Eres debil por sentir algo, eres patética...Jane. Sosnten tu palabra, sosten tu palabra de convertirte en lo que más temen. No tienes que matar para volverte alguien respetable, solo tienes que cumplir tu promesa... porque si tu no puedes cumplir tu promesa, entonces vendrías siendo lo que ellos fueron, una mentirosa.
Abro los ojos de golpe y miro hacia al frente. Me relajo al ver que no había nadie en el salón y vuelvo a posar mi cabeza sobre mis brazos. Solo faltan pocos días para que esto acabe. Entierro mi cabeza entre mis brazos y cierro los ojos. Es tan obvio que esto ya va acabar, los maestros faltan por hacer los preparativos y los demás no paran de hablar de lugares a donde irán a celebrar y ropa que llevarán. Abro los ojos al recoradar lo que había dícho un maestro de primer año:
—Ahorita si mucho jajajá y blablablá, pero cuando estén a días de salir los pasillos se van a llenar de llantos y nostalgia. ¡Así que el receso ya acabó! ¡Paren de hablar, que al final de esto se les va a perdonar que sigan hablando!
¿Llanto? Suponiendo que llorara, SUPONIENDO, lo haría de alegría. Para ser siencera nunca había disfrutado un receso, en estos tres años, como estos. Cada receso me invita a pensar que pronto estaré fuera y eso... ¡que alegría! Solo unos días más y jamás veré a esta bola de....
—Luces muy emocionada pequeña Jane.
Levanto la cabeza y veo al chico que me ha estado robando algunos pensamientos durante estos últimos días parado frente a mí. Me siento bien y asiento lentamente.
—¿Pequeña Jane? ¿Qué clase de apodo es ese? ¡Chaparra Jane!
Ambos giramos las cabeza rápidamente al escuchar muchas risas. Tenso la mandíbula al sentir mis lágrimas acumularse mientras el chico frente a mí me voltea a ver preocupado. Malditos bastardos. Giro mi mirada y me dedico a sacar el cuaderno en cuanto la maestra llega dieciendo que guarden la calma. Cierro los ojos al verlo irse y centro mi mirada en el cuaderno.
—¿Estás bien Jane?
Asiento una vez. Saliendo de aquí juro que jamás volveré a verlos, no les voy a dar el lujo de verme derrotada..., v-voy a ser invensible, v-voy a ser tan grande..., v-voy a continuar y les voy a cerrar la boca. Suaviso mi agarre de la pluma consciente de que podía romperla y sigo escribiendo. Voy a empezar una nueva etapa y nadie me conoce, es mi oportunidad para cambiar.
—Quiero que la tarea me la traigan en hojas carta y todo es a mano.
El lugar se llena de abucheos y groserías, y mientras la maestra trata de calmarlos yo me acerco lo suficiente para preguntar si ya podía irme, a lo que asiente. Tomo mis cosas y las guardo discretamente. Al parecer me había hecho de la habilidad de volverme invisible y se sentía tan bien no ser molestada...podría decir que se siente bien no existir ante los ojos de los demás. Es la paz que necesito. En cuanto me incorporo escucho varias bancas moverse con brusquedad por lo que me altero y empiezo a ponerme nerviosa. Paranóica también. Camino hacia la puerta y me apresuro a recorrer el pasillo, el cual no era largo, pero si me acorralan aquí podrían hacerme mucho daño. Me dan asco. Subo las escaleras y sigo caminando, o más bien trotando, hasta que alguien me agarra de la cintura y me aprisona contra sí. Abro los ojos y me asusto, pero no por la posición en la que estaba mi cuerpo..., sino porque no sentía nada. No sentía despresio, dolor, tristeza, miedo..., para ser sincera, ya no me importaba.
¿Esto es lo que habían creado? ¿Esto es lo que soy? ¿Un ser sin nada dentro?
Me jalo un poco y con eso basto para que me soltara.
—Perdón si te he asustado, es que quería...
—No me has asustado.
Le interrumpo sin despegar la mirada del piso. Al no escuchar nada más, me giro y sigo caminando, pero me detiene tomándome del hombro. Sigo mirando hacia el frente y él quita su mano.
—Quiero disculparme por lo de...
—¿Disculparte?
Me giro completamente y él se tensa en su lugar en cuanto lo miro directamente a los ojos. Sus ojos se abren al verme, apuesto que esa es la cara a la que le temían, una cara inexpresiva. Pero si ellos mismo lo han hecho. Se dedica a verme con un poco de terror en sus ojos por lo que casi me hace sonreir. Casi. Baja la mirada y vuelve a verme. Su mirada ya no me veía como alguien a quien quisiera proteger, sino de alguien de quien quisiera protegerse. Era eso, ¡eso es lo que quería! ¡Que me respeten! ¡Que me teman!
—E-Es que..., me fui y creí que te había lastimado, me siento culpable.
Baja la mirada y yo solo me estremezco de asco. Analizo su expresión y me doy cuenta que yo ya no me veía haciéndola. Me habían matado. Me sentía como algo y ya no como alguien, y solo puedo decir que se siente tan bien. Intento sonreír, pero algo me lo impide, por lo que me dedico a verlo. Él se cubre la cara y yo solo sigo luchando porque sienta algo, pero no había nada..., ya no había nada. Suspiro sigilosamente antes de responderle: