Granate

cap 15

De alguna manera que ni yo me puedo explicar, lo que él me dijo fue un insulto para mí, porque de repente explote de rabia por lo que él me dijo.

Contesté con la voz molesta, no subí el tono para que no se despertasen Mine o mi madre.

“¡Ya basta!”

“No lo tolerare más, eres lindo pero muy molesto. Si me puedes hacer el favor de irte y no regresar más nunca en la vida, te lo agradecería”.

Iba a hablar pero yo lo interrumpí.

“Si viniste a molestarme mejor vete, pero si tienes otra causa es mejor que lo digas. ¡Pero ya!”.

A estas alturas yo misma me puse a meditar, que porque, un rato era amable con él, y al siguiente soy la mala, es como si dos personas controlasen mis sentimientos y me hicieran ser mala con él un momento y después actuara como la típica adolescente que se enamora de un chico. Verdaderamente no sé qué me pasa, es como si él me hubiera desajustado los sentimientos, y ahora no tuviera control sobre ellos.

¡Pero qué demonios me pasa!

Y lo que más me impresiona es que él tiene paciencia con mis cambios de humor, se merece una medalla de oro por soportarme en este momento.

“De nuevo te pido disculpas princesa. Si hice o dije algo que no te haya gustado, te ruego me disculpes”.

En realidad nada de lo que él había hecho o dicho antes me había gustado. Obviamente no le voy a decir que lo perdono.

Para por unos segundos y prosigue con las manos en los bolsillos, al parecer es una costumbre para él hacerlo todo el tiempo.

“Mi razón de estar aquí es porque, te quería ver de nuevo. Me sentía solo”.

“Pero… ¿Porque yo? ¿Es que no te das cuenta de cómo te trato? ¿En serio no prefieres estar con cualquier otra persona?”

“¿Por qué tú? Bueno, en mi trabajo nuevo tengo la opción de hablar con mis compañeros, también la tengo en la universidad ya que soy el más listo, guapo y popular, ha, bueno, quien no querría hablar conmigo, y además tengo a muchas chicas con las cuales hablar y muchos compañeros de clases con los cuales puedo charlar de cosas más entretenidas que contigo. Claramente puedo ver el trato que me das, en ocasiones eres rústica, odiosa, tal vez mala y fastidiosa pero eso no afecta mis sentimientos, aunque conozca muchas personas en tan poco tiempo, no me apetece charlar con ninguna de ellas, y si, preferiría hablar cien mil veces contigo que con cualquier otra persona, aunque la conversación se trate solo de tus gritos y quejas hacia mí. La primera vez que nos conocimos y tuvimos una conversación juntos tú fuiste más amable y chistosa conmigo, y aunque ahora no lo estés haciendo, aun hacia esas cosas tuyas no cambiarán mis metas a llegar a enamorarte de alguna forma”

Cuando Qiang estaba mencionando esas cosas sobre mí, la vergüenza y la molestia se instalaron en mi rostro, y mis mejillas se pusieron coloradas, no quería que él me viera de esa manera así que hice lo más estúpido e idiota que he hecho en toda mi vida, me tape los cachetes con las palmas de las manos, ni siquiera sabía porque me importaba tanto que él no me viera las mejillas coloraditas.

Tengo que ser sincera conmigo misma, esas últimas palabras hicieron que mi corazón extrañamente saltara de, ¿alegría?, No podía hacer que él se diese cuenta de mí “alegría” así que me forcé a poner mi rostro confundido.

“¿Así que yo te gusto?”

“Si princesa, me gustas desde aquella vez que te oí cantar y te vi tocar ese piano”

“Mentiroso, no te creo”

Esas palabras salieron de mi boca rápidas, secas y sin piedad, pensé que con eso el me dejaría tranquila pero algo me decía que no sería tan fácil apartar a este idiota de mi lado.

Todavía teniendo las manos en mis mejillas veo como Qiang se mueve acercándose a mí con lentitud, se para en frete de mí, esa colonia que el lleva puesta vuelve a irrumpir agradablemente en mi pequeña nariz, haciéndome inevitablemente inhalar para poder oler mucho mejor ese exquisito aroma que lleva encima de él, esta vez yo no retrocedí quería demostrarle a él y a mí misma que no tenía miedo o vergüenza de estar cerca de él.

“Tal vez esto te haga cambiar de parecer”

Mantente firme.

Qiang empezó a levantar sus manos y me agarro las muñecas lenta y delicadamente todavía viendo mis ojos con ternura, y yo de idiota permití que me tocara, le debí haber dado una tremenda cachetada, una patada en el trasero y mandarlo a comer tierra, pero en vez de eso permití que me agarrara las muñecas y que las apartara del rostro, ahora tan rojo como un tomate.




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