación de estar atrapado era insoportable.

—¿Alguna vez has tenido que elegir entre lo que es correcto y lo que es necesario? —preguntó Marco, sus palabras cargadas de una angustia que no había expresado antes.

Javier lo miró fijamente, como si intentara leer más allá de lo que decía. Durante años, había sido uno de los pocos en la ciudad que comprendía las luchas internas de Marco, y ahora, con todo lo que estaba ocurriendo, parecía que la respuesta ya estaba clara.

—Siempre —respondió Javier, tomándose un momento para pensar. Luego, con una mirada que mostraba una comprensión profunda, agregó—: Pero la pregunta es, Marco, ¿estás dispuesto a pagar el precio?

Marco no respondió de inmediato. En su mente, los recuerdos de su mentor Emilio, de todo lo que había hecho por él, comenzaron a asaltarlo. La relación que habían compartido no había sido fácil. Emilio lo había entrenado, lo había cuidado, lo había convertido en el hombre que era ahora. Pero al mismo tiempo, había sido el mismo Emilio quien lo había involucrado en las sombras del boxeo, quien lo había empujado a una vida llena de apuestas ilegales, de peleas controladas, de dinero sucio. La lealtad que había sentido hacia él se desmoronaba a cada momento, y lo que quedaba de esa relación ya no era más que polvo en el viento.

—No estoy seguro de lo que estoy dispuesto a pagar —murmuró Marco, levantando la vista hacia Javier, cuyos ojos reflejaban una tristeza que entendía perfectamente—. Pero sé que no puedo quedarme aquí. No después de todo lo que ha pasado.

Javier asintió lentamente, como si ya supiera cuál sería el próximo paso de Marco. Sin decir más, hizo un gesto con la cabeza y Marco lo siguió hasta una pequeña oficina al fondo del bar. Allí, sobre una mesa de madera gastada, había una serie de papeles que contenían información sobre los jugadores más importantes del mundo del boxeo y las conexiones que Emilio tenía con ellos. Las fotos eran nítidas, los nombres eran familiares, y los rostros de aquellos involucrados parecían salidos de una pesadilla. La mafia, las apuestas, la corrupción... Todo estaba allí, frente a él, como un recordatorio de que no había forma de escapar.

—Emilio no te va a dejar ir tan fácilmente —dijo Javier, señalando un documento en particular que mostraba la relación entre Emilio y varios de los hombres más peligrosos de la ciudad—. Y si decides ir en contra de él, no lo hará solo. Tendrás que enfrentarte a todos.

Marco miró las fotos una vez más. Cada rostro, cada nombre, era una amenaza inminente. Pero también sabía que esa era la única opción que tenía. Ya no podía seguir siendo el boxeador de las peleas amañadas. No podía seguir siendo parte de un sistema que lo había corrompido desde adentro.

—Estoy listo —respondió Marco, con una determinación que no había sentido en mucho tiempo.

Javier lo observó durante un largo momento, y luego le entregó un sobre con información adicional.

—Lo que hagas a partir de ahora, Marco, es tu decisión. Pero recuerda, el precio de la lealtad siempre es alto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.