A través de mis ojos, noto que todo es más claro, sé que ya no es de noche, y aunque aún quiero seguir durmiendo abro mis ojos lenta y perezosamente, la luz que entra por las ventanas de la habitación me encandila así que los entrecierro. Veo mi reloj y son las dos de la tarde, me paro de la cama, veo al otro lado del cuarto y no distingo a Mine recostada, así que paso caminando por al lado de su cama y voy directo hacia el baño a cepillar mis dientes.
Aun atontada por el sueño salgo completamente de la habitación. Bajando las escaleras a la mitad de ellas por mi distracción, casi me caigo, pero pude detenerme gracias a la barandilla (rápidamente el sueño me abandona) me estabilizo y sigo mi marcha hasta la sala cuando oigo y noto por el rabillo del ojo que Mine está viendo el CD del primer capítulo de la primera temporada de The Walking Dead en la TV, esa era nuestra serie favorita desde el día que la conocimos y, a nuestra madre también le gustó mucho cuando se la presentamos, lo único que ella no le gusto y no vio fueron esas cortas escenas en donde le practican “tortura” a alguien.
Cuando pasaron esas escenas en la cual el Gobernador tenía a Andrea dentro de una pequeña habitación, ella estaba esposada a una silla, y en una mesa que avía allí estaban unas herramientas como para torturar, mamá no tuvo las suficientes agallas, hasta se fue para no verlo, a mí me dio risa al principio pero después me deje de reír y le pregunte qué porque no le gustaba eso, ella simplemente me dijo “No me gusta y ya”
Mine está sentada en el sofá color crema que mamá había comprado a discusión en una tienda donde venden cualquier cantidad de baratijas, a mí personalmente nunca me gusto ese sofá, ni la tienda, pero frente a mi madre fingía que sí, no quería lastimar sus sentimientos ni nada por el estilo.
Distinguí un olor particular, sabía que era eso, ¡cómo no reconocer mi comida favorita! era pollo frito, tan exquisito como mi madre lo sabe hacer, de tal manera que se derrite en tu boca.
Mine se percató de mí, volteó y me miró con una sonrisa.
“Hola bella durmiente, buenas tardes. Sí que duermes, ¿sabes?, a veces pienso que invernas”
Me vio de arriba hacia abajo con esa sonrisa que ella utiliza para fastidiarme.
“Me imagino que no te has visto en el espejo, ¿verdad?”
Sabía a lo que se estaba refiriendo… con eso. No me había arreglado en el baño cuando tuve la oportunidad. Puse una cara de broma y le devolví una sonrisa falsa.
“Ja, ja, muy graciosa. No tenía ganas de arreglarme, de todas formas no me desarreglo al dormir”. “¿no te parece eso raro?”
Puso una cara de pensar con la mano izquierda en su barbilla, salió una risa pequeña de mi boca pero la aparte antes de que se diera cuenta.
“No creo que sea raro, todo depende de cuánto te muevas en la cama al dormir”
Mamá nos oyó, ya que dé pronto apareció a mi lado, estaba bien arreglada como para salir con alguien en una cita, tiene puestos unos botines negros que están de moda, lleva uno de sus vestidos favoritos hasta las rodillas, de un color verde oscuro, a mi parecer ese vestido es muy simple pero espectacular, no a todas las mujeres de su edad les queda un vestido como ese, su precioso y liso cabello amarillo casi blanco lo lleva suelto, lleva puesto su anillo de bodas bañado en oro, que siempre suele usar, sus ojos son verdes, pero se parecían a los míos, apagados y sin vida, aunque ese tipo de ojos le quedan de maravilla.
Mamá tiene unos cuarenta y tres años, pero aparenta unos veinte.
La apariencia para ella es importante, por lo cual su piel es clara, tersa como la porcelana limpia y suave, es delgada, con el cuerpo de una modelo.
Las personas siempre suelen confundirla con alguien de menos edad. A pesar de su apariencia juvenil mama es una mujer muy sabia.
Me ve a los ojos y dice con ternura.
“¡Ah!, buenas tardes dormilona por fin te despertaste. Bueno a comer… está listo el almuerzo, me imaginó que con el olor sabrás que es”
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Editado: 27.10.2018