Golpe tras golpe

Capítulo 27

El sonido del motor del coche se mezclaba con el crujir de las hojas secas bajo las ruedas, creando un ambiente casi fantasmagórico. Marco y Valeria avanzaban en silencio por el mismo sendero oscuro, pero ahora el aire estaba cargado con una tensión palpable. Luis había dicho lo que tenía que decir, y ahora la decisión recaía sobre ellos. Unir fuerzas con alguien como él, con un pasado tan turbio, parecía un riesgo que no podían permitirse, pero la alternativa era aún más aterradora.

Valeria estaba pensativa, mirando por la ventana, como si no pudiera dejar de repasar las palabras de Luis. Mientras tanto, Marco se mantenía firme, pero había algo en su rostro que delataba su desconcierto. La oferta de Luis no era solo una cuestión de sobrevivencia, sino de poder. Un poder que ambos sabían que, tarde o temprano, tendrían que enfrentar. Las lealtades, en este mundo, no eran lo que parecían.

—¿Qué opinas? —preguntó Marco, rompiendo el silencio, su voz grave.

Valeria lo miró, y por un momento, sus ojos se encontraron. No había palabras que pudieran describir lo que ambos sentían, pero había una comprensión tácita entre ellos. Habían estado en situaciones complicadas antes, pero esto era diferente. Luis no solo conocía su pasado, también sabía demasiado sobre lo que estaban dispuestos a hacer para sobrevivir. Y eso los ponía en una posición vulnerable.

—No lo sé —dijo Valeria finalmente, con un suspiro cansado—. No confío en Luis, pero no podemos ignorar lo que nos está ofreciendo. La alternativa es seguir huyendo, y eso nos llevará a ningún lado.

Marco asintió, sus manos apretando el volante con fuerza. Él sabía que Valeria tenía razón. La huida ya no era una opción viable. Habían estado corriendo durante demasiado tiempo, y aunque su historia estaba marcada por decisiones impulsivas, sabía que ahora no podían seguir jugando a las escondidas. Luis tenía información, poder, y tal vez la clave para salir del círculo vicioso en el que se encontraban.

—Si vamos a hacer esto, necesitamos saber exactamente en qué estamos metiéndonos —dijo Marco, deteniendo el coche en una pequeña explanada en medio del bosque. El sonido del motor apagándose dejó al aire una calma inquietante, como si el mundo los estuviera observando, esperando su siguiente movimiento.

Valeria lo miró fijamente, reconociendo la resolución en su voz. Era el mismo Marco que había conocido, el mismo que siempre había tomado las riendas, pero ahora había algo más. Un agotamiento, tal vez, de todo lo que habían perdido. Un cansancio que no se podía ignorar. Ella también lo sentía.

—¿Vas a llamarlo? —preguntó ella, su tono suave, pero lleno de una urgencia que no pudo esconder.

Marco no respondió de inmediato. Sacó su teléfono móvil y, antes de marcar el número de Luis, se quedó mirando la pantalla, como si las palabras que estaba a punto de pronunciar pudieran cambiarlo todo. El sonido del teléfono marcando se convirtió en una especie de eco en su mente.

—Sí, es Marco —dijo finalmente, con voz firme, pero algo vacía—. Nos reuniremos contigo. Necesitamos saber más.

La conversación fue breve, pero suficiente. Luis los esperaba en una ubicación apartada, lejos de las carreteras principales, donde podían hablar sin ser escuchados. Marco guardó el teléfono y miró a Valeria, quien no dejó de observarlo, como si esperara que él cambiara de opinión.

—Es nuestra única opción —dijo Marco, encendiendo el motor y poniéndose en marcha nuevamente—. No podemos seguir huyendo.

La oscuridad los envolvía por completo mientras avanzaban, pero no había vuelta atrás. El destino estaba sellado, y aunque no sabían qué les esperaba, ambos sabían que cada paso los acercaba más a una verdad incómoda: la guerra ya no era solo con los hombres que los perseguían, sino con ellos mismos.

Cuando finalmente llegaron al lugar indicado, encontraron a Luis de pie, con las manos en los bolsillos de su abrigo largo, observándolos sin una pizca de sorpresa. A su lado, un coche de aspecto discreto los esperaba, estacionado bajo la sombra de un árbol. Luis les hizo un gesto con la mano para que se acercaran.

—No hay tiempo que perder —dijo Luis, sin rodeos. Su mirada era seria, casi dura, como si todo lo que hubiera pasado antes de ese momento fuera irrelevante—. Suban. La información que tengo es importante.

Marco intercambió una mirada con Valeria, quien asintió en silencio. Sabían que no había espacio para dudas. La vida que conocían estaba desmoronándose, y la única forma de reconstruirla era arriesgarse a entrar en el territorio de lo desconocido.

Sin palabras adicionales, se subieron al coche y comenzaron a avanzar nuevamente, alejándose de lo que alguna vez fue su mundo. Mientras se adentraban más en la oscuridad, Marco no podía evitar pensar en cómo todo había cambiado, cómo sus decisiones los habían llevado a este punto. Pero, en el fondo, sabía que no había marcha atrás.

La guerra que los había perseguido estaba por convertirse en algo mucho más grande, y su destino ya no era solo el de sobrevivir, sino el de tomar una decisión que definiría el futuro de todos los involucrados.

Era el momento de enfrentarse a lo que venía, sin más excusas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.