Dharani Ferrajoli
—No me cabe duda de que lo que más amas es eso…
Escucho hablar a Edward.
Él está en lo correcto, por alguna razón que jamás he logrado entender, el café ha sido mi bebida favorita desde que tengo memoria, siempre que me sentía nerviosa una taza de café era suficiente para tranquilizarme, cada vez que lloraba a causa de mis padres salía de mi habitación a altas horas de la noche y preparaba un poco de café, después me sentaba en el comedor y bebía tranquilamente. Siempre me pareció impresionante la manera en la que el café me quitaba el miedo, el dolor, la tristeza y el llanto silencioso al que tanto estaba acostumbrada.
Razón suficiente para que el café fuera mi compañero en las largas noches de estudio.
—No puedes negar que no hay nada mejor que un café para estudiar tranquilamente —le respondo mientras mantengo mis ojos cerrados, lentamente los abro y le regalo una sonrisa a Edward — ¿o te atreverías a cuestionar mi sabiduría? —me atrevo a retarle.
Edward se limita a sonreírme, pero algo parece diferente, no tengo idea de por qué pero lo noto un poco pensativo y la manera en que me está mirando no es la usual, no tengo idea de cómo podría explicarlo… simplemente algo en él es diferente.
Prefiero no pensar mucho en eso así que vuelvo a cerrar mis ojos para poder disfrutar con mayor intensidad de mi café, del olor y el sabor. Aspiro lentamente y dejo que el lindo aroma entre por mis fosas nasales, siento como mi corazón palpita con tranquilidad y como todos mis sentidos se activan, pero de una manera en que no me siento alterada ni en alerta, más bien me siento en paz.
Mi cuerpo y sentidos están tan activados que alcanzo a escuchar como Edward se aleja a pasos lentos, si no me equivoco se está acercando a la ventana, en algún momento él llegó a decirme que de vez en cuando le gustaba buscar algún lugar con una linda vista para poder relajarse, así como yo tengo algo que me relaja, él también tiene lo suyo, agradezco que el departamento esté en una gran posición, desde la ventana se alcanza a ver parte de la ciudad y al ya ser de noche seguro que se ve hermosa al estar iluminada por las luces nocturnas y tal vez incluso se alcance a ver la luna.
Sin duda ver el Coliseo Romano en la noche con estrellas y luces debe ser una gran imagen.
Irónicamente es gracias a Orland, de no haber sido porque el padre de uno de sus amigos es el dueño del edificio probablemente jamás habría conseguido un departamento en tan excelente posición.
—Nunca creí decir esto, pero he encontrado algo que es mucho mejor que el café —Oh no dijiste eso. Abro mis ojos de golpe y lo miro incrédula. Efectivamente está mirando a través de la ventana por lo que no ha visto la expresión de mi rostro. Prefiero no decir nada y solo contemplo su silueta —a decir verdad es… algo mucho más bello, aún más que esta magnífica vista —él se gira y choca su mirada con la mía, creo que he relajado mi rostro —es un tipo de café, pero no uno cualquiera, es uno que es tan difícil de encontrar y aún más difícil de mirar tan descaradamente como yo lo hago —Edward comienza a caminar a pasos lentos hacia mí, pero es diferente a otras veces, como si tuviera una segunda intensión —es un tipo de café que te quita el sueño.
Parpadeo varias veces y trago saliva, me estoy comenzando a sentir nerviosa pero no tengo idea de por qué, ahora mi corazón está un poco más acelerado y el café que tengo en mis manos no es suficiente para volver a tranquilizarme.
—Todo tipo de café te quita el sueño, es normal —digo con mi voz ligeramente temblorosa y cómo si me faltara la respiración.
—La diferencia es que el que encontré no es necesario de consumir para enamorarte de él —Edward toma mi mano con suavidad y la lleva hasta su boca para darme un tierno beso —amo los granos de café, confieso que me vuelven completamente loco, especialmente cuando los miro en ti.
Eso último me desconcierta y lo miro con confusión. No entiendo que es lo que me quiere decir con eso.
— ¿En mí? —le cuestiono.
—Tus ojos me recuerdan lo bello que es el mundo y lo hermoso que es cuando la tierra finalmente nos da sus frutos.
No puedo creer que me esté diciendo eso, si mis ojos son de lo menos fantástico que hay, no tienen un color llamativo ni una mezcla de varias tonalidades, son la cosa más común del mundo… no tienen nada de especial.
—Mis ojos son comunes—le susurro.
—No —niega con ternura —tus ojos son especiales, me recuerdan a dos granos de café, que salen de la tierra, crecen, son cosechados y se convierten en la bebida más deliciosa del mundo —Edward acerca su cabeza a la mía y une nuestras frentes, cierra los ojos y continúa hablando —para mí tu representas todo el proceso para hacer café, eres mis granos de café —entonces él abre sus ojos y los conecta con los míos —y a mí me encantan los granos de café.
Me quedo paralizada y sin habla, lo único que está en mi campo de visión son los ojos de Edward que me miran con ternura y reflejan un lindo brillo.
No estoy segura de qué es lo que han significado sus palabras, pero quiero creer que lo que quiso decir es que siente lo mismo que yo siento por él. Amo a Edward y si él me ama entonces… podría significar que tal vez podríamos ser algo más, pero tengo miedo a estar malinterpretando todo.