La épica batalla continuó sin descanso alguno. Los Salabines de ese sector atacaron con furia a los dispersos y desmoralizados demonios que no sabían qué hacer. Algunos trataron de retirarse y pedir ayuda a sus superiores, mientras que otros se dejaron consumir por su furia y atacaron sin dudar.
Gracias a la combinación de los refuerzos con Grayfurd pudieron vencerlos sin problemas. El escenario presentaba a dos grupos de seres con igualdad de fuerza chocando sus espadas generando brisas de viento, fuego y relámpagos que iluminaban todo el lugar.
Los demonios iban cayendo uno a uno rociando su sangre negra por todo el suelo, dejando sus cuerpos como piedras en un llano y sus armas como un campo santo ultrajado.
Los Salabines no mostraban reacción de odio o malicia al momento de atacar, por el contrario, sus rostros parecían repudiar el tener que atacar y defenderse de los que un día fueron sus hermanos. Sin importar la maldad que estos mostraran aquellos días, siempre habían tenido un lugar especial y su presencia en el cielo no había sido olvidada. Muchas veces intentaron dialogar con ellos para hacerles retornar a la luz pero todos esos esfuerzos fueron en vano, siempre eran confrontados y agredidos como en ese momento.
Apesar de no querer hacerlo se veían en la necesidad de pelear y defender tanto su hogar como su propia existencia.
Después de un gran esfuerzo, la zona estaba despejada. Los únicos demonios que podían observarse de pie estaban a muchos metros de distancia intentando entrar por las demás puertas. Otros más en la parte trasera de la periferia esperando el momento adecuado para unirse a la batalla. Ahí estaban todos los líderes y un grupo numeroso de demonios pero no se movían, solo observaban todo desde su posición.
Al darse cuenta de esto, los Salabines del sector de Grayfurd pudieron relajarse y tranquilizarse, así dieron por asentada una pequeña victoria momentánea pues la guerra tenía mucho camino por recorrer.
El resto de puertas se veían aún con muchos conflictos y bajas que iban en aumento para ambos bandos. Los líderes del cielo tampoco se habían involucrado directamente en la batalla, desde atrás habían estado dando órdenes y alineando las filas de la forma más estratégica que pudieron.
Todas las entradas pasaban por la misma situación, seguían siendo asediadas con el riesgo inminente de caer a cada momento. La única que se había librado fue la defendida por Grayfurd y fue gracias a este ser que lo habían logrado.
Bajaron la guardia un momento para agruparse y ayudar a los heridos. El guardián de la gema tomó un poco de aire y descansó. Su cuerpo sentía las molestias de la batalla que recién había librado.
—Muy bien amigos logramos defender está puerta, vamos a agruparnos en el interior.—Grayfurd daba las órdenes a los Salabines que quedaban en pie.—Creo que las demás puertas están en apuros y van a necesitar refuerzos.
Los Salabines lo miraron un poco preocupados, recién se habían librado del peligro y no querían exponerse nuevamente. Grayfurd miró esas expresiones en sus rostros y los entendió perfectamente.
—No se preocupen, yo iré.—Dijo con una gran sonrisa.—Aún tengo mucha energía y poder para derrotar más demonios, solo pediré a los que se sientan capaces y quieran hacerlo que me acompañen a defender a nuestros hermanos que están sufriendo. ¡Hagamos que la ventaja ganada aquí cuente en todo el cielo!
Con estas sencillas palabras bastó para que la moral se levantara y nacieran las ganas de ayudar por parte de todos. Se levantaron con más fortaleza, agruparon a los heridos y entraron cerrando las grandes puertas detrás de ellos.
—Estamos listos, que se queden dos protegiendo la puerta y todos los demás siganme, iremos a la puerta más cercana a colaborar.
Grayfurd sacó su característica vara apuntando en dirección a la puerta y después corrió hacia ella.
El grupo de Salabines motivados lo siguieron igual corriendo y otros más volando.
Al poco tiempo ya estaban cerca de la puerta y pudieron ver a ambos grupos confrontarse exactamente en la entrada.