"Mañana me iré a Londres y no sé cuánto tiempo tardaré en regresar, pero te prometo que iré a buscarte"
Y así había empezado mi último año de guerra interna. Le pedí al universo que me permita ver si lo que sentía era algo bueno y me respondió de inmediato. Me quitó a lo que estoy empezando a querer para decirme de algún modo: Demuéstrame hasta dónde vas.
Hoy cuando me desperté y estuve consciente de que no lo vería en la escuela, me dolió. Me sentía desganada hasta el grado de no querer ir, porque si él no estaba ¿quién iba a consolarme cuando esté apunto de gritarles a todos? ¿A quién iba a ver de reojo mientras me deleito con sus acciones? ¿A quién?, podría decir que a cualquiera, pero no es suficiente. Él me hace sentir fuerte. Su sonrisa, sus ojos..., en especial estos me dicen tantas cosas. Son tan transparentes que podía leer sus pensamientos a través de ellos.
Steele me había enseñado a querer cuando yo no lo hacía; me enseñó a apreciar el presente sin dejar de lado el futuro. Él se había convertido en algo más que un simple ser humano raro que se acercó a una desconocida solo para hacerle compañía, él estaba formando parte de mi presente y, de algún modo, mi futuro.
No me refiero a una boda o mocosos llorones corriendo por ahí, sino a que me gusta la idea de dormir junto a él o sobre él y despertarnos para salir a correr o para dormir otra vez. Juntos viviendo un futuro lleno de diversión y nuevas experiencias.
Me dedicaría a amarlo de la mejor manera, daría mi mejor esfuerzo, como en todo, hasta que ya no haya más que dar. Me estaría engañando si dijiese que no me veo compartiendo esta vida con él. Cuando pienso más allá del ahora, puedo vernos haciendo estupideces y apoyándonos incondicionalmente, sin vernos viejos. Como si mi mente se negara a aceptar que algún día tendríamos que partir y así nuestras mentes ser borradas para iniciar de cero, si es que hay más vidas.
—Apenas regreso de la excursión y ya quiero irme de nuevo.
Sonrío sin ver a Daniela, quien se sienta sobre el escritorio cruzando sus piernas. Cambio de página sin dejar de anotar las partes subrayadas del texto.
—¿Hicieron la tarea? —Niego y vuelvo a cambiar de página. —¡¿Jane no hizo la tarea?!
—Soy humano, Leslie.
Me quejo ante la voz chillona de mi demonio personal. Me dispongo a cambiar la página para terminar mi pequeño apunte, pero mi libro es arrebatado y lanzado a la basura seguido de una risa horrible. Bajo mi pluma de la manera más tranquila posible y sin verla camino hacia la basura donde saco el libro y lo sacudo antes de regresar a mi lugar, pero una vez en mi asiento, Leslie vuelve a agarrarlo y lanzarlo a la basura. Vuelvo a levantarme con la pluma en mano y le saco la tapa con la boca mordiéndola con fuerza hasta hacerla plana. Le sonrío a la chica que se sienta frente al bote antes de tomar mi libro y regresar a mi lugar.
—Qué aburrida eres Jane.
Me recargo sobre mi puño concentrada en terminar mi escrito. Veo de rojo cuando sale del salón y suspiro cansada.
—¡Yo ya le hubiera partido la madre!
Salto en mi lugar y miro sobre mi hombro a Daniela quien de una mordida destroza la paleta que apenas acababa de abrir. Sonrío divertida por su acción y vuelvo a mi tarea.
—Si Jane, le hubieras dado un madrazo para que se siente.
—Dile quien manda aquí Jane.
—Tranquilas. —Cierro el libro y lo guardo en mi mochila para después sentarme viendo el pizarrón. —Cualquiera estaría diciendo lo que ustedes, pero ahí está el aprendizaje. —Me recargo en la banca extendiendo mis pies a todo lo que dan. —Quiero ser tolerante y ella es solo un instrumento para mi objetivo final.
—¿Qué?
Cruzo mis manos sobre mi pecho esperando que la idiota que se cree la gran cosa entre por esa puerta para seguir jodiéndome. No sabe lo que tuve que aguantarme para no encajarle la pluma en su cara y si fallaba, en otra parte.
—Que si a mi no me molesta, les pido que lo ignoren.
La veo entrar con un jugo sonriéndo como estúpida antes de sentarse detrás de mí y patear mi banca para "acomodarse". Si hay algo que me pone al borde de mi cordura es que me toquen o alteren mi tranquilidad. Pego mis brazos más a mi pecho con mucha fuerza y empiezo a presionar mis piernas una arriba de la otra cuando su pie empieza a sacudir mi lugar.
—¡Buenos días chicos! —Compongo mi postura cuando la maestra Susana entra. —¿Qué tal su excursión?
Todos empiezan a contar sus anécdotas, aunque la maestra se queda viéndome fijamente, pero la ignoro mientras busco una hoja en blanco para escribir lo que sea que vaya a dictar.
—Y lo mejor de todo es cuando el novio de Jane salió con sus shorts amarillos.
Su maldita boca había sido más rápida que mi cerebro en procesar el inicio de la oración. Finjo desinterés, pero fallo al escucharlas concordar e incluso aplaudir con lo dicho y sonrojarme al recordar mi acciones. Lo besé y me gustó.