Cierro los ojos al sentir la delicada brisa mañanera acariciar mi rostro permitiéndome tomar una profunda respiración. Bajo la mirada para ver el pequeño papel entre mis manos razonando lo que estaba apunto de hacer, ¿una carta?, sí, sí. Hace mucho que no escribía algo y me sorpredí al ver que mis sentimientos eran plasmados perfectamente en letras.
Conforme me acerco a la gran estructura, rezo porque no me lo encuentre en la entrada porque primero tenía que fortalecer mi barrera emocional, de lo contrario, terminaría en lágrimas y en una ira que ni yo podría manejar. Solo de pensar que podría terminar en una vergüenza total, me hiela la sangre. Pero ¿por qué estar nerviosa?, solo le iba decir que me gustaba, más no que quería algo más. Además me es prohibido tener una relación hasta que esté en la universidad, y para eso falta un poco.
Subo las escaleras encontrándome con la coordinadora quien me sonríe antes de hacer un gesto con la mano indicando que me acerque. Ella se había nombrado como mi madre escolar, siempre me cuidaba y conversaba sobre los planes que haría en la escuela una vez que me vaya de aquí argumentando que sin mí ya no sabría que hacer. Me acerco a su oficina y llamo una vez antes de pasar. Su sonrisa solo muestra una cosa: maternidad en su máxima expresión. Tomo asiento dejándo mi mochila a un lado sin antes sacar un yogurt.
La veo una vez más atendiendo una llamada y me dispongo a comer mi desayuno. Me extiendo en el pequeño asiento subiendo un poco mis piernas y bajándolas enseguida en cuanto veo su mirada llena de reproche acompañada de un ligero puchero. Ruedo los ojos divertida y sacudo el asiento.
Esta mujer si que era amante de la limpieza. Sus principales castigos ante una conducta rebelde eran barrer, trapear o limpiar las sillas ahorrándole el trabajo a uno que otro conserje. En cuanto la veo salir vuelvo a subir mis piernas recargando mi espalda contra la otra recargadera mientras como mi yogurt. La veo aparecer sosteniendo unas carpetas y cambiando el móvil de una oreja a otra. Me siento bien por unos segundos antes de desparramar mi cuerpo en el asiento, que cualquiera calificaría, como un comportamiento indevido y mal educado. Su mirada se encuentra conmigo y le sonrío tímidamente, pero su vista sube y vuelve a bajar sonriéndome con evidente nerviosismo.
Antes de razonar lo que estaba pasando, un escalofríos recorre mi espalda como respuesta a una respiración cerca de mi oreja. Me siento recta de inmediato marcando mi ceño y apretando el envase, ya vacío, del yogurt contra mi estómago.
—¿Qué hiciste ahora pequeña Jane? —Desearía decir que me relaja saber que es él, pero mierda, esto no funciona así. Y no es por el hecho de lo que planeo hacer, sino porque este hombre hablo de una manera tan... rara, casi ronroneó. Bajo la cabeza sin poder evitar recordar mis palabras y la idea de si estaba interesado en castigarme. Realmente no me arrepiento. —¿Te van a castigar?
Está bien, está bien, me arrepiento un poco. ¿Cuánto tiempo dura la excitación de un hombre? Niego sin verlo y lo escucho reír. ¿Qué le da risa? Respondería que mi nerviosismo, pero mi postura demuestra que estoy a la defensiva como si en cualquier momento algo fuera a salir debajo del escritorio y asutarme. Muevo mi cabeza de un lado a otro relajándo mis músculos, pero de rrepente mi objetivo cambia cuanto más tiempo repito los movimientos, como si quisiera mostrarle solo mi cuello.
—¿Qué necesitas?
Me detengo al ver a la mujer frente a mí ver al chico con recelo. Eso debería preguntárselo yo, llegué básicamente a abrir la escuela y por su culpa voy a llegar tarde. Me interpongo entre ambos y acomodo mis cosas dirigiéndome a la salida, pero la coordinadora me detiene del hombro mientras me extiende una hojas indicándome que las reparta. Asiento y me salgo del lugar sin despedirme del chico que me seguía con la mirada.
Rasco mi frente mientras reparto las hojas por fila sin saludar a nadie a parte del maestro.
—Jane, ¿irás con nosotros?
Levanto la mirada de la hoja que ni siquiera había leído para asentirle a la chica frente a mí. Sonrío al verla aplaudir alegremente al igual que sus amigas. Ellas se sentían atraídas por Steele, pero aseguraban que él se veía mejor conmigo porque la forma en que me veía era facinante. Realmente no presto mucha atención en ello, y en muchas cosas más.
—¿Irá tu amigo?
Vuelvo a levantar la mirada y asiento. Bueno, de nuevo, Jane Damore acaba de decidir algo que ni siquiera había contemplado. Pero bueno, ahora que lo pienso no es mala idea. Mis sentimientos siempre han sido algo que he tenido bajo candado por mucho tiempo y que tiene un valor tan inmenso como el océano. No es algo que pueda dárselo a culaquiera y mucho menos tan simple. Así como lo es un momento único, de esos: "Una vez en la vida", me voy a encargar de que sea inolvidable. Todo debe de salir perfecto.
—Oye Jane, ahí viene tu galán.
Insegura levanto la mirada y en seguida me encuetro con sus ojos. Joder, esa mirada y su sonrisa me ponen mal. Me levanto de golpe y salgo a paso decidido, pero sus ojos se desvían hacia el salón de lado al igual que sus pasos. Ah no, a mí nadie me deja en ridículo. Aclero mi paso sintiendo unas miradas curiosas detrás de mí obligándome a sostener mi caminata de dominante, aqunque por dentro estuviera temblando del terror que me provoca ser rechazada.