Dancing in my own storm.
Bailando en mi propia tormenta.
Ambos caminamos de regreso a su carro, lo veo con intenciones de intentar abrir mi puerta a la que me apresuró a decir:
—No tenemos tiempo que perder— él se queda como estatua en su lugar —Puedo abrir mi propia puerta—Le digo antes de guiñarle un ojo.
Le doy la espalda avanzando hasta la puerta. Una vez ahí intento abrirla, pero esta se encuentra aún cerrada. —¿Me abres o qué? —alzó un poco la voz para qué me escuché.
De su parte se oye una leve respuesta que no logró entender. En ese momento, el carro se desbloquea, nos montamos y empiezo a buscar la dirección. Una vez la tengo en el mapa, le paso el teléfono.
—¿Qué es esto?—pregunta, sosteniendo mi teléfono en la mano.
—¿La dirección? - Sigue mirándome aún con mi teléfono en la mano. —¿Pasa algo?—pregunté al ver que no reacciona.
—El cinturón —dice mirándome directo a los ojos.
Diablo, esos ojos rasgados son simplemente hermosos bajo la luz del carro. Una vez que me coloco el cinturón, él se acomoda, las luces del carro se apagan y el techo completo es alumbrado por pequeñas estrellitas. Es realmente bello como el, no puedo ocultar mi asombro.
—¿Te gusta? —me pregunta, a lo que respondo con un asentimiento de cabeza mientras lo miro como una niña pequeña.
—¿Te encargas de la música? —pregunta, extendiéndome un teléfono. No lo pienso ni dos segundos para coger el teléfono, obvio que me encargaría de la música. —Todo un placer, te acabas de encontrar con la mejor DJ. —Le digo con orgullo, seguro de mis dotes como DJ que claramente eran pésimos.
¿Una pequeña risa sale de él ante mi comentario, para ya finalmente salir camino a nuestro destino? —Algún pedido?—indagó.
—No, sorpréndeme — dice echándome una mirada rápida.
—Bueno, vamos a empezar con un clásico —digo antes de poner la canción—. ¿Algún problema con que suba el volumen? - cuestionó por qué esta música se oye a todo volumen.
La primera canción de la noche es Dura de Daddy Yanky un clásico, pero mi compañero de la noche nunca la había escuchado ni las otras diez que le puse, así que me encargue de ponerle cada una mientras cantaba a todo pulmón con la música a todo volumen mientras me movía en el asiento en un intento de bailar.
Se preguntarán qué pasó con la pena, se esfumó en el momento en que me miró con una gran sonrisa por mis ocurrnecías. Por lo cual quedé babeando y me propuse hacer que no perdiera esa sonrisa en toda la noche y sobre todo que fuera solo para mí. Me había decidido que esa noche dejaría que las cosas fluyeran y que pasara lo que tuviera que pasar.
Alrededor de treinta minutos llegamos a nuestro destino. El lugar estaba demasiado lleno, la cola larguísima, las personas amontonadas eran una locura total.
—Mierda— sale de sus labios al ver a sus alrededores - No hay forma que pueda entrar por el frente, demasiada gente.
—Yo me encargo —digo abriendo la puerta del carro—. Te veo en el parqueo —le dejo saber antes de bajarme del carro, girándome sin darle tiempo a responder.
Camino a paso rápido buscando a las chicas. Una vez las veo en la cola, me encamino al portero. Si corro con suerte, David, un señor de alrededor de cincuenta años, va a estar cubriendo hoy. No somos amigos, pero sí conocidos; hemos hablado en otras oportunidades. Bingo, ahí se encuentra con su gran porte supervisando al otro hacer todo el trabajo.
—Hola - digo para llamar su atención.
—Tú — dice mirándome de pies a cabeza sin perderse ningún detalle—. Te aclaro que, por más que hables, no les voy a dar entrada gratis y menos VIP hoy.
Se me escapa una sonrisa de labios cerrados, una que muchos confunden con una coqueta, pero eso es porque aún no han visto mi lado coqueto seductor.
—Me enorgullece poder decir que no es el caso de hoy — digo aún con mi sonrisa intacta, la cual lo invita a llevar su vista a mis labios.
Su mirada se encuentra entre mis labios y mis ojos, y eso me impulsa a examinarlo mejor. Es un hombre enorme, pelo castaño con canas regadas, ojos azules claros, labios finos y al observar del cuello para abajo todo es grande. Se nota a leguas que es puro músculo, luce exquisito, una lástima, pero en este momento solo tenía una pieza en la menta y era un boxeador de ojos negros.
Traga duro antes de por fin dejar su vista en mis ojos —¿Qué deseas de mí?—se podría confundir como una insinuación, pues sí, totalmente o talves simplemente soy yo, que soy muy mal pensada.
Mm, muchas cosas —vacilo, porque es cierto más entrada gratis y bebidas nunca están de más—, pero en este momento buscándo a quien esté supervisando el club hoy, es más, si es posible, al mismo dueño.
Una rápida sonrisa pasa por sus labios antes de volverse totalmente serio de nuevo. —¿En qué te puedo ayudar? —pregunta dejándome incrédula. ¿No me habrá entendido?
—Pregunté por el supervisor o dueño - repito —. Creo que hablé muy rápido talves por eso no me entendiste.
Una leve sonrisa pasó nuevamente por su cara antes de hablar— Lamentó decirle, pero no contamos con ningún supervisor hoy, pero me presento como Daniel, aunque creó que ya sabias mi nombre— dice estirándome su mano la cual tomo y aprieta como si estuviéramos cerrando una negocio— Dueño de todo esto— finaliza.
La sonrisa se agranda en mi cara; con razón nunca hubo problemas para dejarme entrar gratis o al VIP y muchas bebidas gratis. Me sorprende que está aquí trabajando en vez de estar disfrutando de su local, pero bueno, esto haría las cosas más fáciles y rápidas.
—Perfecto —digo, aun sosteniendo su mirada—. Necesito tu ayuda —le digo para después explicarle la situación, provocando que todo tipo de insinuaciones terminaran al momento y fuera el mismo serio de siempre.
Se portó bastante bien, nos ayudó a entrar por una puerta que quedaba a un costado separado a todo que nos llevaba directo a la zona VIP y las chicas se nos unieron a los cinco minutos.La cara del grandulón no ha cambiado ni hablado desde que llegué con Daniel en busca de él.