Marco y Valeria no podían dejar de pensar en las consecuencias de lo que habían hecho. La muerte de Emilio había dejado un vacío, no solo en el mundo del crimen, sino también en sus corazones. Lo que había comenzado como una misión de supervivencia, había evolucionado a algo mucho más personal, y ahora se enfrentaban a los efectos de sus acciones. La vida que habían conocido hasta ahora ya no existía, y aunque habían alcanzado el objetivo, algo seguía pesando sobre ellos.
Las horas después de la muerte de Emilio fueron un caos. El peso de la decisión se hacía cada vez más pesado. Marco había sido quien, de alguna manera, lo había puesto todo en marcha. Aunque su relación con Emilio había sido tensa, esa figura paternal que había representado durante años le había dado una dirección en su vida, aunque fuera una dirección equivocada.
Ahora, Emilio ya no estaba. Pero los problemas no terminaban allí. La organización que él había dejado atrás no se disolvió por su ausencia. Era un monstruo con muchas cabezas, y ahora esas cabezas competían por el poder. Los hombres leales a Emilio, aquellos que habían estado al servicio de su imperio, no estaban dispuestos a ceder su lugar tan fácilmente.
Marco y Valeria no podían confiar en nadie. En su mundo, las alianzas se hacían y se rompían con una rapidez aterradora. Nadie estaba a salvo, ni siquiera ellos mismos. Los ojos de la organización estaban sobre ellos, y la sombra de la venganza comenzaba a alargarse.
—¿Ahora qué? —preguntó Valeria, rompiendo el silencio que había caído entre ellos mientras caminaban por la misma calle oscura de siempre. Los edificios se alzaban a su alrededor como monstruos de concreto.
Marco apretó los dientes, su mente en guerra. Sabía lo que tenía que hacer, pero la duda se cernía sobre él. Había pensado en huir, en desaparecer. Pero la idea de dejar atrás todo lo que había logrado, de huir como un cobarde, no le parecía una opción.
—Tenemos que limpiar esto —dijo con voz firme, aunque su mirada reflejaba algo de incertidumbre. Los ecos de la traición aún retumbaban en su interior—. Emilio no es el final. Hay más que debemos enfrentar.
Valeria lo miró con una mezcla de comprensión y preocupación. Ella también sabía que este camino no era solo peligroso; era suicida. Sin embargo, había algo en ella que no podía negar: el deseo de ver todo eso terminar, de cerrar ese capítulo de sus vidas de una vez por todas.