I don't have time for idiots. No tengo tiempo para idiotas.
—¿Estás bien? —pregunta preocupado.
Me quedé quieta al escucharlo, me giré levemente para encontrarme con un hombre de porte fuerte y alto en comparación a mí, que mido cinco pies con siete pulgadas y aun así él me sobrepasaba por una cabeza y un poco más. Va cubierto completo, lo único que le puedo apreciar son los labios redondos bien rellenos, mierda como me gustan, lo que hizo que mi mirada se demorara más en ellos. En mi defensa es lo único visible, no tiene sentido que lo mire a los ojos, ya que llevaba unas gafas negras. Como si fuera mediodía y el sol estuviera en su punto más alto del día.
—Estoy bien —me limitó a decir, intentando mantener la calma ante la situación tensa que se desarrollaba en el ring.
Me giro para ver cómo va la pelea, un gran error.; La situación empeoraba con cada segundo que pasaba.
—A este ya los años le están pasando factura — comenté, sintiendo el estrés.
—No pienso igual —opinó el extraño con una calma sorprendente—. No entiendo en qué te basas para pensar eso; me atrevería a decir que está en el mejor momento de su carrera.
—¿Y tú qué? ¿Eres su fan o qué? —le pregunté.
No obtuve respuesta, acción que tomó para desahogar mi frustración al ver al boxeador recibir golpes sin sentido durante nueve largas rondas: No sé ni qué pensar. Sus movimientos ya no son tan rápidos ni precisos como antes. Su postura se vuelve más encorvada y su respiración se vuelve más pesada, algo que se demoró en suceder.
No contenta, ataco sus habilidades defensivas, su mejor habilidad.
—A pesar de ser conocido por su habilidad para esquivar y bloquear golpes, ahora parece incapaz de hacerlo —comenté con amargura, fuerte y claro, mirando al extraño directamente a los ojos, aunque no pudiera ver a través de las gafas—. Ridículo, esa es la única palabra que lo describe ahora mismo.
No dijo nada en el momento, pero su expresión tranquila me hizo preguntarme qué estaba pensando en realidad.—Vaya, tenías mucho que decir —pensó antes de preguntar—. ¿Algo más?
Justo cuando pensaba en responder, un estruendo repentino resonó en el teléfono, interrumpiendo nuestra conversación. Dirigí mi mirada hacia la pantalla de mi teléfono y me quedé sin aliento al ver lo que estaba sucediendo. Ya que habían entrado en el round diez, Bivol había cambiado completamente su estrategia.
En lugar de ser pasivo y recibir golpes, ahora estaba acechando y atacando a su oponente con una ferocidad renovada. Cada golpe era calculado y preciso, sin darle al otro boxeador tiempo para reaccionar. No cabía de la emoción que sentía. Mis manos temblaban de excitación, y un grito de aliento escapó de mis labios involuntariamente.
Entra al round once con una sonrisa de oreja a oreja. En un abrir y cerrar de ojos, solo bastaron tres golpes precisos y certeros para noquear a su oponente. El sonido sordo de los golpes resonó en el ring, la multitud estalló en un frenesí de gritos y aplausos, y yo del otro lado del teléfono salto de felicidad y le doy un apretón de cachetes a Daniela, pero no contenta con eso, salto encima del extraño impulsada por el éxtasis del momento.
Fue como si una ola de alegría me invadiera, queriendo compartir ese momento solo con él. En ese instante, ¡sentí una conexión instantánea con él! Fue como si compartiéramos una complicidad en medio de la celebración. Mientras estaba sobre él, lo sólido que se sentía su cuerpo bajo el mío, me hace sentir miles de emociones, pero principalmente protegida y segura, como si nada pudiera detenernos en ese momento de pura felicidad de mi parte, ya que él no movía ni un músculo. Éramos simplemente dos extraños unidos por la dicha del momento.
La calidez de su cuerpo y la sonrisa de medio lado que me muestra me dejan sin aliento; su expresión de alegría era evidente. Sin embargo, también percibí una cierta reserva en él, como si estuviera conteniendo sus emociones o temiera cruzar alguna línea. A pesar de eso, su aceptación a mi abrazo hablaba más que mil palabras para mí.
Mientras me aferraba a él, los sonidos y los gritos de la multitud se desvanecieron en segundo plano, dejándonos en nuestro propio mundo. Pude sentir la adrenalina corriendo por mis venas, mezclada con la sensación reconfortante de tenerlo cerca. De repente, una vocecilla en mi cabeza me recordó que apenas lo conocía. ¿Cómo podía sentirme tan conectada con un completo desconocido? Sin embargo, la emoción del momento y la euforia de la victoria del boxeador me hicieron ignorar esas dudas por un momento más.
¿Quién era este extraño? ¿Por qué me hacía sentir así? ¿Él también sentía esta extraña sensación?
Entonces, un destello de curiosidad cruzó mi mente. ¿Qué lo había llevado a estar allí en ese momento exacto? ¿Cuál era su historia? Las gafas negras que cubrían sus ojos añadían un aura de misterio a su persona. Me pregunté qué estaría escondiendo detrás de ellas. En ese momento me dejo caer de sus brazos y caigo en cuenta que seguro parecía una garrapata encima de él. La pena me atacó en ese momento, y antes de que pudiera pensar con claridad, digo lo primero que me vino a la mente.
AAAH
¡Ya quiero saber quién es el extraño!