Se fue dejándonos ahí a todos, y no puedo evitar quedarme observándola. Esta chica es increíblemente linda, pero si quiero tener "amigos", tengo que tratarla como ellos, aunque... es difícil. Ella es tan linda, su manera de ser tan natural, pero...
— Mierda— se queja Henry, quien sigue abrazando a la chica que empezó todo este lío. —¿Y ahora qué haremos? —pregunta, con evidente preocupación en su voz.
Yo me quedo ahí, mirando sin saber qué decir, hasta que la chica que rompió los audífonos de la Diosa de la Guerra, quien acaba de abandonar los pasillos, se dirige a mí con tono de voz bajo pero claro.
—Tú.
—¿Yo? —pregunto, frunciendo el ceño, sin entender a qué se refiere.
—Le gustas —dice, y todos se quedan mirándome con sorpresa. Yo elevo las cejas a más no poder, completamente desconcertado. Todo el mundo me observa, y la tensión se puede cortar con un cuchillo.
—Eso... —murmura Henry, pensativo—. Haz que se enamore de ti —añade, mientras me lanza una mirada como si fuera lo más sencillo del mundo. Frunzo el ceño, no entiendo qué está pasando.
—¿De qué hablas? —pregunto, molesto. Siento una especie de tensión en el aire que me hace ponerme más alerta.
—Sí, lo que oíste —responde, y sus palabras me golpean como un martillo—. O no eres lo suficientemente capaz de lograrlo —añade Henry, como si lo hiciera a propósito, con un tono desafiante.
"Mierda", tocan mi orgullo y no puedo quedarme de brazos cruzados.
—Claro que puedo —digo, con seguridad, casi sin pensarlo. Mi voz suena firme, aunque por dentro tengo un nudo de nerviosismo.
Henry sonríe con suficiencia.
—Bien, tienes un mes... Haz que esté a tus pies en un mes —dice, y sus ojos brillan con una mezcla de diversión y desafío. Yo lo miro fijamente, pensando que este tipo no sabe lo que está pidiendo.
—¿Es un reto? —pregunto, con una ligera sonrisa en mis labios, más por el sarcasmo que por la emoción. Él asiente, confiado, como si todo esto fuera un juego.
—¿Y eso en qué me ayuda? —pregunta la chica de pelo rosa, mirando a Henry como si no tuviera idea de lo que está pasando.
—Si la enamoras, le puedes pedir que no cobre por los audífonos —dice Henry, como si fuera el plan más brillante del mundo.
"Es el plan más estúpido que he escuchado en mi puta vida".
—¿Aceptas? —pregunta, volviendo a mirarme. El desafío está claro en su voz.
—Bien —respondo, con un suspiro, sabiendo que no puedo dar marcha atrás ahora. Aunque no me convence nada de esto, tengo el orgullo en juego.
—Esto no va a salir bien —dice un chico que venía con nosotros. Se cruza de brazos y añade—: No quiero ser parte de esto, así que me largo... —concluye, girándose y alejándose rápidamente de nosotros, sin decir una palabra más.
—Gallina —bufa Henry, pero no lo dice con maldad, sino más bien con desdén.
"Yo también lo pienso, pero... Aaah mierda, ¿en qué me metí?, ¿Cómo se supone que voy a enamorar a alguien como ella?", pensé, mientras me quedaba allí, reflexionando sobre lo que acababa de suceder.
Henry parece no darse cuenta de la magnitud de lo que acaba de proponerme.
"Esto no va a ser fácil".
—Empiezas mañana —dice Henry, como si fuera lo más natural del mundo. Sonríe confiado—. Todo estará bien —le dice a la chica de pelo rosa, que parece no entender nada.
Yo solo asiento, aunque no sé si me convence lo que está diciendo.
Me alejo de ahí, caminando hacia el estacionamiento de la universidad. El sol ya se estaba poniendo, y todo a mi alrededor parece borroso mientras no dejo de pensar en lo que acaba de suceder. Al llegar al estacionamiento, la veo recostada en un auto, hablando por teléfono.
Un auto rojo, malditamente lujoso, y a simple vista costoso, sin el capo. La visión de ese vehículo me hace sentir un poco fuera de lugar, pero la verdadera sorpresa es verla a ella, en ese estado, en ese auto, con esa postura tan... imponente.
—¡Maldición... Para eso les pago! —grita ella, visiblemente molesta. Su tono es duro y lleno de frustración—. ¡No me importa un carajo, su deber es mantener todo bajo control en la empresa, sin que yo tenga que estar ahí metida! —grita de nuevo, casi al borde de la desesperación. La sigo observando, sin atreverme a interrumpir. Me acerco despacio para no hacerlo.
—¡Puede irse al carajo! Si no fuera porque mi padre me pidió que lo dejara en su puesto... —dice, mientras se voltea hacia mi lado y me observa, masajeándose la sien con desesperación. La mirada de cansancio y estrés es evidente en su rostro.
—Arreglaremos esto cuando llegue —añade, colgando el teléfono de manera abrupta. Me mira de nuevo, y sus ojos reflejan la incomodidad de la situación.
—¿Qué quieres? —dice ella, sin muchas ganas, y su tono es tosco, pero también cansado—. Maldición —se pasa las manos por la cara, frustrada—. No estoy de humor —concluye, dejando escapar un suspiro. Yo la miro, pensando que probablemente no es el mejor momento para hablar.
—Así parece —le respondo, con tono divertido, sonriéndole ligeramente. Mi intento de aligerar el ambiente parece fallar un poco, pero no importa. Me recuesto junto a ella en el auto.
—No parecía —responde ella, mirando al frente, como si quisiera escapar de toda la tensión. Luego suspira—. Déjalo así, tengo que irme... —dice, apartándose del auto para entrar en él.
—¿Nos vemos mañana? —pregunto rápidamente, con la esperanza de que no me rechace.
—Por lógica —responde, arrancando el auto sin dudar. Luego se va, desapareciendo de mi vista mientras me quedo ahí, parado, pensando.
Me quedo allí, sin moverme, pensando en cómo demonios se supone que la enamore. "Es una maldita diosa de la guerra... Nadie doma a una diosa de la guerra..." Y lo más irónico de todo esto es que, de alguna manera, ella me gusta. Pero ¿cómo demonios voy a conseguir que ella me note de esa manera?, ¿Cómo demonios le gusto?, Me metí en una grande.
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Editado: 16.03.2025