Ya estábamos comiendo la pizza que habíamos hecho juntos. Ambos terminamos cubiertos de harina, y ella no dejaba de sacudirse el cabello mientras reía, contagiándome su risa. Después de un rato, se quitó la camisa negra y se quedó en un top crop negro. Se hizo una moña en el cabello, dejando que un par de cabellos se soltaran por su frente, creando una imagen aún más encantadora.
-A pesar de todo, quedó buena -comenté, terminando mi último trozo de pizza.
-Lo mismo digo yo -respondió ella entre risas. Luego se giró hacia la masa, y fue entonces cuando noté un tatuaje en su nuca.
Era una mariposa azul, pequeña pero detallada, justo en la base de su cuello. El diseño parecía vibrar con vida, las alas de la mariposa estaban perfectamente delineadas con tonos de azul claro y oscuro, creando un contraste llamativo que parecía moverse con cada uno de sus movimientos. Las alas estaban decoradas con líneas finas de plata, que les daban un toque brillante, como si capturaran la luz de la habitación. La mariposa parecía elevarse, casi flotando sobre su piel, con un diseño sutilmente difuso que le daba un aire de libertad y suavidad. Era un tatuaje delicado, pero con mucha personalidad.
-¿Cuándo te lo hiciste? -pregunté, levantándome de la silla. Me acerqué a ella, acariciando suavemente su nuca con mi dedo índice en el lugar exacto donde estaba el tatuaje. Ella se estremeció ligeramente con mi toque, y una chispa de sorpresa brilló en sus ojos.
-Hace una semana -respondió ella, girándose para quedar frente a mí. Nuestros cuerpos estaban tan cerca que pude sentir cómo mi corazón latía más rápido. Sus ojos se encontraron con los míos, y no pude evitar notar cómo el espacio entre nuestros labios se reducía cada vez más.
Mi respiración se agitaba, y mi pecho martillaba con fuerza, como si estuviera a punto de estallar. Nos miramos, y la tensión era tan palpable que podía casi saborearla en el aire. Ella no apartaba la vista de mis labios, y yo sentía que estaba al borde de hacer lo mismo.
Me acerqué aún más, rozando sus labios con los míos... Y en ese preciso momento...
-Señorita -dijo una voz masculina, interrumpiendo el instante. Un hombre entró en la cocina, y mi cuerpo reaccionó al instante, separándome de ella rápidamente. Ella también se sonrojó, apartando su mirada de mí.
-Lo siento, señorita -dijo el hombre con una expresión algo apenada.
-Olvídalo, Nick -respondió ella, restándole importancia a la interrupción. Mi corazón aún latía fuerte, pero la cercanía de ella me seguía envolviendo. Sentía su aliento cerca de mis labios, y ese suspiro que había quedado suspendido aún parecía latir en el aire entre nosotros.
-¿Qué pasa? -preguntó ella finalmente, sin dejar de mirarme.
-El licenciado Monseñor ya está aterrizando -dijo Nick, con una mirada seria.
-Espera... ¿Qué hora es? -preguntó ella, casi como si no pudiera creer lo que estaba escuchando.
-Las tres de la mañana -respondió el hombre, con calma.
-Oh, shit... qué rápido -la escuché decir, claramente sorprendida por el tiempo que había pasado. Luego me miró, llamando mi atención nuevamente. -¿Te vas a quedar? -preguntó con una sonrisa tímida.
-Hay un cuarto de invitados -añadió, invitándome a quedarme. Asentí, aunque mi mente seguía flotando con los pensamientos de lo que acababa de ocurrir.
-Nick, llévalo al cuarto de invitados -dijo ella, con una voz suave pero firme. El hombre asintió, y me pidió que lo siguiera. Mientras caminaba con él hacia el cuarto de invitados, mi mente no dejaba de dar vueltas sobre lo cerca que había estado de besarla, de lo que habría pasado si no hubiera intervenido ese maldito Nick.
Estoy esperando a que la niña entre por la puerta de mi casa, en brazos de Douglas. Sí, estoy aquí, en mi maldita sala, esperando a una persona que encontré gracias a que el incompetente de mi empleado perdió mis equipos. Ahora mismo empiezo a considerar seriamente darle un aumento, porque si no hubiera sido por él, la niña seguiría sufriendo a manos de esos malditos mafiosos italianos o de los malditos mafiosos suizos, que seguro andan detrás de mí y de mi empresa. Pero, sinceramente, me importa un carajo, nada.
Mientras camino de un lado a otro, esperando que esa maldita puerta suene, pienso en lo cerca que estuve de besar al maldito Dios Griego que duerme en el cuarto de invitados de mi casa.
Finalmente, la puerta suena y me dirijo hacia ella como un resorte. La abro y ahí está, ese hermoso angelito rubio dormido en los brazos de Douglas.
-Buenos días -dice él, sonriendo.
-¿Lograste hallar algo de ella? -le pregunto, tomando a la niña en mis brazos y entrando a la casa.
-No, su familia está muerta, por lo que encontré, y su único hermano desapareció con la misma mafia italiana -dice con pesar. Me siento en el sofá y acomodo a la niña en mi regazo, acariciando su cara y apartando el cabello que tenía cubriéndole la carita. -Está sola -murmura él, colocándose frente a nosotros. Niego con la cabeza.
-No más -digo, decidida. Lo miro a los ojos. -Si ella me deja, la convertiré en mi hija. Ve preparando los papeles de adopción, no importa lo que tengas que hacer -le digo, y él sonríe ampliamente.
-Claro -responde. -En la tarde los tendré listos... Que tenga buen día -concluye, saliendo casi corriendo de mi casa. Yo sonrío y subo a mi habitación con la niña aún en brazos.
La dejo acostada en mi cama y la cubro con la sábana. Nunca más estará sola.
Entro a mi closet y busco algo de ropa para ella mientras le compro más cosas. Dejo la camisa en mi cama y la observo por un momento.
Es una niña de cabello rubio con negro, piel clara y algunos moretones en los brazos y piernas. Aún no he visto sus ojos, pero estoy segura de que serán tan hermosos como el resto de su rostro.
-¿Por qué le harían daño si es un bello angelito? -me pregunto en voz baja mientras salgo de mi habitación, dejándola dormida en la cama.
#14571 en Novela romántica
#2558 en Joven Adulto
amor secretos poder dolor, familia apuesta resilencia, luego de un tiempo triologia
Editado: 16.03.2025