Edward Terfassi
No puedo decir que tengo una vida común y corriente, hay aspectos de mi día a día que no todas las personas de más de 20 años hacen, dicen o piensan. Tampoco es como si yo o lo que me rodea sean la octava maravilla del mundo, simplemente creo que hay cierta diferencia entre una vida común y corriente y una vida común y normal.
Digamos que estar sentado en el sofá de la sala de estar de tu mejor amiga mientras ella discute con su madre no es algo que le pase a todo el mundo, a esto me refiero a las pequeñas cosas que hacen mi vida un poco diferente respecto a la de los demás
― ¿Ya habrán terminado? ― cuestiona Marcus, quien me ha estado acompañando prácticamente desde que acordamos salir a desayunar hoy.
Puedo considerar a Marcus mi mejor amigo, desde que nos conocimos tuvimos una buena conexión, no hacemos cosas estúpidas juntos como el resto de los “mejores amigos” pero está bien, no necesitamos hacer ese tipo de cosas para sentirnos cercanos, además ya no tenemos dieciséis años como para actuar sin pensar.
― ¡No está bien que siempre estés rodeada de hombres!
Escuchar esa frase viniendo de la boca de la madre de Vanessa es un indicador de que pronto nos iremos. Ahora la chica soltará algún comentario que deje sin palabras a su progenitora, bajará a la sala de estar como si nada hubiera pasado y los tres nos iremos para reunirnos con el resto de los chicos.
Puedo estar seguro de que sé que es lo que pasará a continuación, conozco bien a Vanessa o porque este tipo de discusiones se dan cada que vengo por ella.
― Bajará en… cinco, cuatro, tres, dos, uno.
Y como si fuera magia los pies de Vanessa se asoman por los escalones y posteriormente alcanzamos a ver su cuerpo completo, ella baja con una sonrisa que muestra sus dientes y nos saluda con un gesto de mano
― ¿Nos vamos chicos? ― dice sin borrar la sonrisa de su rostro.
— Adelante ―le respondo.
Ella se acerca a mí y se engancha de mi brazo para comenzar a caminar, Marcus nos sigue de cerca.
Salimos de la casa y nos dirigimos a mi auto, Vanessa sube al asiento del copiloto y mi amigo se va a la parte de atrás. De inmediato emprendemos el camino para reunirnos con el resto de nuestros amigos.
―Perdón si tardé más que de costumbre chicos ―habla la chica mientras se retoca el maquillaje.
― ¿Qué te dijo esta vez? ―cuestiono.
―Lo de siempre ―se limita a decir.
Sin necesidad de hablar, los tres llegamos a la conclusión de no profundizar demasiado en el tema, Vanessa nunca ha mostrado molestia o incomodidad al hablar de los problemas con su madre, la razón por la que no lo hacemos es porque sus discusiones son las mismas, realmente no cambian y siempre es Vanessa quien tiene la madurez suficiente como para dar por terminadas esas peleas.
Es increíble que ella sea más madura que su madre, los problemas con su exesposo afectaron a esa mujer.
A Vanessa la conozco desde los 18 años cuando entré a la universidad y curiosamente ambos estudiamos la misma carrera, rápidamente nos hicimos amigos y poco a poco fuimos conociendo al resto de los chicos.
Marcus, Alessandro, Dante, Franco y Carlo todos nosotros formamos nuestro pequeño grupo de amigos. Así es, nuestra querida Vanessa es la única mujer entre nosotros pero a ella no le afecta en lo más mínimo y a nosotros tampoco, ella siempre ha dicho que se siente más cómoda conviviendo con nosotros a tener que estar con otras chicas, le creo, a pesar de ser muy femenina tiene una buena conexión con nosotros seis.
A ella la quiero demasiado, me atrevería a decir que es la chica más especial e importante que tengo en mi vida y, honestamente, podría vivir sin el resto de mis amigos siempre y cuando la tuviera a mi lado, somos mejores amigos y estoy seguro que ella piensa lo mismo de mí.
Realmente no la cambiaría por nada ni nadie. Podría pasar el resto de mi vivida junto a ella y la seguiría admirando porque a pesar de todo lo que ha pasado sigue igual de segura que siempre.
Llegamos al lugar acordado para desayunar con el resto de nuestros amigos y vemos a lo lejos que ya están sentados esperando por nosotros, Franco se percata de nuestra llegada y hace una seña indicando que nos apresuremos, a la vez Alessandro se masajea el estómago para darnos a entender que tiene hambre. Marcus a mi lado se ríe y niega mientras que Vanessa se cuelga de mi brazo y comenzamos a caminar. En cuanto llegamos a la mesa Dante toma la mano de la chica y la ayuda a sentarse en la cabecera del grupo.
Ahora tengo la sensación de estar olvidando algo pero no me queda del todo claro, ¿habré dejado abierta la puerta de mi pequeño departamento?, no me preocupo, no tengo nada de demasiado valor a excepción de mi laptop, además quiero confiar en los vecinos.
Por estar distraído en mis pensamientos me he quedado sin un lugar cercano al de Vanessa y ahora no tengo otra opción más que sentarme al otro extremo de la mesa. Sin perder demasiado tiempo ordenamos cada uno nuestro desayuno, para mí un café cargado y un omelette sencillo.
Mientras desayunamos nos mantenemos en conversaciones bastante irrelevantes, estamos así por aproximadamente una hora hasta que decidimos ir a dar una vuelta por alguna plaza o simplemente ir a la casa o residencia de alguno de nosotros para pasar el rato. En mi auto vamos Vanessa de copiloto, Marcus y Carlo en los asientos de atrás y yo como conductor, atrás de nosotros en un auto negro van Franco, Dante y Alessandro.