Goodbye Road

2

03 de agosto

 

Era domingo. Como siempre, Emilia se había levantado temprano. Luego de bañarse había comenzado con la limpieza pues ni su abuelo ni su padre se levantaban temprano para hacer el desayuno. Aileen le había marcado la noche anterior para quedar en una tarde de chicas que ya tenía completamente bien planificada. Pese a los miedos de su querida amiga, y aunque no habían entrado aún a la universidad, ninguna se había distanciado y lo más que habían dejado de verse, habían sido las dos semanas que, tanto Aileen como Wendy, habían salido de la ciudad por vacaciones familiares.

Miró el reloj antes de salir a tender la ropa, nunca usaba la secadora a menos que fuese totalmente necesario, eran las diez con treinta, tenía tiempo de echar otra carga y limpiar el estudio de su abuelo. Además, quería llevar unas cajas al bar, que estaba a la vuelta de la cuadra, justo detrás de su casa, conectado por un pasillo techado. Quizá también le daría tiempo para sacar las facturas de unas notas del bar que su padre había dejado en la oficina.

Puso manos a la obra. A diferencia de Aileen, ella nunca podía planear las cosas y terminarlas tal cual había previsto, pues siempre deseaba abarcar un montón a la vez. Ya sabía de antemano que dos de las cuatro cosas que planeaba hacer las dejaría a medias. Se decidió por echar más ropa a lavar y correr a llevar las cosas al bar. Mientras entraba a los portales correspondientes para sacar las facturas, eso en la oficina del gerente —su padre—, se dio cuenta de que habían dejado unos taburetes de la barra de la planta alta mal acomodados. Miró con impaciencia el ordenador. El internet era horriblemente lento cuando quería. Se fue a acomodar los taburetes, regresó y solo una de las cinco páginas había cargado. Sacó la factura. Dos más cargaron luego de diez eternos minutos. Las cadenas comerciales deberían de tener mejores servidores, al estar jugando en Facebook pudo darse cuenta que su internet no era el lento. Dejó las dos restantes por la paz, esas páginas no se iban a cargar es esta vida. Regresó a su casa, mientras limpiaba uno de los estantes, donde su abuelo mantenía libros antiquísimos, escuchó la alarma de la lavadora. Dejó los libros sobre el escritorio junto al paño con el que les quitaba el polvillo que se juntaba durante la semana, y se marchó a tender la ropa. No echó otra carga, de alguna manera ya solo faltaba cuarto para el medio día y, conociendo a Aileen como lo hacía, estaría llegando en unos momentos, porque siempre arribaba con diez minutos de anticipación. Más tardó ella en ir a lavarse de nuevo los dientes cuando Aileen ya estaba tocado al timbre del portón, haciendo que la bien conocida melodía sonara. Era Beautiful boy, de los Beatles, su padre la había mandado poner desde que se habían mudado a esa casa, cuando ella tenía seis.

Escupió y se enjuagó la boca. Se miró al espejo y frunció el ceño, a veces su aspecto no le gustaba, y no porque tuviera el autoestima en el suelo, no, no. Ella sabía que no era, ni sería jamás, una belleza que desfilaría con Victoria’s Secrets, pero no se sentía la más espantosa de las chicas, en realidad se consideraba alguien bastante normal, que no llamaba la atención como esas mujeres que son privilegiadas con una belleza sin igual. No hermosa, no horrible; era solo normal, y le gustaba ser así, se sentía bonita a su manera.   

Cuando bajó, su abuelo estaba en la sala, platicando con Aileen, todavía vestido con su pijama.

   —Y ayer, que Jaime fue a cenar a la casa, lo hice por fin. La verdad te agradezco el consejo, abuelo Rodrigo, la salsa poblana me quedó espectacular y esta vez me salieron increíbles las crepas de pollo —Aileen sonrió, sus ojos oscuros y rasgados agrandados de la emoción—. Por fin logré que la mezcla perfecta. No sé por qué antes siempre batallaba con ella.

Su abuelo sonrió con ternura, él también las había adoptado como familia. Siempre que podía ayudaba a Aileen con sus recetas, sobre todo desde que ella decidió estudiar gastronomía.

   —Holi, poli, ¿por qué siempre los tengo que encontrar hablando de comida? —Emilia se dejó caer en el sofá a un lado de Aileen.

   —¿Sabes?, cuando dices eso siento que soy una tragona y no una futura estudiante de gastronomía.

Emilia alzó la cabeza para sonreírle a su amiga, ya que era varios centímetros más baja que ella.

   —Futura mejor estudiante de gastronomía—dijo el abuelo Rodrigo a Aileen—. Olvidémonos de la enana y sigamos con lo nuestro. Dime, pequeña, Jaime se enamoró más, ¿cierto? El corazón de un hombre es conquistado con el estómago.

Aileen se puso roja como un perfecto tomate maduro. Se giró en busca de algo, aclarándose la garganta y volvió la vista al abuelo Rodrigo. Asintió apenada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.