Pero cuando quieras volver, nada será igual.
Las emociones jamás regresarán.
Mis demonios te perseguirán.
Y tú, desaparecerás.
Promesa de alma.
Sangre jóven de guerrera.
Una vez que quieras escapar.
El café de mis ojos te consumirá.
Porque por ti, seré el ser que te destrozará.
Había cosas que me costaba aceptar y, entre estas, estaba el hecho de que sus esmeraldas me atraían de todas formas. No importaba en donde me ocultara, solo necesitaba recordar como estas se curveaban cuando sonreía o cómo los abría cuando se avergonzaba por algo que vio, para que mi organismo se sienta tranquilo.
Porque así era yo. Quizá nunca lo admita en voz alta, pero me encantaba ayudar. Siempre me preocupaba por los demás aunque mi cara expresara todo lo contrario. Hacía cosas para tenerlos tranquilos cuando ellos sentían que el mundo se iba contra ellos, así sean cosas de las que ellos jamás se enterarán.
Ayudarlos era como hacerlo por mí. Solo actuaba como me hubiera gustado que alguien más lo hiciera durante mi duelo de pérdida hasta antes de conocer a Engel. Él se había vuelto alguien tan especial que tenía ganas de hacer algo grande, algo casi extraordinario para agradecerle por existir y hacerme sentir bien.
Estar a su alrededor me desconectaba de lo demás y eso me encantaba porque me concentraba en el aquí y ahora. Él había tenído la habilidad para hacerme salir de mi propia oscuridad sin siquiera saberlo. Para mí, Steele, se había vuelto al hombre que tanto quiero.
Y ahora, yo quiero estar ahí para quien lo necesite. Quiero ser esa mano que toman, ese hombro del que se apoyan..., quiero ser un ángel, como él lo es para mí.
Engel, ese es su nombre..., pero casi no lo decía porque se confunde con "angel". Aunque, hasta este punto, ya no le veo diferencia.
Él era mi ángel.
Y ahora, quiero pelear contra mí..., porque rompiendo toda esta espesa oscuridad, al fin, podré tomar su mano como es merecido. Porque no puedo estar enamorada con nadie más, hasta que aprenda a estarlo conmigo misma.
—¡¿Cómo que te casaste?!
—¡Si!, yo le dije que no y aun así lo hizo.
—¡¿Por qué Jane?!
Sobo mis sienes concentrando mis pensamientos en la manera más descente de decirle que era un juego. Pensé que al confesarle eso seguido de una risa iba a alivianar el ambiente, pero me equivoqué. Apenas terminaba mi frase, ya estaba colérico y buscando al "bastardo" que se atrevió a retarlo.
—Ya te dije que es un juego.
—Un juego mis pelotas. —Abro los ojos por su lenguaje y me sonrojo al verlo acercarse con un solo paso hacia mí. —Y dime, ¿quién fue?
Coloco rápidamente mis manos en su pecho cuando se inclína intentando verme mejor.
—¡A-Aléjate! —En vez de moverlo, me mueve y al caer en la silla intento levantarme, pero su mano sobre mi cabeza me lo impide. —¡Y-Ya basta!
—No. —Toma un poco de mi cabello sin lastimarme obligándome a verlo. —Hasta que me digas quien fue.
Bueno, lo que dolía más era mi dignidad.
—¡Qué salvaje Engel! —Ríe la maestra y en automático aprieto mis puños. —Así siempre has sido tú.
—¡J-Jane!
Para mi sorpresa, Cristian llega empujando a todos los que le estorbaban en el camino incluyendo a Steele, para pararse frente a mí bloqueándole la vista a más alto.
—Así que fuiste tú.
—Ni se te ocurra tocarla....
Da un paso hacia el mayor y mi piel se eriza cuando este sonríe.
—Ya paren con esto. —Ambos me ven mientras me paro junto a Engel. —Me aburre que no puedan conversar y se la pasen gritando con malditos primitivos.
—Pero J-Jane...
—Y tú, —me volteo hacia Steele y trago mi miedo al notar su sonrísa burlona, —deja de actuar como un inmaduro.
—Como un ¿qué?
—Inmad...
—Repítelo Jane.
Me detengo en seco y desvío la mirada hacia el piso.
—U-Un inmad...
—Cállate o te callo.
Rasco mi nuca y me doy cuenta de que mis manos estaban sudando. Esa mierda lo leí en muchas imágenes graciosas, y aunque sé la respuesta, me da miedo saber que él si lo cumplirá. Levanto la vista y me agacho hasta el piso cuando intenta besarme. Gateo lejos de él y me levanto más lejos.
—¡¿Qué haces?!
—Callándote.
Anuncia despreocupado antes de volver a intentarlo. Retrocedo hasta chocar contra la reja de la pequeña terraza y a la cuál no me acercaba por la altura. Pienso en moverme hacia otro lado, pero un segundo perdido me condenó. Sus dedos estaban en mi barbilla obligándome a tener contacto visual mientras su rostro se estaba acercando.
—D-Detente.