Grayfurd "El cielo"

Capitulo 4. RAZONES

Se unió al combate a lado de sus hermanos rápidamente. Tenían la moral de su lado, una mejor organización y también el elemento sorpresa. No sintió ningún remordimiento al atacar a los Salabines que en algún momento habían sido muy queridos para él. Ni siquiera con los más cercanos mostró piedad atacando como si no hubiera un mañana.
El conflicto rápidamente llegó a otro nivel, las bajas para ambos bandos comenzaban a ser notorias. Pero la diferencia comenzó a ser más para el bando corrupto. La fortaleza que adquirieron en un inicio se fue convirtiendo en debilidad.
La oscuridad en ellos fue más de lo que pudieron soportar y pronto tuvieron una pérdida de control disminuyendo sus fuerzas. La parte defensiva de los Salabines aprovechó este momento y eliminó a los restantes condenándolos a la derrota definitiva.
Cuando esto sucedió, los Salabines que ahora se habían convertido en Derrochers o demonios fueron desterrados por sus crimenes condenados a un lugar con una densidad mayor en la cual no podían utilizar todas sus capacidades. En este lugar existía la desventaja que consistía en no poder habitarlo cómodamente, principalmente por la luz del sol que era un reflejo de la energía del creador y constitución de este mismo. Sintiendo su abandono ya no podían estar cerca de él ni de ninguna cosa semejante. Este fue el castigo tras su primera revelación.
Al ser derrotados tuvieron que refugiarse en la oscuridad que un nuevo mundo presentaba. Levantaron edificaciones con sus conocimientos matemáticos y astrológicos para ser sanados canalizando la energía universal en sus cuerpos, pero ni esto era suficiente, su piel comenzaba a descarapelarse mientras que no todas sus heridas eran sanadas. Cada vez tenían que pasar más tiempo en esas edificaciones en forma de pirámides para recuperar la fuerza. Los días duraban más tiempo cada vez hasta que les fue imposible continuar. Las dejaron abandonadas hasta que otras especies aparecieron usándolas para su beneficio.

Todas las fuerzas celestiales estaban ya ubicadas en la defensa de la entrada del segundo nivel. Ahí esperaban la orden de los líderes o bien, el avance de los enemigos intentando entrar.
Había cientos de ellos que mirándolos en conjunto era algo impresionante de ver. Toda la fuerza celestial estaba ahí. Desde los pequeños querubines con sus característicos rostros de niños por un lado, pero por el otro presumían rostros de bestias muy similares al león. Ropas claras y casi transparentes, por donde se podía ver sus hermosas pieles similares al bronce. Su posición era arriba de unos carros dorados que podían volar a gran velocidad, estos eran llamados tronos e increíblemente tenían vida propia.
Los serafines eran espíritus blancos sin forma definida, capaces de sacar varias extremidades de sus cuerpos. Encargados de las artes musicales y creativas y que sin dudarlo tenían grandes habilidades que aportar a la batalla. Los Salabines que eran de distintos tamaños y algunos más robustos que otros, con armas como arcos y espadas. Todas ellas muy distintas a las humanas, empezando por el material por el que eran elaboradas. Sus rostros como corderos recién nacidos en los cuales no podía verse ninguna facción de enojo o de maldad. Sus mantos dorados y plateados cubrían casi toda su esencia. Sus destellos de luz en la parte trasera de sus espaldas que les permitía volar y desplazarse.
Grayfurd también hizo sus movimientos. Se la pasó volando por encima de todos los aliados mirando las fuerzas que se habían reunido. Aunque se conocían de muchos años no estaban concientes de la magnitud del ejército porque nunca se habían podido reunir así. Se sentía muy orgulloso de todos los Salabines y seres de luz que se habían reunido para pelear ahí.
El elemento de la sorpresa ya había pasado y estaban con la moral muy elevada listos para defender su hogar.
Recorrió una gran distancia desde la cual pudo ver decenas de tronos con guerreros arribas de ellos, perfectamente listos para dar la pelea de sus vidas.
Esos carruajes eran una gran ventaja ya que los enemigos no poseían nada igual. Aunque algunos podían volar y moverse rápido, no rivalizaban contra el poder de los tronos en este aspecto. Someterse ante su velocidad e impacto era un gran daño. Una habilidad que sin duda necesitarían al ser inferiores en número.
Grayfurd también observó a los generales uno a uno, colocándose en zonas estratégicas para dirigir a las tropas. Ellos tenían que esconder parte de su poder y energía porque era tanta que podía incluso trabar a los aliados, ese poder único sólo lo liberarían al enfrentarse con los enemigos más fuertes y eso, lo más lejos posible de ahí.
Del mismo modo las fuerzas enemigas ya se plantaban muy cerca de las puertas y se disponían a atacar en cualquier momento.
Las puertas defensivas eran un muro en forma circular que rodeaba todo el segundo nivel del cielo. Las fuerzas enemigas por ende también rodeaban todo esto distribuyendo sus fuerzas en formas igualitarias.
Belila estaba hasta atrás de todos listo para dar la orden de ataque. Distribuyó varios generales en cada punto matemáticamente alineados para escuchar la orden del ataque.
Grayfurd estaba muy nervioso por el evento actual y estaba tratando de encontrar el punto donde la mayor fuerza enemiga se reunirá para entonces atacar ahí, pero sus cálculos no podían ser preciosos pues las fuerzas estaban igual en todos lados.
Ante la duda por fin decidió tomar una posición y esperar la orden para defender. El miedo se hizo presente en algunos de los Salabines que estaban a la defensiva pero ninguno se echó para atrás y se mantuvieron firmes.
—¡Muy bien hermanos, vamos a darlo todo para defender nuestro hogar!—Comenzaba a hablar Migazul para inspirar a todos.
Su voz era un eco enorme que retumbaba en cada rincón y lugar llegando no solo a los oídos, también a los corazones de los Salabines que se preparaban para pelear.
—Estén preparados, esta será la batalla más difícil que hayamos enfrentado desde nuestra creación, una que no solo es para defender el honor y orgullo, es para defender el hogar que por tanto tiempo nos ha brindado la protección y vida que llevamos.—Todos lo miraban y escuchaban atentos.—No se dejen intimidar por los números, nosotros somos más fuertes que ellos y quiero que eso lo hagan constar.
Los Salabines preparados con sus armaduras doradas se mantenían firmes escuchando. Estaban tomando fuerzas de su interior pues sabían que el momento estaba muy cerca. —En un momento abriremos todas las puertas, dejaremos que el enemigo vaya entrando poco a poco y así los vamos a repeler. Haremos frente perfectamente contra sus números. Estén listos, dentro de unos segundos las abriremos. Todos los generales estamos aquí y daremos nuestro máximo esfuerzo, solo es cuestión de tiempo así que aguanten.
Los segundos se redujeron a cinco en los cuales la adrenalina subió en ambos bandos, los gritos de preparación podían escucharse hasta otros mundos que no sabían lo que pasaba ni mucho menos el motivo de estos. Las energías comenzaban a cambiar. En el ambiente se sentía una de mucha tensión, enojo, miedo, pero sobre todo de voluntad para afrontar la batalla.
Los cinco segundos pasaron y las puertas se abrieron inmediatamente.
—¡Ataquen Salabines!
—¡Demonios y creaturas de la obscuridad, ataquen!




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