El viento golpeaba con fuerza las ventanas del coche, un murmullo constante que acompañaba el silencio tenso entre Marco y Valeria. A medida que avanzaban por caminos solitarios, el horizonte parecía estirarse interminablemente, como si la carretera los estuviera llevando hacia un destino incierto. Marco no podía dejar de mirar por el retrovisor, sus ojos buscando cualquier señal de que los estuvieran siguiendo. A lo lejos, una luz parpadeante se hacía cada vez más visible, pero no estaba seguro de si era una ilusión, producto de su paranoia, o una amenaza real.
Valeria lo notaba, y a pesar de su calma aparente, su cuerpo también estaba en alerta. Había algo en el aire, algo que no lograban comprender. El coche había acelerado, y ella sabía que no podían detenerse en cualquier momento, pero el sentimiento de estar siendo observados no desaparecía.
—¿Crees que nos están siguiendo? —preguntó Marco, finalmente rompiendo el silencio.
Valeria no miró hacia él, pero Marco vio cómo sus manos se apretaban con fuerza contra el volante.
—Es posible —respondió, su voz grave, pero controlada. Como si el miedo ya estuviera familiarizado con ella—. Hemos dejado muchas huellas, Marco. Algunos no olvidan fácilmente.
Marco asintió. Lo sabía. Todo lo que habían hecho, todas las decisiones que habían tomado, los seguían como una sombra pesada, y ahora no solo tenían que enfrentarse a los hombres que Emilio había dejado atrás. Había algo más en juego, algo más peligroso. Sabía que al enfrentarse a las sombras de su pasado, tendrían que pagar un precio. El problema era que no sabía cuál sería ese precio, ni cuándo llegaría.
—¿Dónde vamos? —preguntó Marco, buscando cambiar el enfoque. Sabía que la huida no era una solución. Aunque escaparan, algo los alcanzaría.
—Tengo un lugar —dijo Valeria, sin dudar. Como si esa respuesta fuera la única posible—. Un contacto. Podría ser lo que necesitamos para empezar de nuevo.
Marco la observó con cautela. No era fácil para él confiar en alguien más. Valeria había demostrado ser confiable en más de una ocasión, pero en este mundo, las alianzas eran frágiles, y a menudo los amigos se convertían en enemigos. De todos modos, si había una oportunidad, esa era la única. No podían seguir siendo víctimas del destino.
La luz en el retrovisor se acercaba más. Marco miró fijamente y, por un momento, se preguntó si realmente podían escapar. Un giro en la carretera los llevó a un camino más estrecho, cubierto por árboles altos y densos que formaban un túnel de sombras. El coche pasó bajo esa cortina verde, y en ese momento, la luz que los seguía desapareció, como si se hubiera disuelto en la oscuridad. Pero no había consuelo en esa ausencia; sólo el presagio de que algo aún los acechaba.
De repente, Valeria frenó bruscamente. El coche se detuvo en seco, y Marco miró hacia el frente. Allí, en la penumbra, apareció una figura. Una sombra humana que caminaba en dirección al coche, imperturbable. El corazón de Marco latió con fuerza, y un sudor frío recorrió su espalda. ¿Quién era? ¿Un aliado o un enemigo?
La figura se acercó, y cuando la luz de los faros la iluminó por completo, Marco reconoció el rostro. Era un hombre alto, de cabello oscuro y una cicatriz profunda sobre la mejilla izquierda. Una cicatriz que Marco no podía olvidar. Se trataba de Luis, un viejo conocido de su pasado, alguien con quien había hecho negocios en el pasado, pero cuyas lealtades siempre habían sido ambiguas.
Valeria no mostró signos de sorpresa, pero Marco pudo ver cómo sus ojos se endurecían al reconocerlo. Los tres se quedaron en silencio, la tensión palpable, el aire pesado por las palabras no dichas.
—Luis —dijo Marco finalmente, saliendo del coche. Su voz era tensa, pero había algo en ella que también reflejaba la necesidad de entender qué hacía allí—. No esperaba verte.
Luis lo miró fijamente, y luego su mirada pasó a Valeria. No había amistad en su expresión, solo un cálculo frío.
—No me esperabas, pero yo a ustedes sí —respondió Luis, su voz profunda y cargada de un significado que Marco no alcanzaba a comprender—. He estado siguiendo sus pasos, Marco. Sabía que tarde o temprano llegarían a este punto. Y he venido a ofrecerles una oportunidad.
Marco frunció el ceño, desconfiado.
—¿Una oportunidad para qué? —preguntó, cruzando los brazos. Sabía que no podía confiar en Luis tan fácilmente. No después de todo lo que había pasado.
Luis dio un paso hacia él, su mirada fija en los ojos de Marco, como si quisiera penetrar en su alma.
—Una oportunidad para vivir, si es que están dispuestos a tomarla —respondió con una sonrisa torcida, como si le estuviera ofreciendo un trato que Marco no podría rechazar.
Valeria, al ver el cambio en la actitud de Marco, se adelantó, interrumpiendo la conversación.
—¿Qué tipo de oportunidad? —preguntó, con una desconfianza palpable en su voz.
Luis la miró por un momento, y luego se giró hacia Marco, ignorando a Valeria por completo.
—Los hombres a los que han estado enfrentando no son los únicos con los que tienen que lidiar —dijo Luis, como si estuviera revelando un secreto. Marco frunció el ceño, sabiendo que esto era algo más grande de lo que podían manejar—. Hay alguien más, alguien mucho más poderoso, que los está observando. Y si no toman la decisión correcta ahora, no habrá forma de escapar.