Gray

Capitulo 1

Muchos años después...

El lago está tremendamente plácido hoy. El agua permanece en calma y el viento sopla suavemente, moviendo las pocas hebras sueltas de mi largo cabello negro. Hoy es mi último día en este lugar, y una vez más, me preparo para partir. Siempre estoy cambiando de lugar, intentando no quedarme más de unos pocos días en el mismo sitio.

Mañana se cumplen dos años desde que mi vida dio un vuelco. Nunca olvidaré la noche en que mi padre entró corriendo a nuestra cabaña, me entregó una mochila y me pidió que corriera lo más lejos posible, que no mirara atrás. Y así lo hice. Me dijo que vendría por mí, pero nunca lo volví a ver.

Mentiría si dijera que no lo busqué después de varias semanas sin noticias. Fui, pero no encontré a nadie. La cabaña estaba exactamente igual que el día que la abandoné: la misma ropa colgada y la poca comida que teníamos aún sobre la mesa, intacta, como si nadie la hubiera tocado. No había desorden ni señales de que hubieran atacado aquel lugar. Lo único que faltaba era él...

Mis lágrimas frías y solitarias caen en el agua del lago al recordar el día en que quedé completamente sola en este mundo.

Mi padre y yo siempre estuvimos solos. Siempre fue él y yo. No tengo hermanos, y sé muy poco sobre mi madre, más allá de las pocas palabras que él le dedicó en todos mis años de vida. Siempre fue reacio a hablarme de ella; intentaba esquivar mis preguntas o respondía con las mismas palabras: "Tu madre era una persona extraordinaria". Al principio, insistía en saber más, pero con el tiempo dejé de preguntar. Creí que con los años él sentiría la necesidad de hablarme sobre ella, pero ahora temo que, con su desaparición, jamás lograré saber nada, ni sobre ella, ni sobre él.

En todos estos años, sigo intentando dilucidar qué ocurrió. No quiero pensar que mi padre, quien decía amarme tanto, me abandonó, pero es difícil no considerarlo. El hecho de que nunca me buscara me confunde. No sé si estaba huyendo de algo o de alguien, o si simplemente quiso continuar sin mí. Nunca me dijo que fuera una carga, pero muy dentro de mí, siempre lo supe. Aun así, conservaba la esperanza de que no me hubiera abandonado, y que todo esto se debiera a algún motivo desconocido, uno que en todo este tiempo no he podido descubrir. Solo me he limitado a seguir, vagando por estas tierras, sin un destino, simplemente perdida.

Me seco las lágrimas y me dirijo a donde está mi tienda de campaña para comenzar a empacar. En menos de dos horas, he guardado todo y ya estoy lista para reanudar el viaje. Me despido del hermoso lago y del pequeño bosque que dejo atrás. Ya casi no me encuentro con lugares como este, por eso me duele marcharme. El lago me proveía de agua para beber y peces para alimentarme, mientras que el bosque me ofrecía refugio entre sus árboles y arbustos tan espesos que casi formaban cuevas con sus densos follajes. Dejar un lugar así parece una locura, pero no puedo permitirme quedarme más de lo necesario. Debo seguir adelante, aunque no sé si aquello de lo que mi padre me pidió huir sigue tras de mí, y tampoco tengo intención de averiguarlo.

Es difícil pensar que encontraré otro lugar tan bello como este. Hace años que la tierra se está muriendo. La sequía avanza a pasos agigantados, y nadie parece detenerla. Las escasas lluvias apenas logran humedecer el suelo. De vez en cuando, surgen pequeños oasis como este, que nacen en medio de la nada y, al cabo de unos meses, desaparecen de la misma forma. Ahora, la mayor parte de mi camino se reduce a atravesar bosques secos, desprovistos de follaje y casi sin vida animal. Cada día es más complicado encontrar algo para comer, así que los pocos frutos que consigo los raciono al máximo.

Al principio, me costaba mucho cazar. No porque no pudiera, sino por el dolor que me causaba matar a esos pobres animales, que solo querían sobrevivir, igual que yo. Siempre fue más fácil cuando mi padre cazaba y yo solo debía cocinarlos. Pero darles el golpe final, quitarles la vida, era muy difícil. Sin embargo, era eso o morir de hambre. Con el tiempo, la tarea se hizo más llevadera. No voy a decir que disfruto hacerlo, pero ya no me quita el sueño.

Aun así, cada vez es más difícil encontrar algo que cazar, y mi cuerpo lo nota. Mis costillas están más marcadas, y cuando me miro en el pequeño espejo que llevo conmigo, mis ojos parecen más grandes y mi mandíbula se ve más afilada.

Los pocos días de descanso que me puedo permitir entre viaje y viaje no son suficientes para recuperarme físicamente. Al menos trato de mantenerme en forma y no debilitarme. Mi padre me enseñó diversas técnicas de lucha y supervivencia, con la idea, supongo, de que algún día me serían útiles. Y no se equivocó. No sé si habría sobrevivido todo este tiempo sin sus enseñanzas.

Tanteo los dos cuchillos que llevo en el cinturón, y me vienen a la mente aquellos viejos recuerdos de los entrenamientos, cuando mi padre me enseñó a lanzarlos como si hubiera nacido con ese don. Esas dos hojas afiladas de 28 cm, adornadas con piedras de cuarzo y forjadas en un metal extraño, son mis únicas posesiones valiosas, y las cuido con mi vida. Nunca olvidaré el día que mi padre me las regaló. Abrir ese trozo de cuero y encontrarme con esas dos maravillas fue una emoción indescriptible. Nunca había visto herramientas tan perfectamente forjadas. Sentía que vibraban en mis manos, como si necesitaran ser empuñadas de inmediato.
—Úsalas con precaución, pero siempre llévalas contigo —suspiró—. Sé que llegará el día en que tendrás que usarlas, y espero que, cuando ese momento llegue, les des una buena pelea. Sé que eres capaz de eso y mucho más.

—Gracias, padre —lo abracé—. Es el mejor regalo del mundo.

Saltaba de alegría, ansiosa por ponerlas en práctica lo antes posible.

—Primero vamos a almorzar, luego podrás probarlas —dijo, esbozando una sonrisa.

Me senté a la mesa y comí todo en menos de cinco minutos. Mi padre me observaba, intentando contener la risa ante mi entusiasmo, pero no podía evitarlo. A pesar de las carencias y la escasez que siempre teníamos, era feliz cuando estaba con él, especialmente en los momentos de entrenamiento, que tanto disfrutaba.




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