Golpes nocturnos y otros miedos

Un ruido

La idea de volver a su habitación empezaba a horrorizarla apenas el sol se ocultaba y la oscuridad empezaba su reinado con recelo.
«Sólo debo cambiar de habitación», pensó aquella joven mientras trataba de convencer a su hermana mayor de que hicieran aquel cambio, al menos por una noche y de esa forma, lograr convencer a su mente de que sólo era una broma de su cerebro.

El reloj de su móvil marcaba las once y cincuenta de la noche, la hora predilecta para dormir luego de una noche, casi de insomnio.

Se metió bajo las sábanas de la cama de su hermana, miraba con atención la ventana que era cubierta con un par de cortinas de tela casi traslúcida que rozaban el suelo. 
Los minutos pasaban y el silencio fue adueñándose del exterior de aquella habitación. Los minutos pasaban y aquel sonido hacía acto de presencia.

Tal vez si esperaba hasta la hora del día anterior lograría escuchar algo pero sus párpados pesaban demasiado cómo para intentar luchar contra ellos. Apenas podía distinguir entre la oscuridad de la habitación y la tenue luz que lograba filtrarse por aquellas cortinas.

De nuevo, dos golpes.

Se sentó de inmediato en la cama, viendo fijamente a la ventana, pero no había nada, ni una sombra, ni alguna presencia extraña, sólo ella.

Abrió de golpe la cortina para sólo encontrarse con la oscuridad de la noche y el patio de la casa de al lado, con el perro de sus vecinos que dormía plácidamente en su casa.

Dejó la cortina abierta mientras retrocedía a la cama, sin dejar de ver la ventana.

Tomó su móvil y le envió un mensaje a su hermana, que seguramente estaría despierta.

«¿Me acompañas abajo?»

Ante la incertidumbre de su hermana, ambas chicas bajaron a la sala, encendiendo la luz de la escalera mientras corrió hacia el ventanal de la sala que daba directamente al jardín y encendió la luz para ver el exterior.

— ¿Qué sucede? ¿Viste a alguien?—preguntó su hermana un poco nerviosa— ¿Debo llamar a mamá?

—No... Sólo creí ver algo, debe ser el sueño—dijo casi en un susurro mientras caminaba de regreso a la escalera.

Antes de apagar la luz de la escalera, dos golpes provenientes del ventanal la detuvieron.




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