Gp Amore

Capítulo 2

Salto del helicóptero y voy al interior de mi casa la cual fue demasiado pesar construir, quería algo mío, propio, original y pobre del arquitecto e ingeniero que trabajaron en ese entonces, porque ni yo me toleraba, todos hemos sido adolescentes y yo fui de las peores; tampoco es cómo que ahora me vaya a justificar porque sí he hecho cosas mal sabiendo que no era correcto.

Voy a cambiarme de ropa porque no puedo llegar y entrar a donde constantemente me juzgan, no puedo llegar con un short y una camiseta que deja a la vista mi ombligo. Opto por un pantalón de tela que complementa mi figura, un body blanco para que combinen con los tacones del mismo color y sobre ello un abrigo de cachemira color café claro.

Subo al auto más cercano que encuentro en mi garaje enorme, es cortesía de DiV, MI gran fábrica automovilística que tiene más de 90 años en la industria y ha pasado por demasiadas generaciones, donde por primera vez dirige una mujer y por eso también me da miedo dar la cara.  

En sólo cinco minutos llego a la sede central de DiV en Biassono, aparco en mi lugar predeterminado y camino hacia la increíble entrada, en realidad no tiene nada de innovador. Me encuentro con demasiadas personas para tener casi todo el norte del lugar para trabajar, demasiado que saludar y mantener una sonrisa que es de todo menos natural.

—Hola, necesito saber del nuevo piloto —aviso rápidamente—. Es decir ya está listo, pero tengo que hablar con él porque así lo pidió y no quiero arriesgarme a perder esta temporada.

Mi asistente me mira cómo si estuviera loca y fuera el ser más despiadado del mundo, pero ella tiene claro que no soy así, es sólo porque ese chico me está dando más dolores de cabeza que Alessandro y Marc, porque Mariano es un amor.

—Claro, ven conmigo, está viendo los autos —sonrío con nerviosismo, no quiero dar la cara.

—Bien, pero no quiero que me conozca cómo la jefa, diré que soy la asistente —sí, por un momento soy valiente y al siguiente la más cobarde del mundo.

—Está bien —rueda los ojos con fastidio, se los permito porque sé que me cuidan y quieren lo mejor para mi.

No quiero que nadie me conozca por quien soy y quienes saben la verdad han firmado un contrato de confidencialidad, me muero si se enteran que soy mujer y no hombre cómo mis padres mintieron a todo el directorio, siempre desearon a un hombre y me he matado para estudiar y tener de todas las bases posibles para que no me lleguen a discutir que no sé dirigir esto, pero aún así aparezco en todos lados. A cada persona, dependiendo de quien sea, le invento un cuento que se pueda llegar a creer, porque quiero que lo oficial, será oficial.

Vamos a los carritos en los que se recorre todo el lugar para no caminar. Mi asistente número 1 conduce porque yo voy tratando de ver que nadie se haya dado cuenta de mi like que luego quité, detesto cuando pasan esas cosas, de estar stalkeando a alguien y das un doble toque sin querer.

—Llegamos —avisa y el carrito se detiene—. Ve, yo voy de inmediato.

—Bien. 

Salgo y voy a donde está el museo de los autos de Fórmula 1, era obvio que podría estar aquí porque es lo qué más importa. Muerdo mis uñas que por suerte son de poligel para no dañar las mías, porque últimamente he estado haciendo eso a causa del estrés.

—Me causa demasiada inseguridad saber que no hablaré con el jefe, es que es extraño y ya de por sí nadie conoce al dueño de la marca siempre envía a su hermana y en mis investigaciones sale que los Di Vaio no tuvieron dos hijos. 

—Es que no se deja ver simplemente, es por ello que nuestra ingeniera principal es quien vendrá.

—¿Es ella? —se queda en silencio porque nadie le responde, luego le resta importancia—. Da igual, yo quiero hablar con el dueño.

—Pues aquí estoy, ingeniera, jefa, dueña y patrona, la Puta Ama. Pusiste tu vida en mis manos cuando firmaste —aviso avanzando mientras mantengo mi vista recorriendo el espacio, no me gusta ver la mirada de otros en mi, siento que me puedo caer. Y sí, utilicé la icónica frase de la icónica, Georgina.

—¿Tu? ¿De verdad? —me ve de pies a cabeza, por suerte me vestí bien— ¿En qué momento? Sin ofender, pero me dijeron que eras hombre.

—Y nadie jamás sospechó que podría ser mujer quien hiciera que esto creciera mucho más que antes, así que ¿Quieres decir algo más? ¿Ofenderme para llenar tu hombría? —me hago la desinteresada y miro los automóviles, además me doy más méritos de los que tengo porque la temporada pasada fue un asco en comparación con los otros de cuando recién comencé.

—No, nada —soy consciente de que me mira fijamente, pero no soy capaz de mirarlo—. Sólo me pregunto si una pequeña niña puede liderar.

—Esta pequeña niña, puede hacer cosas que todos creían imposible —musito sonriendo mientras mis dedos recorren el vehículo—. La cosa ahora, es si tú puedes darme ese campeonato que tanto deseo. ¿O se lo seguimos dando a Hamilton o Max?

Me doy el valor suficiente para verlo a la cara, y si no fuera porque Marc sigue en mi mente, alma y corazón, hubiese mirado mucho más a este chico frente a mí, porque sí que es guapo.

—Linda, puedo darte todo cuanto quieras —sus palabras tienen doble sentido, lo presiento, aunque tal vez sólo soy yo con mi neuroticismo.

—Espero que así sea. Mike, muestrale el equipo al novato, por favor —me giro dando la orden y camino hacia mi asistente—. Quiero buenos números.

—Confía en ello, Jefa.

—Uhum.

Muevo mi cabello rubio que ya está demasiado largo y me voy al taller donde he pasado los últimos días diseñando mi nuevo auto de temporada porque necesito renovar mi garaje. Llego y saludo a todos quienes soportan verme llorando, gritando, pateando y lanzando de todo cuando nada sale cómo quiero, es que así va siendo mi estabilidad emocional. 

—Tenemos los cálculos que pidió —señala un chico cuando me quito el blazer y me pongo la camiseta amplia que suelo utilizar para que nadie se fije en mi cuerpo.




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