“Albertina vivía en un pueblito de Italia donde cultivaban granadas. Estas frutas se exportaban alrededor del mundo. Eran rojas, estaban formadas por pequeñas semillas del mismo color y eran deliciosas. Una tarde soleada, la niña fue hasta una plantación con su amigo Adriano. Jugaron y corrieron alrededor de los árboles y entre risas se sentaron bajo uno de éstas plantas. Adriano tomó dos granadas, una para él y otra para Albertina. Las abrieron pero en su interior no estaban las semillas rojas habituales sino que eran semillas que brillaban como diamantes. Los niños se miraron asombrados y comenzaron a reír a carcajadas. Cuando volvían a sus casas iban hablando de las cosas que se comprarían con los diamantes.
-Me voy a comer un helado gigante con doscientos gustos que llegue hasta el techo – dijo Adriano.
-Y yo me voy a comprar un oso que me abrace y diga mi nombre. También quisiera una biblioteca inmensa y allí sería mi habitación.
-Y yo quiero volar mi propio avión.
Así siguieron soñando los niños hasta que llegaron a sus hogares. Cuando Albertina le mostró a su madre las granadas que encontraron dio un grito fuerte de alegría. Ambas familias, las cuales eran de condición humilde, pudieron comprarse una casa grande con jardín y un vehículo. Albertina tuvo su oso y su biblioteca, Adriano comió muchos helados gigantes pero hasta que no fuera mayor no tendría un avión.
Muchas familias de alrededor del mundo que compraban granadas de Italia también se hallaron con la misma sorpresa en el interior de la fruta.
Una noche de otoño anterior a que los niños hallaran las granadas con diamantes, un hada había pasado por allí y en un descuido dejó caer sobre algunos árboles polvo mágico.”
Editado: 08.05.2019