Golpes nocturnos y otros miedos

Siete

Ella estaba completamente desnuda, su piel estaba fría y sucia, parecía tierra. Estaba parada en medio de una habitación completamente oscura, y mientras trataba de caminar por ella, tropezaba con vidrios que empezaban a clavarse en sus pies.
Sabía que en esa habitación no estaba sola, lo que haya estado ahí se lo recordaba con aquella risa traviesa que sólo lograban ponerla más nerviosa.
Tal vez sea su imaginación pero siente cómo sí alguien la abrazara por detrás pero aquellas brazos gélidos parecían querer lastimarla.

Cuando logró zafarse de aquel abrazo, huyó despavorida sin rumbo alguno, lo que parecía una habitación simplemente se convirtió en un bosque macabro dónde aquella risa siniestra la perseguía sin fin.
Sólo bastó pestañear para encontrarse dentro de un lago de aguas negras y putrefactas. Ella no sabía nadar y en cada intento de salir sólo lograba hundirse, aquellas manos habían logrado tomarla de nuevo y empezaban a forcejear hasta sumergirse por completo.

Pero sólo era un sueño.

Despertó exaltada, sudando y su respiración jadeante la hicieron reaccionar.

Aquellas sueños empezaban a volverse más reales y tétricos. Habían logrado poner sus nervios de punta hasta lograr que su miedo tomara cada vez más fuerza.

No tenía claro la razón de aquel sueño, en cambio, sabía perfectamente cuando había empezado todo. Aquello había iniciado cuatro días atrás, desde que cubrió el espejo.

Volteó levemente hacia su velador para comprobar la hora: tres y quince de la mañana.

Había escuchado muchas cosas sobre aquel intervalo de tiempo en el que ella se encontraba pero sólo trataba de ignorar aquello en un intento por calmarse.

Nuevamente, dos golpes.

Sabía perfectamente de dónde provenía aquel sonido pero también estaba consciente de no era algo bueno pero aún así, tomó fuerzas de dónde ya no tenía y encendió la luz. Caminó hacia el espejo y le quitó la manta con cuidado.

No había nada nuevo, sólo su reflejo. Se acercó a este y puso su mano sobre el vidrio, tratando de observar más de cerca, dejando su rostro a escasos centímetros de este, hasta que un pequeño chirrido dejó en oscuridad a todas las casa a la redonda.

—Buena broma—dijo casi en un susurro mientras buscaba alguna forma de iluminarse, siendo el flash del teléfono la más cercana.

El ruido no volvió, la luz hizo acto de presencia a los escasos minutos pero aquella espera la había aburrido. 
Nada había pasado en ese lapso de tiempo, llegó a la conclusión de que todo era producto de su imaginación a causa de algún miedo irracional y con esa inseguridad fue a dormir, tomó sus auriculares y los conectó al móvil, aislándose de todo ruido ajeno a la música que escuchaba hasta dormirse.

 




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