—Entonces iremos al bar que te dije para Diciembre. —Asiento. —Pero esta vez no te escaparás.
—No creo, estaré de vacaciones. —Termino de darle forma a las orejas de conejo para mi disfraz de Halloween y las acomodo sobre mi cabeza. —Será en la noche, ¿no?
—Si, es mejor.
¿Qué había pasado estos meses después de mi cumpleaños?
Mi hermana se disculpó y me llevó a comer a un lujoso restaurante buffet, le dije que lo pensaría después de ello. Me pegó y exigió que le pagara a lo que me negué terminando entre risas y burlas.
Tanto ella como sus amistades pensaron que no la iba a perdonar y por lo tanto ya no hablábamos tanto, lo que no sabe es que a la semana se me había olvidado y cuando salíamos rumbo al buffet yo estaba nerviosa porque pensé que había olvidado algo y me estaba rompiendo la cabeza tratando de recordar fechas importantes o una mierda así, para que al final se soltara en llanto y me pidiera perdón. En seguida entendí a que se refería y después de comer le dije que lo pensaría.
Joder, en serio estaba sudando frío al pensar que su cumpleaños se me había pasado, pero recordé que faltaba un mes para eso.
—¿Crees que si uso este vestido para mi fiesta me vea vulgar?
—Ni siquiera luces sexy y ya quieres lucir vulgar.
—En serio, eres una mierda de hermana, Jane.
Me encojo en mi lugar en cuanto una almohada es arrojada a mi dirección. Me río.
—Es broma pedazo de drama. —Abrazo la almohada recargando mi rostro en esta. —Luces bien con lo que sea que uses. —Me recargo en su sillón cruzando mis piernas. —Es cuestión de acititud.
—Que manera tan sutil de decirme fea.
—Ni empieces con el drama porque me voy. —Deja de areglarse el cabello y camina hacia la puerta para ponerle seguro. —¿Sabes?, la puerta será denominada la salida y entrada de cualquier lugar, pero para mí la ventana es la "vieja confiable".
Brinco en mi lugar cuando de reírse grita de dolor. Se quemó con la plancha.
Pido ir al baño y me adentro en cada habitación que encuentro eligiendo en cual dormir. Hoy me quedaria aquí para cuidar su hogar como un perro guardían que recibiría un pago por ello. Al final elijo el sofá el cuál cubriría ya que en su cama no se sabe cuantas mierdas han pasado ahí.
Llego al baño y me detengo a ver mi reflejo. Admiro mi rostro con un par de granitos poco visibles y después muestro los dientes, no tan blancos como quisiera, pero si derechos, aunque no lo suficiente. Después bajo la mirada hacia mi sudadera y me la quito dejando al descubierto mi sujetador negro. Me quedo viendo mi escote que plasmaban a la perfección la ansiedad y depresión de hace años en pequeñas marcas cafés oscuro. Me giro para mostrar mi espalda y veo más cicatrices en forma de puntos de distintos tamaños y uno que otro rasguño apenas visible. Suspiro aliviada de poder ver sin dañar.
—No es como si salieras de una guerra sin ningun rasguño.
Acaricio mi espalda sintiendo el vellito que ahí crecía al igual que por todo mi cuerpo. Y saber que intenté arrancarme esto con mis propias manos....
—¡No me gusta cómo soy! —Rasguño mi espalda con desesperación llevándome granitos y sangre. —Nadie nunca se fijará en alguien como yo!
Agarro la navaja y me la paso por los brazos depilando lo más que puedo. Entre el llanto e ira, me corto un poco provocando que aviente el objeto lejos y limpiándome con rabia la herida, incluso me saco más sangre.
—Eres gorda, fea, con granos, con vello..., ¡ni yo te elegiría!
—Sufrimos tanto, ¿no, Jane? —Corro la cortina para admirar la ciudad de noche trasportándome a ese lugar que no sabía por qué era tan especial para mí y recordando algo extraordinario. —Ese lugar me daba un poco de lo que ahora tengo, libertad.
—Es la última vez que las ayudo a escapar, me castigaron y ellas ni pusieron las manos.
Sacudo mi pantalón manchado de lodo. Lanzo mi cuerpo hacia atrás chocando mi cuerpo contra la pared de concreto y me quedo quieta sintiendo como mi pecho se comprime por una felicidad inexplicable y tengo la necesidad de llorar, más no lo hago. La ciudad es hermosa en la noche por el simple hecho de que lo único que escucho es mi respiración y mi latir..., escucho mi existencia y duele.
—Si es que realmente existes, —me burlo sintiendo como esa felicidad se vuelve un sabor amargo y un dolor insoportable dentro de mí de solo pensar en él, —mándame a alguien que sea perfecto, guapo, inteligente, aclamado, diferente, —suprimo una risa, — y que hable otro idioma. —Me río. Algo imposible. —¡Que no pueda creer que yo existo!
Me cubro la boca para ahogar mi propia carcajada y vuelvo a mirar hacia el cielo percatándome de una que otra estrella.