Somos una vez en la vida.
We are once in a lifetime.
Una tonta sonrisa se dibuja en mi rostro, la cual oculto bajando la mirada cuando él aceptó mi invitación. La noche avanza sin contratiempos mientras realizamos nuestros pedidos y la emoción por la pelea estelar comienza a aumentar. Todo iba perfecto; la luz suave del restaurante resalta la elegancia de su decoración, y el murmullo de las conversaciones a mi alrededor crea un ambiente acogedor. Mientras saboreo cada bocado, mis pensamientos divagan. Ya era de noche, por lo que había estado esperando; finalmente se acercaba, incluso antes de subir en el avión: ''la vida nocturna de Miami''. Las chicas me esperan ansiosas para celebrar en grande el tiempo que he estado fuera. Sus voces y risas resuenan en mi mente como un recordatorio constante de la fiesta que está por venir, una promesa de liberación y alegría después de los meses fuera.
La pelea finalizó y con ella nosotros; con la comida, la cuenta fue pedida. Con ella, trajo una pequeña discusión sobre quién pagaría, a la cual Dmitry se negaba a dejar que nosotros pagáramos, pero tenía a todos en su contra, incluso yo no permitiría que él pagara. Al final, en lo que estaban ocupados discutiendo por qué cada uno debería pagar, pagué.
—No vamos — digo interrumpiéndolos.
—Dije que yo me encargaría —dice mirándome serio.
—Y yo te dije que no lo iba a permitir —dije retándolo con la mirada. Una pequeña sonrisa se asoma en sus labios, a lo que le respondí con un guiño. Viré mi espalda y me puse a recoger todo para la partida. Ya eran casi las doce de la noche, y una vez afuera, listos para montar en los carros, llegó el momento de la despedida. Él se encargó de despedirse con un apretón de manos con todos. Todos montaron en sus respectivos carros menos yo, la única con la que no se había despedido.
—Creo que ha llegado la hora — digo acercándome más a él, se encuentra frente a mí—. Ha sido un placer, señor Bivol—hace una mueca de desagrado cuando digo la palabra "señor".
—No pensé que fuera a llegar este momento tan rápido — responde Dmitry.
—¿A qué te refieres? —pregunté, sin entender del todo.
—La noche pasó muy rápido, pensé que duraría más — comentó nada contento—. Solo eso, ha sido un gusto, niña.
—Increíble que incluso cuando nos estamos despidiendo buscas la manera de buscarme la lengua - le digo, mirándolo con la misma intensidad que él lo hace, y mierda, no puedo resistirme a sus profundos ojos negros como la noche que nos abraza. ¿Puede que me arrepienta después de esto, pero qué puede pasar? ¿Nada, cierto? Lo tomaré como una buena acción hacia una persona necesitada de fiesta. —¿No deseas volver a casa?
Dmitry vuelve a sonreír, esa sonrisa de medio lado en la cual he comenzado a perderme. —Me gusta ver qué tienes para decir para todo —comenta—. Por cierto, tienes una lengua bastante creativa— Mi mente sucia no puede evitar encontrar un segundo significado en sus palabras.
—No has visto ni sentido ni un diez por ciento de lo que es capaz de provocar —le respondo—. Su pasatiempo favorito es espantar a los extraños.
—Pues este extraño no lo ha logrado espantar y, de hecho, tampoco tiene deseo de ir a casa —dice Dmitry ahora más cerca, oh no, demasiado.
A la mierda, nada va a pasar — Ya que no quieres volver a casa y yo y mi lengua nos sentimos generosas, ¿te gustaría unirte al Afterparty hoy? —Su silencio es lo que recibo, lo cual me pone a la defensiva — digo, si es que con cuarenta aún se van a discotecas.
—Treinta y tres —murmura entre dientes.
—¿Perdona? ¿Qué acabas de decir? —le digo burlona.
—Que tengo treinta y tres —responde, visiblemente incómodo.
—Siete años más o menos no marcan la diferencia.
—¿Y tú, qué edad tienes, niña? ¿Catorce? —dice, virando la tortilla.
—De hecho, veinte —rectifico lo siguiente, no sé por qué—. El próximo año cumpliré veintiuno, así que técnicamente ya no soy una niña.
Dmitry frunce el ceño por un momento, como si estuviera procesando la información. Luego, una chispa traviesa aparece en sus ojos mientras se inclina hacia adelante, aún más cerca.
—Veinte años, ¿eh? —dice con una sonrisa juguetona—. Eso es interesante, me sorprendes, niña.
La intriga por su mirada juguetona me toma por sorpresa, pero si quiere jugar, juguemos. Una sonrisa traviesa se forma en mis labios
—Oh, créeme, tengo más sorpresas de las que te imaginas —respondo con picardía, para dejar salir lo siguiente sin darme tiempo arrepentirme—. Y si decides venir al Afterparty, tendrás la oportunidad de descubrir, tal vez dos o tres de ellas-Dmitry arquea una ceja claramente impresionado por mi osadía.
Dmitry se quedó mirándome fijamente por un momento, como evaluando mis palabras. Luego, una sonrisa pícara se extiende por su rostro, expresando su complicidad en el juego.
—Dos o tres sorpresas, ¿eh? —dice, con una mezcla de diversión y anticipación en su voz—. Me gusta la actitud, niña. Estoy deseando ver qué tienes reservado para esta noche.
Al escuchar la respuesta juguetona de Dmitry, siento una mezcla de emoción y nerviosismo que se agita en lo más profundo de mi ser. Su tono lleno de diversión y anticipación parece acariciar mis sentidos, y no puedo evitar sonreír ante su complicidad. En ese momento, lo veo con nuevos ojos, como si cada palabra que pronuncia revelará una faceta más intrigante de su personalidad. La forma en que pronuncia la palabra “niña” con un toque de complicidad me hace sentir especial, como si estuviéramos compartiendo un secreto entre nosotros.
—Entonces, ¿el señor se anima a venir? —preguntó, tratando de ocultar mi propia emoción bajo una capa de despreocupación.
Dmitry asiente con confianza, su brillo travieso aún presente en sus ojos, siento una chispa de complicidad entre nosotros. En ese momento, me doy cuenta de que hay algo especial en nuestra interacción, algo que va más allá de la simple curiosidad.