Dharani Ferrajoli
—Vivo per lei perchè mi da pause e note in liberta. Ci fosse un´altra vita la vivo, la vivo per lei.
— ¿Es una canción? — pregunto.
—No puedo creer que no la conozcas —Edward ríe levemente —vivo per lei, la musica. Io vivo pel lei. Vivo per lei, è única. Io vivo per lei.
Estamos en el Coliseo, desde hace rato que nos dimos nuestro primer beso, nuestro primer y más perfecto beso. Ahora estamos sentados frente a la barandilla, dándole la espalda a la parte baja del lugar y mirando el cielo oscuro que es iluminado por unas cuantas estrellas.
—Te amo —susurra Edward.
Me acurruco a su lado y hago que me abrace, mi cabeza está sobre su pecho y sus brazos ahora me están rodeando con fuerza. Me fascina estar en esta posición porque me siento protegida, siento que las palabras y miradas del resto de las personas ya no me afectan si estoy al lado de Edward.
Nos quedamos en completo silencio, tratamos de disfrutar este momento lo máximo posible porque sabemos que no durará por siempre.
— ¿Se lo dirás? —pregunta de pronto.
Cierro mis ojos y suelto un suspiro, se perfectamente a quien se refiere, no es necesario que diga su nombre. Acomodo mi cuerpo y giro mi rostro para poder míralo, él al darse cuenta de mi intención me devuelve la mirada.
—Sabes que es complicado —le digo, a pesar de lo feliz que estoy la pequeña situación que hay con mi hermano no me deja estar del todo tranquila —mi relación con él no está en su mejor momento.
—Sí, lo sé.
Y yo sé que no quiero que esto ocasione algún problema, y que ya llegó el momento de que se respeten mis decisiones.
—Hablaré con él, tarde o temprano tendrá que aceptar que tú y yo nos queremos y que ahora estamos juntos.
Al escucharme Edward sonríe y comienza a besar mi frente en repetidas ocasiones.
Ya no volvemos a tocar el tema y prefiero que continuemos así, se perfectamente que es necesario que Orland sepa de mi relación con Edward, solo que no sé cómo se lo diré.
Tengo miedo a que esto provoque que nos distanciemos más de lo que ya estamos, si se molestó cuando le hablé de mis sentimientos hacia Edward no quiero ni imaginar cuál sería su reacción al enterarse de que ahora estamos juntos.
Eso es lo que me da miedo.
Una pequeña vibración se hace presente, es el móvil de Edward, él le da un vistazo y hace una pequeña mueca, seguido de eso comienza a ponerse de pie y me ayuda a que yo también lo haga.
—Ya nos tenemos que ir —me indica —te acompaño a casa.
En cuanto salimos nos encontramos nuevamente con el amigo de Edward, ambos se despiden y mientras el otro chico cierra el lugar, Edward y yo regresamos al andador para ir a buscar el auto, en cuanto lo encontramos subimos y nos encaminamos al edificio.
Al llegar, Edward pregunta si quiero que me acompañe hasta el piso, sin embargo me niego y me despido de él, nos damos el último beso de la noche y antes de separarnos por completo me dice que pasará por mí para ir juntos a la universidad.
Mientras subo por el ascensor recuerdo el tiempo que pasamos dentro del Coliseo, no puedo evitar sonreír y suelto una pequeña risa, cierro mis ojos e intento revivir cada segundo y aunque estoy muy feliz con esto, no puedo evitar tener una sensación extraña, como si algo estuviera fuera de lugar, como si ahora todo fuera diferente.
Las puertas del ascensor se abren y comienzo a caminar por el pasillo, en cuanto llego a la puerta de casa me quedo de pie, necesito prepararme por si acaso me encuentro con Orland.
Aspiro profundamente y comienzo a abrir la puerta, intento no hacer ni un solo ruido, primero asomo mi cabeza, al no ver a mi hermano entro por completo.
Otra risa se me escapa cuando veo que Edward ha dejado sus cosas. Se las daré mañana.
Guardo y acomodo todo lo que estaba sobre la mesa de centro, me llevo las tazas de vuelta a la cocina, me siento en uno de los taburetes y le envió un mensaje a Edward para preguntarle si ya ha llegado a su departamento.
—Así que Edward ya se fue —escucho a Orland, me alzo para mirarlo, ya tiene pesto su pijama y no tiene nada que le cubra los pies por lo que está descalzo. Parece estar confundido porque tengo puesto mi abrigo pero creo que no le dará tanta importancia —al menos ya no tengo que soportar que esté en mi casa.
Lo miro de mala manera, me pongo de pie e intento pararme lo más recta posible. Orland es apenas unos cuantos centímetros más alto que yo, así que no me puedo sentir intimidada por él.
—Sigo sin entender por qué se llevan tan mal, ¿qué es lo que tienes en su contra?
—No lo entenderías —habla tajante.
Y mucho menos lo entenderé si sigue sin darme una explicación.
—No, claro que no —le digo —después de todo soy una tonta, tengo un cerebro inútil y por supuesto que soy una completa estúpida.
Él intenta hablar, sin embargo antes de que pueda decir algo paso caminando por su lado y lo ignoro, al llegar a mi habitación cierro la puerta y me quito el abrigo.