El viento soplaba con fuerza, trayendo consigo el aroma del mar y el ruido lejano de la ciudad que nunca dormía. Marco corría por las calles, cada paso más rápido, impulsado por una necesidad de resolver lo que parecía un rompecabezas en el que cada pieza era más peligrosa que la anterior. La llamada de Valeria aún resonaba en su mente, y mientras se acercaba al lugar donde ella lo había citado, una sensación de desasosiego se apoderaba de él.
A lo lejos, vio la figura de Valeria de pie junto a un edificio de ladrillos viejos, escondido en un rincón olvidado de la ciudad. El lugar estaba vacío, desolado. Una perfecta representación de lo que ambos sentían en ese momento: la soledad de enfrentarse a la verdad, sin saber quién o qué estaba esperando al final del camino.
Cuando Marco se acercó, Valeria levantó la vista, su expresión era tensa, pero no había miedo en sus ojos. Solo determinación. Había cambiado desde que la conoció, esa mujer que antes solo estaba dispuesta a seguir la corriente de las investigaciones. Ahora, parecía dispuesta a llevar el peso de la verdad sobre sus hombros, aunque eso significara destrozar todo lo que conocía.
—Lo que encontré —dijo Valeria antes de que Marco pudiera decir una palabra— es más grande de lo que imaginábamos. Mi padre estaba investigando algo que tiene que ver con el crimen organizado, pero no solo en el ámbito del boxeo. Hay una red mucho más extensa, y Emilio es solo un jugador más en este juego.
Marco la miró, su mente corriendo a toda velocidad para conectar las piezas que Valeria le estaba dando. La red de corrupción que había intentado escapar durante tanto tiempo, la misma que Emilio había construido a su alrededor, ahora se extendía mucho más allá de lo que había pensado. La vida de ambos estaba atrapada en algo mucho más peligroso.
—¿Qué descubriste? —preguntó Marco, su voz grave, consciente de que cada palabra que saliera de Valeria podría cambiar todo.
Valeria sacó una carpeta de su mochila, llena de documentos y fotos, y la extendió sobre una mesa cercana. Las imágenes que vio Marco eran inquietantes. Rostros conocidos, políticos, empresarios y figuras del crimen organizado que, en algún momento, habían cruzado su camino. Pero lo que más lo sorprendió fue una foto en particular: Emilio, junto a varios hombres que no solo eran mafiosos del boxeo, sino también vinculados a grandes nombres de la política.
—Mi padre estaba investigando cómo estos hombres se estaban infiltrando en el sistema, usando el deporte como fachada para sus negocios ilegales —dijo Valeria, con la voz tensa, mientras señalaba a los hombres en la foto—. Y todo apunta a que Emilio sabía algo más de lo que nos había contado. Hay un vínculo entre él y estas figuras que ni siquiera habíamos considerado.
Marco miró la foto con más detalle, sintiendo cómo el aire le pesaba. Todo lo que había creído sobre Emilio, sobre el mentor que lo había guiado, ahora parecía ser parte de una fachada cuidadosamente construida para esconder algo mucho más siniestro.
—Esto va más allá de las peleas amañadas —dijo Marco, tomando la foto y observando a los hombres que compartían la misma mesa con Emilio—. Estas conexiones son las mismas que han estado controlando todo el tiempo. Y ahora… Ahora soy parte de esto también.
Valeria lo miró fijamente, comprendiendo lo que estaba pasando por su mente. Había llegado al punto de no retorno. Los hilos de la red que había estado tratando de eludir lo habían alcanzado, y ahora tenía que decidir si seguir luchando o sucumbir a las fuerzas que lo rodeaban.
—No estamos solos en esto, Marco. Si Emilio sabe que estamos investigando, no dudará en actuar. Y no solo él, estos hombres que aparecen en las fotos tienen poder, mucho poder —dijo Valeria, mientras guardaba los documentos con rapidez. Los ojos de Marco brillaban con una mezcla de determinación y rabia, pero también con una pesada carga de duda. Sabía que enfrentarse a Emilio y a los hombres que él representaba no solo pondría en peligro sus vidas, sino también las de todos los que los rodeaban.
—Entonces, ¿qué hacemos? —preguntó Marco, alzando la mirada hacia Valeria.
Ella se quedó en silencio por un momento, como si estuviera evaluando sus opciones. El riesgo era enorme, pero no había vuelta atrás. El padre de Valeria había muerto por esta causa, y ella había decidido seguir el mismo camino. Ahora Marco debía elegir si se unía a ella en esta batalla, o si dejaba que todo se desmoronara a su alrededor.
—Tenemos que ir a la raíz del problema. No podemos seguir esperando que las piezas caigan por sí solas. Emilio sabe que estamos cerca de descubrir la verdad, y lo que menos quiere es que esto salga a la luz —dijo Valeria, su voz llena de convicción.
Marco asintió, comprendiendo que este no era solo un juego de poder o venganza. Era la última oportunidad que tenían para desmantelar la red de corrupción y tomar el control de su destino. Pero sabía que no sería fácil. El camino que estaba por delante estaba lleno de oscuridad, y la verdad que estaban a punto de descubrir podría ser más peligrosa que cualquier pelea en el ring.
—Vamos a hacerle frente —dijo Marco, con la voz firme. No había miedo en sus palabras. Solo determinación.
La batalla que se avecinaba sería la más difícil de su vida. Pero ahora, más que nunca, Marco sabía que ya no tenía más opción que seguir adelante. La red que los había atrapado ya no era solo una amenaza externa. Estaba dentro de él, entrelazada en su propia historia. Y para liberarse de ella, tendría que luchar más allá de lo que jamás había imaginado.