Edward Terfassi.
Llegué a la cafetería y entré directamente al mostrador para ordenar algo, después de mucho tiempo viniendo y ordenando lo mismo me hice un buen conocido del chico que siempre recibe y entrega mi orden.
Él ya me conoce y realmente ya no existe la necesidad de ordenar ya que siempre es lo mismo, simplemente lo hago por mera costumbre o capricho la mayoría de las veces, pero en esta ocasión mi orden tiene algo un poco diferente a como normalmente la pido.
—Un americano para llevar, por favor.
Recientemente me había estado sintiendo feliz, muy feliz a decir verdad. Me sentía tranquilo, relajado y no me preocupaban en lo más mínimo los exámenes que iniciarían esta semana. Era extraño para mí no tener rastros de emociones o sentimientos negativos en un largo periodo de tiempo sin necesidad de tomar algo que me ayudara a relajarme.
Normalmente el café era suficiente para mantenerme tranquilo pero meses atrás no tuve opción más que recurrir a algo más fuerte.
Ya no importaba, eso es pasado.
—Tu café, Edward.
—Gracias, Gaspare.
Tomo el café entre mis manos y me dispongo a salir pero la voz del chico me interrumpe.
— ¿Solo llevarás uno? — Cuestiona al mismo tiempo que limpia el mostrador —siempre que vienes te llevas dos Americanos, o un americano y un capuchino.
—Hoy no me apetece llevar un segundo café.
— ¿Será que no irás a ver a Dharani hoy? —esta vez habló el mesero, Oliver.
También me conoce.
También conoce muy bien a Dharani.
—No lo creo —respondo.
— ¿Quién es Dharani? —pregunta Gaspare.
—Es la chica rubia que venía muy seguido hace unos meses, me pregunto ¿Por qué habrá dejado de venir? —el muchacho guiña el ojo y no despega su mirada de mí.
Trato de ignorarlo y poner una expresión neutral para que crea que no me importa lo que dice, pero al final una pequeña sonrisa se escapa inevitablemente de mis labios.
— ¿Qué te hace pensar que el segundo café es para Dharani? —intento saber.
—Por favor Edward, Dharani era de las clientas más recurrentes que teníamos y, casualmente desde que ella dejó de venir tú comenzaste a comprar café para llevar, cosa que no hacías antes. Además, que casualidad que siempre llevas dos cafés.
— ¿No tienes mesas que ir a atender? — digo en un intento de librarme de él.
—No —responde con una sonrisa de satisfacción en el rostro.
—Bueno, entonces me voy.
Antes de que alguno de los dos intente decir algo, salgo rápidamente del lugar para dirigirme a mi auto.
Me detengo a unos dos metros antes de llegar y le doy un pequeño sorbo a mi bebida, de inmediato siento como el líquido resbala por mi garganta y trato de disfrutar esa sensación. Pero la ventanilla del copiloto baja dejando ver un par de ojos azules que me apuñalan con la mirada.
—Te tardaste.
Por su tono de voz y la mirada que me está lanzando es fácil para mí darme cuenta de que no está muy contenta.
Intento decir algo para justificarme pero apenas abro la boca soy interrumpido.
—Entra y vámonos —dice tajante.
Lo que ordene la jefa.
Sin perder tiempo hago lo que la chica me pide. Una vez dentro del auto dejo mi café en el portavasos y enciendo el coche para irnos lo más rápido posible a donde habíamos acordado.
Veo de reojo a la chica, ella está retocando su maquillaje, labial rojo y sombras ligeramente más oscuras que su tono de piel. Bien, ahora debo comenzar a prepararme mentalmente para lo que planeo decirle. Lo he estado pensando durante mucho tiempo y creo que es hora de que ella lo sepa.
Al principio creí que estaba confundiendo mis sentimientos, pero ahora puedo decir con toda la seguridad, que tengo planeado hacer que cierta persona especial entre y se involucre en mi mundo, aún más de lo que ya ha estado, por supuesto como algo más grande e importante.
Decírselo a Vanessa es el primer paso para formalizar una relación que va más allá de una buena y linda amistad.
Esta mañana me he armado de valor y he hablado con mi mejor amiga, le he pedido vernos y salir un rato, le dije que sería una salida causal, tomar un helado y pasear por alguna plaza es el plan, o al menos ella cree que solo haremos eso, la realidad es que le confesaré mis sentimientos.
Honestamente estoy algo nervioso con la reacción que pueda tener Vanessa, no tengo idea de lo que pueda decirme o pensar.
—Agh, tengo sed — escucho decir a la chica.
—Puedes beber un poco de mi café — le ofrezco aunque sé perfectamente cuál será su respuesta.
—Sabes que odio el café, Edward. Tomar eso sería lo último que haría en mi vida.
Es mejor permanecer callado un rato.