La colición entre ambos bandos se dió justo después de estos gritos que se los ordenaron.
El ejército atacante que en su mayoría eran seres corruptos por los demonios, se abalanzaron a las respectivas entradas con mucha violencia y sin pensar demasiado, lo único que deseaban era hacer el mayor daño posible. Se veían como zombies buscando comida.
Las tropas defensivas se posicionaron fuertes y firmes tratando en la medida de lo posible impedirles el paso. Pero la fuerza que generaban empujándose unos contra otros era demasiada. En algunos puntos se estaba perdiendo la línea de defensa provocando que algunos seres oscuros comenzaran a avanzar dentro.
Espadas, flechas, golpes, fuerzas de energía, todo se podía ver en el campo de batalla por ambos bandos. Cortados, golpeados, perforados y lanzados en largas direcciones, era lo que ocurría con varios de los cuerpos que se estaban enfrentando.
Los destellos que se apreciaban con estos choques eran tantos que deslumbraban el propio cielo y eran visibles a muchos kilómetros de distancia.
Las bajas comenzaron a ser notorias en pocos instantes, la ferocidad y poder del conflicto resaltaba mucho, los heridos estaban siendo apilados por montones en las entradas, lo cual estaba haciendo más estrecho el poder pasar.
Grayfurd se había unido a la batalla casi inmediatamente que comenzó. Estaba cerca de varios Salabines que intentaban resistir el ataque dentro de las puertas. Tomó la decisión de cruzar la puerta confiando en su fuerza para crear la diferencia que se necesitaba entre líneas. Con su bara blanca y mango dorado comenzó a lanzar ataques muy fuertes en contra de los rivales que se apilaban por montones ahí. Los estaba derribando fácilmente, dejándose llevar por su instinto y poder para vencer a todos ellos.
Sus esfuerzos estaban dando mucho resultado, en verdad estaban marcando una gran diferencia en ese sector, podía verse como se formaba un hueco donde peleaba. Aunque rápidamente el número de enemigos se formaba a su alrededor, trataba de despejarlos una y otra vez. Muchos se fueron de sus manos, pero confiaba que el segundo filtro que era la entrada y los Salabines que la defendían podían detenerlos ahí. Así que se siguió esforzando y luchando con toda su energía.
Uno tras otro de los seres de oscuridad le atacaban con gran fuerza y con rencor. Pero Grayfurd tenía buena velocidad y coordinación, así que pudo esquivar todos los ataques sin problemas. Su resistencia también era notoria, además que su concentración no la estaba disminuyendo en ningún instante y debido a eso fue capaz de mantener el ritmo de defensa perfecto.
Las fuerzas invasoras que él estaba derrotando era de las más débiles. Peones en el juego según las palabras del demonio Belila que las envió en su primer movimiento. Pero Grayfurd notó que las tropas de mayor fortaleza comenzaban a moverse y no solo su poder era de gran temor si no el número que tenían en sus filas. Una cantidad que no solo superaría las fuerzas de la puerta si no que tenían el poder suficiente para hacer grandes daños en todo el cielo. Sabiendo esto respiró profundo y sacó aún más poder de su interior para hacerles frente.
Sus movimientos eran más rápidos, la energía que emitían era más pesada y la agresividad más controlada. La aplicaba en momentos indicados para hacerla más letal.
Fue una verdadera prueba para Grayfurd que se esforzaba por mantener el nivel para con su vara, cortar una y otra vez a los enemigos que se ponían en frente de él. El problema era que estos nuevos enemigos se defendían y esquivaban todos los ataques haciendo mucho más difícil vencerlos.
Los demonios menores también trataban de atacar, morder, cortar, golpear e impulsarlo. Lo que fuera para derribar a tan difícil rival que les cortaba el paso. Pero para ellos era aún más difícil hacerlo pues su adversario era un guardián del cielo, protegía la gema de la vida, pelear y defenderse eran parte de su naturaleza.
Frente a Grayfurd llegó un demonio que era líder de división, su nombre era Halta y tenía un cuerpo muy robusto, como si de un humano ejercitado se tratara. Tenía tres brazos, todos con dos manos cada una, haciendo un total de seis y en todas tenía un arma. Tres espadas, dos hachas y una lanza. Su personalidad era muy fuerte, los pasos que daba hacían retumbar al suelo por su gran peso y altura. Su piel era roja muy opaca pero también con muchas escamas que le hacían diferenciar cada parte de su anatomía. Un pecho grande, un torzo bien formado y piernas resistentes. Tenía muchos pelos de color café por todo su cuerpo menos en la cabeza que parecía ser calva. Su cráneo era muy disparejo, del lado izquierdo estaba muy grande y del lado derecho muy ancho. Las orejas estaban igual de desproporcionadas y la más grande terminaba en punta. Sus tres ojos eran muy grandes, incluso más que la nariz y la boca que estaban muy juntas y en posición inversa a la de un humano.
Se acercó a gran velocidad golpeando contra el suelo todas sus armas, su objetivo era Grayfurd quien desde lejos se veía como un enemigo a tomar en cuenta y un gran obstáculo para pasar.
Al estar lo suficientemente cerca lo confrontó directamente atacando simultáneamente con todas sus armas a la vez.
El combate era muy llamativo, la velocidad y persistencia con la que el demonio atacaba a Grayfurd estaba generando mucho daño, no solo al enemigo si no a todo el escenario. Las nubes volaban en pedazos una tras otra y el suelo se quebraba poco a poco debido a la fuerza y persistencia de los ataques.
El guardián solo se dedicaba a esquivar los golpes y cuando lo veía oportuno contrarrestába los ataques, pero las múltiples manos y armas se ponían en su camino al estar perfectamente coordinadas, su enemigo sabía usar todas sus habilidades correctamente en ataque y defensa.
El enfrentamiento estaba en una etapa de estancamiento por decirlo de algún modo. Ambos se atacaban y se defendían chocando sus armas pero no se hacían ningún daño.
El tiempo seguía avanzando y esto era malo para ambos, pues los dos tenían prisa.
El momento empeoró cuando Grayfurd se vió amenazado por un grupo de rivales que se lanzaban contra él, sumando a su contrincante actual era muy difícil enfrentar a 20 al mismo tiempo. Observó detrás de él para pedir refuerzos a los que defendían la entrada pero se dió cuenta que todos ellos estaban igual de ocupados intentando defender su posición. Esto le motivó a concentrarse y a exprimir más sus habilidades, necesitaba ganar el enfrentamiento actual pero también tenía que ir a defender la entrada, su instinto de proteger estaba muy bien desarrollado.
Aumentó la concentración y el flujo de energía por todo su cuerpo, esto le permitiría un aumento de poder con el cual podía poner fin a la batalla actual. Con esta mentalidad se aproximó a su enemigo principal atacando a diestra y siniestra contra todas sus armas a una gran velocidad. El demonio trataba de defenderse pero había quedado inmóvil al increíble aumento de velocidad y fuerza de Grayfurd.
El oscuro ser se desesperó de no poder reaccionar ante los ataques y comenzó a gritar como loco para saciar su ira. El resto de demonios que le estaban cubriendo salieron de su rango pues ese grito significaba que no se contendría y podrían salir lastimados ellos también.
El escenario se había vuelto un espectáculo, la batalla se detuvo porque el resto de combatientes querían observar la feroz batalla entre estos dos. Grayfurd tenía por mucho la ventaja, ya había despojado de tres armas a su adversario y hecho varias heridas en todo su cuerpo. Mientras que él estaba ileso todavía lo que provocaba más y más furia al demonio que seguía atacando ya sin ninguna concentración, solo con el propósito de darle un golpe certero y al fin deshacerse de él. Pero ninguno de los intentos por mucha furia y desesperación que tuvieran pudieron ser acertados gracias a la gran defensa y velocidad del guardián.
El enfrentamiento no duró mucho tiempo más después que Grayfurd se lo tomara en serio. El demonio fue derrotado con un par de movimientos muy hábiles en los cuales fue despojado de todas sus armas y perdiera cuatro de sus seis manos con las que las sostenía. Cuando quedó vulnerable lo único que restó fue cortarlo con su espada por la mitad salpicando de su sangre negra que era regada por las nubes que aún estaban formadas.
El resto de demonios que intentaron auxiliarlo se quedaron perplejos al ver que su líder había sido derrotado de esa manera. Grayfurd aprovechó el momento anímico para atacarlos también y para elevar la moral de las tropas defensivas.
—¡Muy bien Salabines, es nuestro momento para contraatacar, los enemigos comienzan a romper sus filas, es momento que tomemos la ventaja, salgan del resguardo de la puerta y vengan a luchar a mi lado. Expulsemos estas tropas de una buena vez!
Los Salabines no sabían si hacerle caso, hasta el momento esa posición les había dado mucha ventaja para mantenerse a salvo e ir ganando la batalla derrotando a un gran número de enemigos, pero también sabían que si no fuera por los movimientos tan valientes de Grayfurd poniéndose en frente y transformándose en la primera línea de defensa contra los demonios no tendrían aquella ventaja. Así que confiaron en las palabras del guardián y salieron por rondas.