Gregor Anastasio Cou - Odisea de un viajero

No lo puedo creer.

Creer es reventar el corazón al milagro.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Me dirijo a cierta velocidad a la llamada montaña naranja. Y su color es parecido al del planeta Marte. No es Marte, tampoco Venus, pero está naciendo. Nombre que acuñe pues en este desolado sitio, no tenía otra manera de darle nombre. Aprovechando aquel viento simulado, o suerte de lo que pudiera ser el aire, camino distante a ese sitio, pues mi objetivo es lograr una visión panorámica de aquella cumbre que me permita ver el horizonte del otro lado. Mi objetivo es largarme de aquí. Un planeta desconocido, mi objetivo es descubrir un rumbo, pues sin él, estoy perdido.

 

Cada vez que me movilizo, el gas que se escapa de los orificios de esa tierra amarilla, parecen querer decirme algo. Hasta creería que tienen vida propia. Y esa vida los hace auto independiente ¿Pero qué mundo más extraño? ¿Seres animados que son gases? ¡Gregor! Deja de alucinar sandeces, debes ingresar a esa cumbre y avistar aquel punto que te permita escapar.

 

Primero debo analizar el terreno, y con ello, verificar que tipo de mineral estoy pisando. Toda la tierra tiene un matiz anaranjado por lo que estoy tratando, y sin ir más lejos, el cielo se encuentra pintado de celeste y la tierra fuera de la montaña amarilla. Solo tres colores mantienen iluminado al planeta.

 

Estoy en la línea que divide la gran pirámide natural con el suelo de los gases. Así decidí llamar al mismo. Me parece extraño, pero la formación de rocas que la dividen, si bien son diminutas, le ha dado una clara señalización, como si la erosión hubiera realizado un trabajo extraordinario. Ni bien observo, ante la idea de una falla, tomo de mi equipo de investigación adherido a mi traje espacial, un artefacto de visor ocular microscópica. Me detengo unos momentos, los fragmentos parecen como hechos por una pintura perfecta,

 

 

 

 

como si fuesen las líneas de Nazca, del Perú. Solo por curiosidad, decidí tomar algunas muestras. No parece ilógico el hecho de que el tallado sea perfecto, sin embargo me daría a creer, que lo que frente mío se presenta no es un simple cerro, y ello puede acarrear algo un tanto más interesante, ante mi curiosidad fáctica de querer descifrar la verdad de aquella montaña. De todas maneras mi misión es poder salir de aquí, y regresar al satélite XL. Aún recuerdo los hechos que llevaron al deceso de mi tripulación, la bestia. Esa criatura que parecía en un ir y venir, acabo con cada de uno de ellos. Era una misión de reconocimiento, y reparación del satélite XL, llevando a ello un desastre. Logre vencer a esa criatura, y llegar a la nave el ALPHA, no obstante me estaba aguardando, al lanzarse encima de mí desde interior. Estaba detrás mío, su baba caía en mi cabeza, como si fuera Alíen, el octavo pasajero, aquella película en la cual un alienígena monstruoso acaba con todo un contingente de personas, y una mujer logra escapar de ello. Aquí estaba casi encima, desde el techo. En cuanto su tentáculo acarició mi cuello, tomé mi cuchillo, y clave sobre él, generando un estrambótico sonido de dolor de aquella blasfemia que había asesinado a mis compañeros. Rápidamente recogí mi casco espacial, y aseguré el mismo, tomando la decisión de abrir las compuertas. Enseguida apreté el botón rojo del tablero central de la nave ALPHA, para que se abra la escotilla de la puerta central y todo comenzó a esfumarse hacia afuera. Entre ellos, la bestia, y éste quien narra los hechos fatídicos. La fuerza centrífuga nos expulsó con una fuerza tal que salimos disparados como balas hacia el espacio infinito. En ello todos los elementos que poseía la nave. Podía decir adiós al ALPHA, pues ahora estaba suspendido. La monstruosa alimaña, había desaparecido de mi vista, o eso podía creer. Entonces me sentía a salvo, aunque ¿por cuánto tiempo? Volvería nuevamente a cazarme como un zorro a un conejo. Y tenía poco tiempo para pergeñar un plan. Entre las razones suspendido permanecí en una nebulosa, y en intento de un salvataje, comencé a entender que podría estar en aprietos serios, por la desesperación. Estaba jugando constantemente con la muerte, como si ella me buscara, o m persona a ella. no podía liberarme del monstruo, no podía liberarme de la suspensión, y ahora que medito en el asunto de mi problema antes de que el asteroide se acercase a mí, es que no puedo liberarme de caer en uno, u otro asunto que amerite una gravedad extrema, pues estoy ubicado frente a un complejo natural, o pienso que sea así en una galaxia tal vez lejana, en un planeta que no ofrece ningún tipo de solución por el momento, pues de explorarlo no

 

 

 

 

tengo remedio alguno. Debo sincerarme conmigo mismo, a saber que en cualquier instante puedo terminar como mis subalternos.

 

Sin duda no cabe remedio que seguir delante y enfrentar lo que suceda. No hay retorno. Eso me digo, y me diré hasta que pueda llegar al Satélite XL, y mi casa con mi familia.

 

Voy a dar los pasos necesarios. Comienzo a seguir el rumbo de un camino dibujado en la gran pirámide hasta poder llegar a su cima. La visualización me dará soluciones, si es lo que puedo ceñir de instantes. El trayecto es ameno, puedo manipular mi cuerpo con facilidad a pesar del traje espacial que contiene un peso determinado. La brisa es leve, y me permite movilizarme sin mudanzas bruscas de la gravedad. La temperatura se mantiene estable. He recorrido el tramo indicado. Ya puedo comenzar a ver el horizonte. Tal vez, ni haga falta que llegue tan alto, con solo tener un panorama desde donde estoy. Lo que voy percibiendo es que las figuras de humo que se sueltan desde los orificios de la tierra amarilla, comienzan a salir con mayor vigor. No tiene importancia, mi misión no es preocuparme por ello. El rumbo sigue intacto. Tengo un sendero bien delimitado, como si fuera hecho a propósito. Mi andar es claro, las rocas se alinean, y se hacen en un espesor cada vez mayor. Ahora el camino está cortado, así que debo improvisar uno. Utilizo parte de mi equipo. Es afortunado que el traje esté preparado para estas situaciones extremas. Comienzo a escalar, y voy gravando todo a mí alrededor. La cámara me indica todos los flancos disponibles, y comienzo a notar que las figuras cada vez proclives. Son esos vapores. Están como predispuestos. Los veo en la filmación con la cámara trasera como crecen con inconmensurable conformación. Las siluetas se estructuran, y unos rostros detrás de mí, muy lejos se moldean. Son maneras extrañas con ojos, una boca, sin nariz. Mi filmación en vivo no miente.




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