Golpe tras golpe

Capitulo 23

El sonido de los pasos en la oscuridad se desvaneció rápidamente en el silencio que rodeaba la ciudad. Marco y Valeria avanzaban con determinación, pero sus corazones latían al mismo ritmo: rápidos, tensos, sabiendo que no había vuelta atrás. Cada decisión que tomaban los llevaba más cerca del abismo. La red de corrupción que había envuelto sus vidas, que había estado manipulándolos desde las sombras, estaba a punto de ser expuesta. O al menos, eso esperaban.

El plan era claro, aunque no sencillo. Tenían que infiltrarse en una de las reuniones secretas de los hombres que Emilio controlaba. Sabían que allí se jugaba el destino de muchas vidas, incluidas las suyas. Las pruebas que Valeria había encontrado eran invaluables, pero no servirían de nada si no conseguían que los involucrados tomaran conciencia de la magnitud de lo que estaba sucediendo. Tenían que ser rápidos, precisos y, sobre todo, estar preparados para lo peor.

El lugar era una mansión alejada de la ciudad, rodeada por un muro alto y enredado con alambres de púas. Las luces del interior brillaban a lo lejos, pero la entrada estaba desprovista de cualquier señal de vida. No había guardias, pero eso no significaba que no estuvieran vigilados. Marco y Valeria sabían que Emilio no era un hombre que dejara nada al azar. Si estaban allí, era porque el mismo Emilio los había atraído hacia ese terreno.

—¿Estás listo? —preguntó Valeria, su voz apenas un susurro mientras ambos se acercaban a la puerta trasera de la mansión.

Marco asintió, sintiendo el peso de la decisión que habían tomado. Esta no era solo una confrontación con Emilio. Era una batalla contra todo lo que habían conocido, una lucha contra las sombras que los habían rodeado por tanto tiempo. No había margen para errores.

—Lo estaremos cuando todo termine —respondió Marco, ajustando el arma en su cintura y mirando a su alrededor. Sabía que cada segundo contaba. No podían permitirse perder tiempo.

Valeria tocó la puerta de manera casi imperceptible, esperando la señal. Un par de segundos más tarde, la cerradura se giró lentamente, y un hombre, con el rostro cubierto por la sombra de la capucha de su abrigo, los dejó entrar. Sin una palabra, avanzaron por los pasillos oscuros, el sonido de sus pasos amortiguado por la alfombra gruesa. El aire olía a tabaco y licor, y la tensión era palpable.

Llegaron a una sala amplia, donde un grupo de hombres se encontraba reunido alrededor de una mesa de cristal. Las conversaciones cesaron de inmediato cuando Marco y Valeria entraron, y las miradas se volvieron hacia ellos con una mezcla de sorpresa y desconfianza.

Emilio estaba en la cabecera de la mesa. Su rostro, que siempre había sido un enigma para Marco, ahora parecía más frío que nunca. Era como si, en algún lugar dentro de él, hubiera aceptado lo inevitable: que este momento llegaría tarde o temprano.

—Así que decidieron presentarse —dijo Emilio, su voz grave y calculadora. No había ni un atisbo de emoción en sus palabras. Parecía que todo lo que había construido estaba a punto de desmoronarse, pero aún mantenía el control.

Marco y Valeria se quedaron de pie, frente a la mesa, observando a los hombres que los rodeaban. Sabían que cada uno de ellos tenía algo que esconder, que estaban tan profundamente involucrados en el juego de poder y corrupción que no sabían si podrían salir con vida de esa sala.

—No venimos a negociar —dijo Valeria, sin apartar la vista de Emilio. Su voz era clara, decidida. Marco la observó de reojo. Ella estaba tan tranquila como él, pero la adrenalina seguía corriendo por sus venas.

—¿Entonces? —preguntó uno de los hombres a la derecha de Emilio, un tipo con una cicatriz en la mejilla que parecía disfrutar de la tensión en el aire.

—Venimos a terminar esto —respondió Marco, sin vacilar. No quería más juegos, no más mentiras.

Emilio levantó una mano, y el silencio volvió a invadir la sala. Durante un momento, todo quedó detenido, como si el tiempo se hubiera ralentizado. Marco sabía que ese era el punto sin retorno. No había forma de que Emilio lo dejara ir. Sabía demasiado, y Emilio no iba a permitir que alguien se interpusiera en sus planes.

—Terminarlo, ¿eh? —Emilio sonrió, pero no era una sonrisa amigable. Era una sonrisa de quien sabe que tiene el control. —No soy un hombre fácil de derribar, Marco. Y tú lo sabes mejor que nadie.

Marco lo miró directamente a los ojos, sin titubear.

—No te subestimes, Emilio. Esta vez no estamos jugando tu juego.

El ambiente se volvió aún más tenso, si eso era posible. Los hombres en la mesa comenzaron a mover las manos hacia sus chaquetas, donde llevaban armas. Marco y Valeria estaban listos. La confrontación final estaba a punto de estallar.

Fue Valeria quien rompió el silencio con una palabra que marcó el comienzo del fin: "Ahora". Al instante, el sonido de un disparo rompió la quietud, y todo comenzó a desmoronarse.

Marco se lanzó hacia Emilio, mientras Valeria se encargaba de los demás hombres en la sala. La batalla que se libró no fue una pelea de puños ni de técnicas, sino una lucha brutal, desesperada. Cada golpe, cada movimiento estaba cargado de ira y frustración. Lo que había comenzado como un juego se había convertido en una guerra total.

Emilio, sin embargo, no se quedó atrás. Había sido entrenado en la manipulación, y aunque su cuerpo no era tan ágil como el de Marco, su mente era afilada. Cuando Marco lo alcanzó, el enfrentamiento fue brutal. La lucha entre los dos hombres fue como un choque de titanes. Puño tras puño, ambos se movían con la precisión de guerreros, pero al final, solo uno saldría de allí con vida.




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