—¡Solo tres días más y jamás nos volveremos a ver!
Ruedo los ojos al escuchar a las chicas de la escolta. ¿A quién le interesaría verlos de nuevo? A mí no me molestaría en lo absoluto nunca saber más de ellos. Que asco.
Termino de acomodar las carpetas alfabéticamente y sacudo mis manos para eliminar cualquier rastro de polvo en ellas. Quiero irme a casa. Cierro los ojos al pensar en esas palabras e imagino el sabor de ellas en mi boca. Un sabor dulce, ¿quizá? Sonrío un poco y vuelvo a mirar el estante. Será la última vezque acomodaré esto, la última vez que me mandan acá. Era inevitable no sonreir. ¿Cuándo fue la última vez que me sentí así? ¿Hace 4, 7, 10 años? Agarro el pañuelo con fuerza y limpio la pequeña estatuilla.¿Había algo más feliz que la idea de nunca volver aquí? Muerdo mi mejilla interna para contener mi sonrisa y dirijo mi mano hacia un mechón que se vino sobre mi rostro, pero antes de llegar a él, otra mano lo coloca tras mi oreja tomándome por sorpresa y haciendo que me pegue contra la pared y la estatuilla contra mi pecho. Abro los ojos al verlo a centímetros de mí, y mientras su mano descansa en la parte alta del estante, su otra mano se queda sobre mi hombro.
—¡Es tan tierno!
Escucho gritar a las chicas de la escolta provocando que mi rostro se caliente. ¿Cuándo llegó acá? Su mano acaricia discretamente mi mejilla y casi cierro los ojos, pero solo me alejo bruscamente.
—No entinedo que hace con ella.
Abro la boca para corregirla, pero él se atraviesa y se acerca más a mi rostro enarcando una ceja y sonriendo un poco.
—¿Andamos pequeña Jane?, o ¿solo son rumores?
Siento como mi interior se comprime y se comprime más al verlo sonreír mostrando sus hoyuelos. ¡¿Qué carajos es esto?! ¡Me molesta, me irrita, me jode! Dejo la estuatilla sobre el escritorio de la coordinadora y me dirijo al cajón en donde deposito el pañuelo. Lo cierro, pero mientras mi cerebro susurraba "contrólate", mis acciones hicieron lo contrario llamando la atención de las chicas y en especial de él.
—¿Q-Qué me estás haciendo?
Susurro mientras aprieto los ojos al igual que el pedazo de metal que había safado del cajón hasta hacerme el daño necesario. Tenía que concentrar esto en algún otro lado..., como el dolor.
—¿Qué te estoy haciendo pequeñ...
—N-No..., no me vuelvas a llamar así.
Le interrumpo antes de que termine su pregunta. Cada vez que lo escucho llamarme así me siento blanda como una gelatina. Niego y camino hacia la salida, pero él me toma del brazo y de un movimiento me acorrala contra la pared y cierra la puerta.
—¡¿Q-Qué haces?!
Abro los ojos aterrada de la situación. Su mano acaricia mi mejilla y me quito haciendo que mi cabello cubra gran parte de mi rostro. ¡¿Qué quiere?! ¡M-Me quiere humillar!, Si, ¡si! Que se detenga, por favor, que se detenga. No sé que intenciones tenga, pero si quiere verme asustada lo está logrando. Su mano toma todo mi cabello y lo agarra en una coleta para después atarla con una pulsera elástica. Bajo la mirada y siento mis ojos arder, quiero llorar..., no, no, yo no lloro, yo..., yo no..., ¡Agh! Su mano toma mi coleta y la hala un poco hacia atrás obligándome a verlo directamente a los ojos y sin evitarlo, empiezo a sentir como mis mejillas se empiezan a mojar. ¡¿Quiere verme así?! ¡¿Eso es lo que quiere?! Tomo su abrigo con fuerza aun llorando.
—Oh, pequeña Jane. Apuesto que piensas que quiero verte así, pero no, para nada. —Su mano vuelve a acariciar mi mejilla y decide limpiar una que otra lágrima. — Solo quiero que me veas como un lugar seguro en el que puedas ser tú. En el que puedas llorar...
Sus ojos se abren cuando meto mis manos bajo su abrigo y pego mi rostro en su playera. ¡No sé que mierda quería, pero me importaba un carajo porque esto es lo que mi alma había estado buscando! Pero debo alejarme así haya durado solo segundos, así me cueste tanto hacerlo como levantarme en las mañanas..., debo hacerlo. Asiento mentalmente convenciéndome que era lo mejor para todos alejarme cuando me envuelve en un abrazo, o eso pensé cuando lo vi cerrar el abrigo.
—¿Q-Qué haces?
Levanto la mirada y lo veo sonreírme, por lo que también sonrío, pero bajo la mirada.
—Jane..., —lo escucho advertirme,—si vuelves a bajar la mirada cuando sonríes, te voy hacer cosquillas para que todas esas sonrísas me las dediques a mí, ¿vale?