Dharani Ferrajoli
Lunes en la mañana, es mi turno de preparar el desayuno y no tengo ni la más mínima idea de que estoy haciendo, al inicio creí que prepararía panqueques pero la extraña mezcla que está sobre la barra de desayuno parece todo menos mezcla de panqueques.
No me siento muy bien mentalmente, después de la discusión que tuve con Noelle no he podido concentrarme del todo. Por momentos me cuestiono el sí hice bien en decirle que se fuera, si tal vez lo mejor era pedirle que intentara comprenderme. Sea como sea ya está hecho, y muy posiblemente ella ya no quiera saber nada más de mí.
Fue extraño, fue muy extraño ver a mi mejor amiga desaparecer de esa manera.
No tengo tantas ganas de ir a la universidad, por demasiadas situaciones incluidas Noelle y no querer encontrarme con ella, además de lo extraña e incómoda que me sentiré al caminar sola por el campus. Sin embargo estoy consciente que de una u otra manera soy responsable de eso.
Me rindo con la mezcla, está llena de grumos y se está tornando algo dura así que decido tirarla a la basura, si no fuera porque el recipiente que estoy utilizando es el único que tengo lo tiraría para no saber nada más.
Ahora tengo que limpiarlo.
Comienzo con una mezcla nueva que continua sin tener la consistencia adecuada pero no tengo ánimos de seguir intentando, decido poner mantequilla sobre la sartén, una vez que se derrite vierto un poco de la mezcla y espero a que se cocine.
Quiero pensar que este día será fácil, que podré sobrellevarlo y vivir con la inminente soledad al ya no tener una amiga con la cual hablar, que me acompañe a hacer las compras y… ahora que lo pienso, realmente Noelle y yo no hacíamos muchas cosas juntas, en realidad rara vez salíamos.
Ahora un olor a algo quemándose me pone en alerta, hay un poco de humo que proviene de la sartén.
El intento de panqueque ya está quemado.
Ahora, molesta arrojo la sartén al fregadero y suelto un quejido de frustración.
Mentalmente no estoy del todo bien, muchos pensamientos me bombardean y me cuesta trabajo concentrarme en hacer cualquier cosa, no me siento bien y un sentimiento de impotencia y frustración me atacan, ahora no tengo ánimos de nada, no quiero ir al instituto, no quiero encontrarme con Noelle, ni siquiera quiero hablar con Orland.
—Llegué, Dhari.
Bien, no tengo otra opción
—Dios deberías haber visto a la chica que estaba hoy en el gimnasio, ¿Está listo el desayuno?, muero de hambre, sabes si…
Que llegue hablando no mejora mi humor.
Intento respirar lentamente para estar tranquila y no alterarme aún más, no puedo y no quiero desquitar todas mis frustraciones en mi hermano quien es la persona que menos se lo merece.
A pesar de los pequeños enfrentamientos que hemos tenido no puedo olvidar todas las ocasiones en las que me apoyó, me tendió su mano y me recordó lo mucho que me quiere. Amo a mi hermano y él me ama a mí, y aunque no nos lo digamos ni lo demostremos muy seguido ambos sabemos que nos tenemos el uno al otro.
— ¿Dónde está mi chocolate?, quiero mi chocolate…
Pero si sigue hablando voy a olvidar que prácticamente él me mantiene.
—Dhari, dime donde están mis barras de choco…
— ¡Orland, por favor ya cállate!
Se queda de pie asombrado por mi reacción, yo solo niego con la cabeza y voy directo a mi habitación. No era mi intención gritarle pero su voz ya me estaba irritando, sé que si regreso a la cocina me bombardeará de preguntas y no tengo ánimos de eso.
Lo conozco, Orland siempre habla cuando algo le parece extraño, nunca antes había levantado la voz estando él presente, o más bien nunca levanté la voz a alguien. Nunca me lo permití por miedo a las consecuencias que esto traería, además de que nunca me vi con la necesidad de gritar.
Una lágrima silenciosa se desliza por mi mejilla pero la limpio rápidamente, no tengo que llorar por algo que yo misma provoqué, porque al final de cuentas estoy haciendo lo que me hace bien alejándome de quienes me lastiman o impiden ser feliz.
Sin perder el tiempo comienzo a vestirme; zapatos marrones, vaqueros ligeramente ajustados y un abrigo largo y delgado del mismo color de los zapatos, algo muy común en mi forma de vestir, lo suficientemente sencillo como para no llamar la atención de las personas pero al mismo tiempo algo elegante para sentirme cómoda. Cepillo mi cabello rubio y me hago una coleta baja y la arreglo para que cubra mis orejas, también me tomo el tiempo de humectar mis labios y rociarme un poco de perfume.
Todo esto ayuda a que me relaje y es precisamente lo que necesito.
Cuando salgo de mi habitación me encuentro con un Orland duchado, y vestido desayunando un poco de cereal.
Me acerco silenciosamente y me sirvo una taza de café, cuando la llevo hasta mis labios me doy cuenta de que el sabor es exageradamente amargo, tanto que necesitaría agregar una gran cantidad de azúcar, cosa que no quiero. Con frustración hago a un lado la taza y regreso a mi habitación por más dinero del normal para pasar a comprar un poco de café.