Gp Amore

Capítulo 20

—Da igual, yo puedo amar por ambos —me encojo de hombros restando importancia a lo que dije y me vuelvo para ver la fachada del edificio frente a nosotros.

—Creo que alguna vez yo dije algo así, es decir, me robaste esa frase.

—O podemos compartirla —abre la boca sorprendido.

—¿Me estás coqueteando abiertamente, Marion Di Vaio?

—¿Eso crees? —susurro mojando mis labios muy perfectamente planeado.

—¿La verdad? —dice entrecerrando los ojos mientras acerca su rostro al mío, gesto que me pone nerviosa pero no puedo delatar mi nerviosismo, asique no me alejo ni nada por el estilo—. No se que creer.

—Bueno, puedes pensar mientras caminamos a mi yate —me adelanto y lo miro por sobre mi hombro antes de volver mis lentes a su anterior lugar, sobre el puente de mi nariz.

—Marion —toma mi cintura y me gira haciendo que quede completamente pegada contra su pecho—. Ya deja de jugar conmigo, lo digo enserio.

—Lo sé, pero es que no sé qué hacer, contigo me transformo.

—Marion, me haces mal pensar —río nuevamente y dejo un beso suave en su barbilla.

—Mira, estoy segura de algo, contigo mis planes se esfuman. Además no sé nada sobre cómo tú te sientes y eso me hace todo más difícil.

—Bueno, con decirte que no sales de mi cabeza —me guiña un ojo y lo noto nervioso, eso también me alerta a mi.

—No me dices nada —susurro pidiendo que hable, que se abra y así no meter la pata yo sola.

—Bueno, adoro tenerte aquí, pero no sé si eres mi amiga o quieres algo más.

—Podemos seguir con esto de la amistad —murmuro lentamente insegura, es que yo quiero saber que es lo que él quiere y no me dice.

—¿Y? ¿Por qué dejas las frases abiertas? —suspira frustrado y da un paso lejos de mí—. Das a entender algo más ¿Es eso lo que quieres?

—Creí que eras más relajado, Drake Martin —me cruzo de brazos para abrazarme.

—¿Sabes? —me mira y volteo a ver el suelo, quiero sentir que no vuelo—. Prefiero sentir y así tu planeas, te cargo la responsabilidad.

—Drake —le llamo y esta vez ya todo es seriedad, esta conversación no se debería dar en medio de la calle, pero por lo menos ninguno está gritando—. No sé si quiero un título y por eso no sabía que pasaba contigo, porque mi corazón aún sigue llorando a alguien y no lo puedo obligar a amar a alguien más, el dolor está ahí y el miedo también, aunque mi mente ya me diga que eres una persona a quien lo puedo confiar.

—Eres tan adorable —se acerca y me abraza, reposo mi frente en su barbilla y respiro su perfume—. Puedo cuidar de ambos y tu amar por ambos, podemos hacerlo en conjunto. Puedo esperar Marion.

—No te quiero obligar a hacerlo, no me quiero apurar y sé que te puedes cansar.

—No lo creo, eres mi meta Marion Di Vaio —sonrío complacida con lo que ha dicho, pero le bajo un cambio a sus palabras para no sentirlas tan pesadas.

—No digas mi apellido todo el tiempo.

—¿Por qué? —Lo puedes desgastar —ríe y así es cómo se recupera todo nuestro entorno amarillo de risas, a pesar de haber atravesado un raro y melancolico momento.

—¿Vamos a caminar?

—¿Dónde me llevas? —Me pongo el gorro otra vez.

—A esa fuente de ahí para pensar —indica mientras tomo su mano nuevamente.

—¿Tu piensas?

—La verdad es que eso ni siquiera es una ofensa para mi porque hasta yo mismo me lo pregunto —río suavemente y marco un ritmo lento al caminar, no me quiero cansar.

—Oye, quiero que seas sincero conmigo.

—Ya lo soy —me mira confundido y suspiro reposando mi cabeza contra su brazo—. Oye, solo disfruta.

—Ya. ¿Si caminamos por el puerto?

—¿Me llevas a tu yate?

—¿Quieres ir? —asiente y suspiro acomodando mi jockey—. Entonces vamos, de todos modos ya hasta has estado en mi casa.

Ríe y camina a mi lado, el viento se siente justo ahora y me encanta aunque sienta frío. Miro hacia el océano, la verdad es que el agua me encanta, es cómo si me llamara.

—¿Vas a ir a Bakú, también?

—No puedo, tengo que viajar ese fin, pero para la siguiente podría estar.

—La siguiente de Bakú es Montreal. 

—Lo sé, me conozco todas las fechas, soy una f —miro mi celular y descubro que la razón de que no dejara de vibrar era porque mi primo me está llamando.

—Atiende —murmura mientras se va a sentar a una banca viendo hacia el puerto.

—Dime, Mariano —miro el suelo y camino un poco  

Hola ¿Fuiste a Mónaco? —saluda tan animadamente como siempre.

—Sí —digo riendo por los gritos de Kendall de fondo, al parecer Mariano no sabe ordenar sus cosas.

—¿Y qué tal?

—Pues, estamos hablando.

Con el cuerpo, me imagino.

—Mariano —riño bajito.

Marion, ya no eres virgen.

—¿Sabes? Ve tu a hablar con tu esposa, corporalmente me refiero —no puedo ocultar que río divertida, sobre todo cuando escucho su carcajada.

Ya lo hicimos, por eso te llamo de tan buen humor.

Idiota. Te voy a cortar.

—Que no se te olvide que yo te impulsé a ir.

¿Qué quieres? —Los conozco tanto como ellos a mi.

—Que me invites a Montreal. Y a mi esposa también.

—Vale, está bien.

¿Sí? —le cuelgo y suspiro antes de ir con el rubio que tiene la atención puesta en su celular. 

—Volví —susurro y el chico me mira, se levanta y aunque queda muy cerca de mi no me hago a un lado—. ¿No tienes hambre?

—La verdad es que no, pero ¿Y tú?

—Podría, un poco, tal vez.

—¿Vamos a comer? Puedo pagar con mi celular, no te preocupes por eso.

—Pero no hemos reservado —sonrío y mojo mis labios nerviosa—. ¿Tu si?

—Tenía un plan antes de venir —me observa asombrado y sonríe antes de suspirar—. Estamos muy cerca, es en Le Grill, se supone que cenaría ahí con o sin acompañante ¿Quieres ir conmigo?




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