JANE
Agradecía que mi malcriada maestra se haya llevado a Steele a comprar un helado, así me daba tiempo de pensar en una manera de escaparme de este problema. No me parece correcto decirle que hice mierda su regalo y lo tiré a la basura, aunque tampoco me animo a darle un sermón de por qué hice lo que hice. Es simple, me enojé, exploté e hice mierda todo sin compasión alguna. Ah sí, me arrepentí al día siguiente y todo ese año hasta ahora. Creí que me había librado de esa mierda, pero no, la estúpida maestra tiene que abrir su boca que debería estar ocupando para otras cosas. No sé cómo coño le cae bien a otra gente, yo simplemente no la soporto. Es caprichosa, berrinchuda y tan castrante. Sobo mis sien y ahogo un grito en cuanto mi cuerpo es arrastrado lejos de la fuente.
—Dime, ¿qué hiciste con él Jane?
Aprieto mis manos y las vuelvo abrir. Mierda, no pude pensar en nada todo por estar lanzándole un poco de mi preciado veneno a esa mujer. Mi cuerpo es sacudido en busca de alguna respuesta, pero nada. Joder estoy en blanco, ¿qué le digo?
—Steele…
Susurro y retrocedo al verlo tan serio. Choco contra una pared. Demasiado oportuno este pedazo de mierda. Sonrío nerviosa y miro hacia la fuente, después a la maestra y termino viendo al hombre frente a mí. ¿Está mal que me guste este sentimiento de sentirme tan vulnerable?
—Y ¿bien?
Aprieto mis manos y siento mi cuerpo temblar. ¿Dónde está mi lado racional diciendo que se lo diga con puto tacto? Quiero escupirle la respuesta de la manera más seca posible, pero no puedo. Bueno, quizá mi lado racional no me ha abandonado. Levanto la mirada del piso y sus brazos se aprietan más. Tiene paciencia, si fuera yo, ya hubiera mandado a la mierda a quien sea que me haga esperar.
—T-Tienes paciencia.
Sonrío y él soba el puente de su nariz. ¿Qué dije?
—¡Joder Jane!, ya habla porque me estoy jodiendo la puta mente pensando en qué coño hice mal para que te arrancaras el collar. —Habla entre dientes y me encojo del miedo. Levanto la mano para decir algo para alivianar el ambiente, pero su mano toma ambos costados de mi ropa juntando su nariz a la mía provocando que grite por la sorpresa y susto de su brusquedad. —Dime ¿hice algo para que no te lo quisieras poner? —Balbuceo un “no”. —¿Qué?
—¡Que no!, —lo empujo lejos de mí, —fue mi culpa ¿de acuerdo? —Frunce el ceño y continúo ignorando sus disculpas. —¡Maldición! Me encabroné y lo hice mierda por accidente. Fue después del evento en la secundaria, lo hice mierda al igual que todos mis cuadernos y la puta pared, —río, —¡destrocé la pared!
Grito como si estuviera celebrando algo. Lo veo sonreír y después abrazarme. ¿Qué carajos? Intento alejarme, pero me aplasta más.
—No, esta vez no huirás.
—¡S-Suéltame! —Me quejo enojada y me aprieta más hasta el grado de dejarme sin mucho aire. —¡Hmg!
Chillo y él me libera.
—Eres mala Jane. Pero así te…
—¡¿Ya nos podemos ir?!
Ambos vemos hacia Susana quien cruzaba los brazos molesta por hacerla esperar. Al fin y al cabo, era su cita. Sonrío mientras asiento.
—Si maestra, ya podemos irnos.
Steele es atrapado por ella entre sus brazos sin quitarme la mirada. Claramente estaba molesta por lo que hice y no puedo evitar sentirme como la segunda. Tan solo pensarlo me da náuseas. Ser la otra es una mierda al igual que quien ocupa ese puto lugar con orgullo. Qué asco.
—Me dijiste que tenías hambre. Vamos a ese lugar, —señala un restaurante con el mejor porte del lugar, —y pide lo que gustes, déjame hablar con Jane.
La mujer frunce el ceño y me ve mal, pero este se suaviza en cuanto Steele le susurra algo haciéndola sonrojar. Entrecierro los ojos, no hay que ser muy listo para saber que le dijo. Solo basta ver como aprieta la bolsa contra su pecho y sonríe demasiado. A veces detesto mi propia imaginación, es tan detallada. Por eso es difícil que me sorprendan.
Después de eso se acerca hasta mí con evidente nerviosismo. Por esa expresión ansiosa, me hace afirmar que quería preguntarme algo. Vaya montaña rusa que somos.
—Ya suéltalo, ¿qué quieres decirme?
Mi cuerpo es dirigido hacia un lugar más apartado volviendo el ambiente un tanto incómodo para mí.
—Es que…, —me recargo contra la pared esperando a que el hombre frente a mí ordene sus ideas. No soy muy paciente, pero me gusta pasar tiempo con él. Cruzo mis brazos y él carraspea, —¿c-cómo es que conoces el kamasutra?
—Primero que nada, ya te veo como papi explicándole a tus hijos sobre estos temas, — me burlo, —y segunda —extiendo mis dedos, —estamos en un lugar en donde si no sabes, no vives.
Su nerviosismo aumenta y me lo afirma la manera en que se rasca la nuca. Mis ojos no se despegan de sus acciones en ningún momento. Joder, me está contagiando sus nervios.
—¿P-Podrías explicarme Jane?