Quetzal Sallow
Habían pasado dos días desde que había llegado a su nuevo hogar, su casita de muñecas, como ella la había bautizado. Parecía mentira todo lo que había pasado para que ella pudiera estar en ese lugar, alejada de todos. Alejada de su familia por completo.
Permanecía de pie, frente a la pequeña ventana que tenia la vista hacia la calle principal. Lo único que la separaba de que las personas que transitaban por esta la miraran desaliñada y sin maquillaje alguno eran, la cortina estilo Europeo de color rosa pastel.
En sus manos sostenía su preciada taza de su villana favorita, Cruella Devil. La hora del café.
El día afuera era maravilloso, el cielo azul sin una sola nube que lo adorne, los leves gritos de los niños en la calle jugando futbol y corriendo como locos detrás de una pelota como si no hubiera un mañana. Quetzal sintió una leve punzada en el fondo de su corazón. Ella deseaba tener esa edad en esos momentos, donde los problemas eran de los adultos y los niños, solo se divertían sin problema alguno.
Quetzal deseaba desde lo mas profundo de su corazón que, el día fuera gris, oscuro, lleno de nubes cargadas de agua para que estas, cayeran sobre el asfalto y se formaran ríos que se llevaran todo a su paso, pero, nada de eso ocurría ese día.
Quería que la lluvia empapara su cuerpo y, se llevara las lagrimas que lleva acumulando desde aquel día. El día en que, conoció la traición de su propia familia y su prometido. Desde ese día, sentía un corazón bastante vació, hasta podría decir que, había dejado de latir por completo, de no ser por un chico de ojos verdes, que hace que sus piernas y emociones se desborden cada vez que lo tiene de frente.
Quería llorar en esos precisos momentos, quería dejar salir todo su dolor pero, no salía nada. Es, como si hubiera algún tipo de interruptor, encargado de apagar esas emociones. Sabía que esa tristeza no la abandonaría, al menos que ella se desbordara como los ríos y se llevara todo a su paso.
Se arrodillo y, coloco su taza aun lado de ella. Coloco ambas manos sobre sus piernas y agacho la mirada.
__¿Donde están tus lagrimas Quetzal?
Por mas esfuerzo que hiciera, por mas escenarios tortuosos que se pusiera en la cabeza, estas lagrimas, no cedían ante ello. Quetzal no era una mujer fría y mucho menos sin sentimientos y calculadora, al contrario. Era una persona que daba afecto, amor y te brindaba su sincera amistad.
De la nada, Quetzal empezó a reír a carcajadas. Pero, era una risa vacía. Como si estuviera ensayando para reír de esa forma. Se puso de pie y se fue a su pequeña habitación, se ducho y se cambio de inmediato. Tapo muy bien esas ojeras pronunciadas debajo de sus ojos, tomo su bolso y salió a la calle.
Salió sin rumbo fijo. Cuando finalmente se dio cuenta, había llegado a un pequeño parque el cual, tenia unos cuantos juegos para niños, una caja de arena, varias bancas y un par de columpios entre otras cosas.
Sonrió melancólica y subió a uno de estos.
Estuvo sobre este durante bastante tiempo, balanceando su cuerpo. Sintiendo el aire tibio y a la misma vez frío en el rostro.
Pero, algo la hizo detenerse de inmediato.
Arrastro sus pies sobre la tierra y se detuvo poco a poco. Miro sobre su hombro y ahí se estaba el motivo por el cual se detuvo.
Un niño de unos diez años, sucio, con el cabello enmarañado y la ropa rasgada y los tenis con algunos agujeros. Frunció el entre cejo y se le quedo mirando al rostro. Las mejillas llenas de mugre le recibieron con una sonrisa sincera y cálida.
El niño se acerco a ella y se le quedo mirando. Quetzal por su lado, apretó con fuerza las cuerdas que sostenían el columpio. Se había detenido porque sintió unas manos pequeñas en su espalda baja. Ahora entendía.
_¿Por qué tienes una mirada triste? ¿Acaso tienes un corazón roto?
Quetzal parpadeo varias veces y escondió la mirada.
_Hola, mucho gusto, me llamo He-man ¿Cuál es tú nombre?
Quetzal se atraganto con su saliva al escuchar ese nombre de caricatura y sonrío sinceramente. Regreso la mirada al niño y lo analizo.
__¿No tienes una familia que te espere He-man?
_No. Lamentablemente nadie espera por mi.
La forma en la cual lo dijo, hizo que Quetzal sintiera escalofríos por todo el cuerpo. Es como si estuviera acostumbrado a la misma pregunta.
Trago saliva un par de veces antes de hablar.
__¿Donde vives?
_Ya sabes, aquí, allá, en una esquina, en algún callejón oscuro. Donde la noche llegue, busco un lugar donde dormir.
Ella lo miro con tristeza
_Bueno, se esta haciendo tarde. Nos vemos mañana Cruella.
Se atraganto con su propia saliva y se miro la camisa negra que tenia puesta. Efectivamente tenia esas bellas palabras. Cruella.
Miro como el pequeño cuerpo de ese niño se perdía en la lejanía. Como poco a poco desaparecía por completo.
__¿Qué estas haciendo Quetzal?
Se levanto con una furia ardiente desde su interior y se encamino por el mismo lugar por el cual, He-man había partido. Lo busco por todos lados pero, no había señales de él.
Llego a un lugar donde venden Donas y compro una caja de estas. Camino de regreso a casa. Pero, al pasar por callejón apenas alumbrado los gritos de dolor la hicieron detenerse de inmediato y adentrarse en ese lugar, un lugar con apenas luz y con un olor nauseabundo.
Los gritos ahogados y los golpes secos se escuchaban como ecos a los largo del lugar, seguido de crueles palabras.