Your lips tasted like nicotine and I got addicted. Tus labios saben a nicotina y me volví adicta.
Fui interrumpida por él antes de soltar otra estupidez.
—¿Qué te parece si celebramos esta victoria juntos?—propuso.
Eso claramente no lo vi venir. —Me niego a que me des un 'no' por respuesta —se apresura decir, quitándose las gafas—. Me lo debes por tu poca confianza hacia mi persona.
Mis labios se entreabrieron en una expresión de asombro, pero rápidamente los cerré con fuerza. Cuando me volteó a mirar de nuevo a la pantalla donde Bivol celebra y luego al extraño frente a mí, quedé impactada. Son idénticos, hasta me atrevería decir que son la misma persona, pero eso sería algo imposible, ¿cierto? Pero la única explicación lógica que se me ocurre es: Ustedes, los chinos, son todos iguales, increíble. - Tal afirmación sale de mi boca sin pensarlo, mierda, no debí decir eso.
No sé si se ofendió, pero su cara es épica, era impagable; tuve que hacer un esfuerzo tremendo para contener la risa.
—¿Me acabas de decir que soy chino?—dice arqueando una ceja.
—¿Coreano?
—¿Estás jugando conmigo?
—Irónico, que digas eso cuando soy yo la que no entiende nada —digo rápido.
—¿Soy de Tokmak Kirguistán, niña —Si la cara de el era épica, la mía no tiene definición en este momento después de que me soltara tal información — ¿Ubicada?
—Si te soy sincera, más perdida que antes — sintiendo el rubor en mis mejillas mientras su cara es de burla total—. Hay, señor, perdona por no haber prestado atención a la clase de geografía.
—Soy de Rusia—dice.
—¿En serio?—le respondo irritada—. Podías haber empezado por ahí.
Entonces caí en cuenta de muchas coincidencias. —No quiero parecer estúpida con esta pregunta, así que no te rías — le dije, señalándolo con el dedo—. ¿Eres Dmitry Bivol?
—A tu servicio.
La revelación me golpeó como un rayo, dejándome aturdida por la sorpresa, aunque ya lo intuía. Observé al hombre frente a mí con incredulidad, tratando de reconciliar la imagen del feroz y poderoso boxeador con la persona tranquila y misteriosa que tenía delante. Pero a medida que dejaba que la realidad se asentara en mi mente, comencé a darme cuenta de que este encuentro no era una simple coincidencia.
—No soy una puta y no me voy a acostar contigo —es lo primero que le digo—. Si eso es lo que buscas, estás perdiendo tu tiempo.
Dmitry me mira con tanta intensidad, que me hace estremecer.
—Tranquila, fiera, no tenía pensado acostarme con una niña —respondió con una calma que me desconcierta.
¿Niña? Me quedé perpleja ante su comentario. —¿Perdona, me acabas de llamar niña? —Me acaba de decir niña, eso no tiene perdón. — Ya quisieras tener mi colágeno, y bien que te hace falta por poco y te sacan la vida a golpes en la última pelea —agregué, sintiendo una mezcla de indignación y sorpresa.
Me observa, de una manera tan intensa que no sé descifrar, la tensión entre ambos es palpable, tan densa que se podría cortar con un cuchillo, mientras nos envolvíamos en una lucha silenciosa de miradas, en la cual me pierdo en sus ojos. Su mirada penetrante, como si pudiera leer los pensamientos de cualquiera, con solo un vistazo. En ellos se refleja una mezcla de determinación, astucia y una pizca de misterio, como si escondieran secretos que solo él conocía. Sus cejas, ligeramente arqueadas, le añaden un toque de seriedad a su expresión, mientras que sus párpados entrecerrados sugerían una profunda concentración.
La tentación de mirar esos labios firmes y bien definidos es difícil de resistir. Con tono naturalmente rosado, contrasta con la palidez de su tez, añadiendo un toque de color y vida a su expresión. Sus labios son el complemento, perfecto a su mirada penetrante y su presencia imponente.
Los sollozos de Daniela, interrumpe el hechizo momentáneo entre Dmitry y yo. Rápidamente, levanté a Daniela en mis brazos, sintiendo su cuerpecito temblar contra el mío. Un leve suspiro escapó de los labios de Dmitry, pero mi atención estaba completamente centrada en calmar a la pequeña.
—¿Qué pasa, cariño?—susurré con todo el amor del mundo mientras acaricio su cabello. —¿Ya tienes sueñito? — le vuelvo a preguntar a lo que se arrecuesta a mi pecho como afirmación.
La muevo suavemente, en lo que busco en su bolso su pomo de leche. Una vez lo encuentro, me siento, y la acomodo para que se tome su leche. Al levantar la mirada, me encontró con los ojos de Dmitry, aún más penetrantes que antes, haciéndome sentir chiquita bajo su mirada, pero me esforcé por mantener la compostura.
—¿Tu hija? —pregunta indeciso.
Antes de que le pudiera contestar, llegó mi hermano a toda velocidad a revisar que todo estuviera bien con la pequeña, y atrás llegó mi papá.
¿Una vez que ve que solo tenía sueño, preguntó:
— Daira no ha virado?
—No— me limito a decir.
—¿Él quién es?
—¿Te presentas o te presento?—le digo como si tuviéramos confianza de toda la vida, me salió muy natural.
Dmitry se quita las gafas nuevamente, es suficiente para que padre e hijo sepan a quién tienen adelante. Él educadamente les estira la mano para saludarlos. —¡Mucho gusto, Dmitry Bivol!—dice con su acento tan marcado en inglés—. ¡Suena tan sexy Dios mío!
En mi familia soy la única que habla inglés, por lo que mi papá le toma la mano y me pregunta:
—¿Qué dijo?
—Se está presentando —le digo.
—¡Oh, lo siento! - dice dudoso—. ¿Español?—pregunta mirándome.
La conmoción de ambos ante su presencia es evidente, como si aún no lo procesaran del todo. Por su parte, Dmitry rápidamente vuelve a ponerse sus gafas, y de manera educada intenta entablar una conversación con mi familia. Su español es pésimo, pero aun así sigue intentando comunicarse con ellos. Al momento llegan las señoritas que se habían perdido. Ellas no se sorprenden tanto como los hombres de la mesa, pero sí se tiran fotos con él. Dmitry, por su parte, no muestra ningún signo de molestia, incluso cargo a Dilan y lo engatusó para que también se tirara una foto con él.