—T e n g o q u e m a t a r e s t e s e n t i m i e n t o.
Golpeé la pared con tanta fuerza que escuché crujir mi mano y me asusté pensando que me había roto algo, pero solo habían tronado mis dedos. Me siento sobre una almohada mientras me masajeo bruscamente la mano pensando sobre mi huésped inesperado.
Estoy segura de que es una apuesta y si es exactamente eso juro que ir a la cárcel valdrá la pena. Me haré temer, me haré respetar, me haré fuerte y valiente. Mi pulso cardiaco se acelera y siento una tremenda satisfacción mientras pienso en las formas de vengarme al ritmo de la música. Hecho la cabeza hacia atrás y sonrío pensando en todas esas malditas escorias que me hicieron daño retorcerse de dolor y rogando porque pare. Quizá sea psicópata pasiva. Sonrío.
—Pareces una psicópata planeado acabar con algunas vidas.
Abro los ojos y me incorporo en mi lugar. ¿Qué hace en mi habitación? Giro para preguntarle, pero mi cuerpo es halado hacia la cama y segundos después su cabeza descansaba sobre mi estómago. Abro la boca para gritar aterrada, pero él me calla con su mano. Intento soltarme, pero él se dedica a reírse. Se estaba burlando, se estaba burlando de mí, de lo patética que luzco, de lo fea que soy, de lo débil que luzco de lo…de lo…sola que estoy.
Antes de poder hacer nada un par de lágrimas salen logrando que todos los demonios se empiecen a unir y a jugar contra mí en vez de conmigo. Cierro los ojos al sentir como un dolor crece en mi estómago y subir por mi garganta en forma de una gran bola metálica, pesada y amarga. Juro que no podía respirar, ni gritar, ¡ni nada! No era drama, era yo acabando conmigo misma.
—¡Jane, Jane, Jane!, abre los ojos, ¡¿qué tienes?!
Mi cuerpo es tomado y rápidamente envuelto en un calor desconocido. ¿Qué era esto?, este calor tan…, tan cómodo, tan pacífico, tan amable. Mientras más fuerte me sostenía de este calor, más lejos se encontraban ellos. Abro los ojos y me encuentro justamente lo que no sabía que necesitaba. Un par de ojos llenos de angustia, eso quería decir que esta persona estaba preocupada, preocupada por mí. Yo era su centro de atención. Intento alejarme y él me sostiene firmemente.
Los dos sobre mi cama, abrazados y llorando. Nadie nunca me había visto llorar. Este lazo que estoy empezando a formar y aunque no quiera se está haciendo, es inquebrantable.
Creo que cuando nunca has probado algo y lo haces por primera vez, hay dos opciones, la primera: que te guste y quieras probar algo parecido; la segunda: que no te guste y que nunca quieras probar algo parecido. En el caso del alma cuando le das algo por primera vez y la llenó, querrá probarlo de nuevo, pero no algo parecido a, sino lo mismo porque fue tan placentero que no querrá irse de ahí por un buen rato. Porque para el alma la primera vez de algo siempre será su lugar favorito o despreciable al que regresará.
Me sorprendo con mi reflexión y me alejo de él, pero él pone fuerza. Lucho contra mi necesidad de querer poner mi rostro sobre su pecho.
—Ya no estás sola Jane, yo aquí estoy y estaré.
Abro los ojos y rompo el abrazo de golpe.
—Deja de mentir.
Sacudo mis manos como si hubiera tocado algo asqueroso mientras camino hacia la puerta. Si duermes acá yo iré a la sala. Lo escucho suspirar.
—Tu madre salió hace como cinco minutos y dijo que regresaría hasta mañana por la tarde, así que estamos solos.
Tomo la manija de la puerta y la aprieto. ¿Cómo que solos? De por si apenas puedo con mi vida y ahora esto. Pude haber disfrutado de la dulce compañía de la soledad pero no, este idiota tuvo que aparecerse y arruinarlo todo. ¿Qué mierda quiere este? No va a tener nada de nada.
Aprieto los ojos y los abro de golpe cuando escucho crujir algo.
—¿J-Jane?
Extiendo mi palma y la perilla se cae. ¿Qué mierda…? Cubro mi boca.
—¿R-Rompiste la…la puerta?
Escucho la cama rechinar indicándome que se había levantado. Mis ojos se cristalizan mientras me agacho a recoger el pedazo de metal.
—Siempre es así…
—¿Q-Qué cosa?
Aprieto la perilla para después lanzarla contra la pared haciéndole un agujero. El chico retrocede con ambas manos a la defensiva.
—¡¿Cómo que qué cosa?!¡Esto! ¡Siempre hago mierda todo lo que me rodea! ¡Y ahora tú! ¡¿Qué quieres?! ¡Por eso estoy sola!