Grayfurd "El cielo"

Capitulo 1. EL CIELO

El cielo, ese hermoso lugar que vive en la imaginación de los humanos y en algunos textos que fueron redactados por estos y otras especies en el planeta. Un lugar al que solo puede accederse con un alma pura y libre del mal.
Es el hogar de una especie llamada Salabines, que en el plano humano se le ha dicho seres de luz, ángeles, malaikas, extraterrestres, entre muchos otros mas.
Su misión es mantener ese lugar en perfecto funcionamiento para todas las actividades que ahí se realizan, algunas de las cuales influyen en otros mundos.
Grayfurd era uno de estos Salabines que gozaba de un buen carácter y mucha sabiduría, era el encargado de la gema de la vida, una pieza fundamental que formaba parte del artefacto del Edén. El cual transformaba la energía del universo procesándola en su núcleo para generar la vida de muchas especies en su más puro estado, un alma.
Ese artefacto fue creado desde el inicio de todo lugar conocido, el cual había sido la creación de un ser más allá de la comprensión que un día se fue, dejándole estás tareas a sus hijos. En su ausencia este lugar era una república muy similar a la de los humanos, con distintos puestos y actividades, rangos y alcances con necesidad de mantenerse unos con otros.
—¡Hola a todos!—Saludaba muy amable como siempre. —Hoy es un gran día en la Tierra de los humanos, están festejando el amor y la amistad, ¿No creen que deberíamos tener algo así también nosotros?
—Creo que tanto tiempo observando ese mundo te está dañando la cabeza. Allá abajo solo existe confusión, no saben expresar sus emociones ni mucho menos definir que es el amor. Solo lo hacen porque no tienen otra cosa que festejar y para ganar algo que llaman dinero. Es una gran trampa.
—Pero veo que tú también conoces mucho del mundo de los humanos. ¿Te sientes atraído también?
—No, para nada. Conozco su sistema y pensamientos porque estuve un tiempo trabajando con los amos del destino y ahí me tocó ver algunas cosas.
—Oh los amos del destino, ¿Esos locos que manipulan las realidades de los mundos para que no se destruyan?
—No están para nada locos, lo que hacen es por el bienestar y el equilibrio de mantener la misión del creador en su ausencia. Si no fuera por ellos cualquier loca idea de algún individuo de cualquier mundo se concretaría y ¡Pum! adiós equilibrio universal.
—Si, hay cada ser que crea ideas de destrucción, eso me recuerda la influencia de nuestros enemigos y su maldad. No hemos sabido nada de ellos desde su último ataque.
—Mejor no los invoques, la última vez ocasionaron un gran daño en las estructuras. Aunque siempre pierden no entiendo porque su necedad, de atacarnos.
—Su deseo de conquistar este lugar para utilizarlo con sus planes de maldad son insaciables. Esas creaturas si algo tienen es su persistencia. —Continuaba haciendo unos movimientos en la máquina que era su responsabilidad. —Aunque tienes razón sus ataques nunca se han caracterizado por ser organizados e inteligentes. Solo quieren destruirlo todo. ¿Te imaginas querer usar un lugar que destruirás al tomarlo?, No tiene mucha lógica.
—Bueno creo que mejor hablamos de otra cosa, solo de hablar de esos seres me da escalofríos.
—Tu tranquilo, si presentamos otra invasión no llegará hasta acá. Las defensas están perfectamente ubicadas y fortalecidas.
—Aun así preferiría que nunca invadieran de nuevo.
El llamado cielo estaba caracterizado por la disciplina y órden que los líderes imponían. Un orden que se basaba en el trabajo en equipo y la diversión para apreciar el trabajo y sus funciones.
La disciplina no era un concepto de saber obedecer solamente, también en mantener el equilibrio de todos los puestos y las ciencias que mantenían a flote ese lugar.
Estos mismos líderes también se encargaban de las estrategias defensivas.
—¡Cuidado, nos invaden!—Una voz desesperada daba el grito de advertencia mientras sonaba una especie de alarma, con unas campanas gigantescas que estaban en el centro y que su sonido viajaba por un tipo de tubería que se conectaba con pequeñas campanitas en muchos de los puntos del lugar.
—¡Protéjanse, los demonios estás aquí!
De la gran burbuja que rodeaba el lugar comenzaron a entrar por todas direcciones los demonios, lo hacían con gran facilidad como si el sistema de seguridad no funcionara o simplemente no los reconociera como enemigos. En ataques anteriores por parte de estos seres se lograban detectar desde que planeaban entrar al cielo. Con esa alerta era suficiente para que todas las fuerzas defensivas se trasladaran al lugar por dónde pretendían entrar y repelerlos con facilidad. Pero esta vez varias cosas habían cambiado, ellos entraron por muchas direcciones diferentes y estaban muy bien organizados en los ataques, además que las puertas se abrieron ante ellos logrando entrar en cuestión de segundos. La alarma sonó hasta que ya habían entrado lo que ocasionó un pánico y que no pudieran organizar la fuerza defensiva.
Los defensores comenzaron a luchar desde su punto y con lo que tuvieron a la mano, todo esto hasta que los líderes lograran llegar y organizar mejor.
Los demonios que invadieron eran creaturas escamosas con sus pieles opacas, muchos de ellos tenían alas similares a las de un murciélago, pero no dos, si no contaban con cinco de diferentes tamaños y diferentes funciones que tenían en el cuerpo. Algunas eran con fines de defensa mientras que otras permitían la elevación y la sincronía para moverse a gran velocidad.
La variación en los ojos también dependía según el individuo. Algunos tenían un solo ojo mientras otros contaban hasta siete de ellos. Cuernos, verrugas, picos, colas y sobre todo una piel muy dura de color gris, verde y negro pero con un toque muy opaco, eran los elementos de su composición.
—No puede ser, ¿Cómo han podido entrar tan fácilmente?
—No lo sé, pero mejor corre. Tenemos que agrupárnos con el resto de compañeros y defender el cielo.
Ambos corrieron hacia el centro del lugar donde se agrupaba el mayor número de población. El trayecto fue muy corto pero el gran número de enemigos lo hacía difícil. Ambos sacaron sus espadas y de sus manos invocaban energía que lanzaban a sus contrincantes. Era muy difícil derrumbarlos, pero el intento se hizo en varias ocasiones al querer salir de ese lugar.
—¡Rápido, tenemos que ayudar a todos los que podamos, nuestras fuerzas de defensa se tienen que organizar!
El cielo era un lugar esférico cuyas entradas estaban en cuatro partes de su entorno. Conforme se acercaban al centro, los niveles e importancia eran mayores al igual que la población que ahí vivía. Todos los demonios habían ingresado por las cuatro entradas simultáneamente y avanzaban rápidamente mientras la poca defensa intentaba detenerlos.
—¡Grayfurd! ¿Qué estás haciendo? ¡Tenemos que llegar al centro con los demás!—Su compañero le gritaba al verlo dirigirse a luchar.
—No puedo abandonar a mis compañeros, están atrapados defendiéndose de ellos.
De su cintura sacó una vara que se hizo larga en un instante y con ella se dirigió a enfrentar a los adversarios.
—¡Yo soy el guardián de la gema, un guardián del cielo y no permitiré que estos invasores hagan lo que quieran!
Con un salto llegó hasta donde dos de sus compañeros estaban tirados apunto de ser acribillados. Estaban usando una reliquia para protegerse pero los intensos golpes de los demonios estaban por romper su última defensa. Grayfurd llegó para detener sus hachas con su vara, el impacto ocasionado provocó un choque en el viento haciendo retroceder a los cuatro demonios que atacaban. Aprovechó para sacar a sus compañeros y ponerlos de pie.
—¡Corran al centro, ahí los defenderán!
Después de levantarse corrieron sumándose al caos que se dirigía a la segunda puerta para acercarse al centro.
Los demonios no tardaron en lanzarse al ataque nuevamente, los superaban en número y en volúmen muscular, pero Grayfurd tenía mucha más agilidad y poder. Logró esquivar cada uno de los impactos que las afiladas hachas proporcionaban. Cada uno de estos levantaba el suave piso debajo de ellos. Este piso era una formación de piedras hermosas perfectamente pulidas que hacían un piso brillante y fuerte, cubierto como si de una alfombra se tratara, por varias nubes que se movían cuando una fuerza pasaba sobre ellas.
Los demonios y sus múltiples brazos intentaron golpear al defensor pero éste esquivó todos los ataques.
Pero el guardián no quiso seguir en modo defensivo pues tenía mucho que hacer. Liberó mucho poder de sus manos que canalizó a su vara lanzándola como un rayo a sus adversarios. Los cuatro demonios fueron impactados y lanzados en direcciones distintas.
—Hay muchos rezagados, tengo que ayudarle a los más posibles para que puedan llegar hasta el centro.
Continuó corriendo por todo el contorno tratando de encontrar compañeros en peligro y demonios con los cuales pelear.
Repitió esto en muchas ocasiones, su valor, fuerza y entrega le hicieron derrotar a muchos enemigos apenas con una herida leve en su brazo. Logró direccionar a muchos de sus compañeros a una zona segura pero su momento heroico terminó pronto al ver que el número de enemigos seguía aumentando cuando demasiadas filas de ellos entraban. Por muy poderoso que fuera, había demasiados enemigos y peor aún, los generales de ese bando habían llegado.




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