¿Será cierto que así era, hace muchos años atrás?
La luz se estaba apagando, y del otro lado de ella, me encontraba en un lugar totalmente selvático. Era increíble como todo aquel sitio estaba tupido de maleza, y montañas. Hice un escaneo, y el habitad era tan saludable, con un nivel de oxigeno máximo que permitía una proliferación de vegetación tupida y extensa. Me pregunto si la vida aquí será de la misma manera. Y quizás mi pregunta no tardó en responderse, al observar el cielo celeste, unas nubes intensas.
En la prosecución del trayecto caminé las leguas indicadas. Era tal la vegetación que su inmensurable y majestuosa forma me recordaron a la tierra en su antigua forma, hace millones de años. Un pitillo extraño iba manifestándose cerca de mis oídos que se agudizaron a pesar de tener el casco puesto. Siempre por precaución no me lo quité, pues nunca sé de antemano si el oxígeno es acorde al del planeta tierra. El pitillo es más agudo aún
- ¿Gregor, algo no está bien?
- ¿Tú crees? – respondo. –
- Algo no está nada bien.
Me detuve, para realizar otro escaneo de la zona. No parecía de ello nacer peligro alguno. Incluso hasta se encontraba en las condiciones estables como para habitar sin problemas. Vamos a proseguir, no puedo estar aquí toda la vida esperando que algo surja de la nada para rescatarme. Debo regresar. En cuanto comencé a dar pasos, las formaciones de plantas herbáceas eran más prolongadas. Un manglar se forma con millones de raíces que se expanden en todas direcciones y al cielo. El suelo en humedal, se movía con cada paso mío, haciéndome pensar que era un pantano de turbas muy parecido al que los nativos de la florida y Georgia de Estados Unidos llaman okefenokee, que se acuña bajo el nombre de tierra de tierra que se mueve, producto de las erosiones antiguas de un pleistoceno, millones
de años atrás. Es tan parecido como las sabanas, y restas arenosas bajas llenas de hierbas que la circundan. Me desplazo con cautela, pues no sé qué puedo encontrarme aquí. Ahora es turno de las llamadas aguas oscuras. Parece que el manglar ha tapado la luz de las estrellas que iluminan y delimitan el día y la noche. Recojo, mientras me adentro colocando primero mi pierna izquierda y luego la derecha en la penumbra de esas aguas que no dejan ver nada, mi machete, y comienzo a cercenar algunos matorrales que impiden mi ingreso. Las enredaderas están por doquier. Algunos canales de agua se bifurcan, y debo elegir. El pitillo se restablece y no logro entender a qué se refiere.
- ¡Cuidado!
La caricia escalofriante rosó mi pie. Inmediatamente, direcciono el machete al suelo acuático sin éxito alguno. Repito el movimiento. Nuevamente eso pasa rosando mi pie derecho, y con una fuerza veloz, me sumerjo dentro del penumbroso sitio acuático. Eso, me estaba arrastrando al fondo, como lo hace un calamar, o un pulpo, o quién sabe si la succión de algún pez. No podía ver nada, y cada vez me introducía en la sumisión, entonces mi cuerpo dio contra el suelo. Una gran roca pesada hizo impacto con mi cabeza. Para mi fortuna el metal, y vidrios de mi casco eran suficientemente resistentes para cualquier situación que propusiera un peligro. Aquí las aguas tienen una claridad. Internado me hallaba, y a lo lejos algo gigante venía a gran velocidad. Tenía la forma de un pez muy parecido a los de la tierra, pero con una cabeza chata y ojos desorbitantes. Abrió sus fauces en dirección hacia mí. Con un movimiento de estocada al fintarlo golpee con mi machete parte de su cuerpo, pero parecía una coraza metálica a la que me enfrentaba. Luego podía notar otros dos que se acercaban a él. Estaba en apuros, y comencé a nadar, hasta que mi pie nuevamente estaba atrapado por eso que me sumergió. Eran como tentáculos. La figura con su mirada lesiva, es penetrante. Su forma, como un calamar gigante. En la desesperación corté su tentáculo, generando la herida. No cedía la bestia, y en la otra dirección, venía como un torpedo aquel pez acorazado, quien daba aviso a sus pares de que la cena estaba servida. Golpe tras golpe punzaba la falange, sin lograr éxito, me agaché en la desesperación a intentar con mis manos querer desatar aquella, pero su agarré constrictor era muy potente. A un metro el pez se acercó a mí, y en un intento de acto reflejo me lancé en un nado hacia abajo cerca del calamar, el pez chocó con éste, y recibió los mismo honores que mi pie al ser atrapado,
entre sus fauces, ante la energía de ambos en el forcejeo del combate, aproveche la ocasión para liberarme. Otro de esos peces se avecinaba en donde me encontraba. La fortaleza de aquellos dos luchando como titanes, era un suplicio. Ambos siendo presa, y cazador y viceversa, y en medio de ellos, se encontraba un humano procurando una salida expedita a la situación de amenaza. Estaba en medio de la desesperación, y me dije a mi mismo que la única manera de salir de aquí era luchando, siempre luchando. Como en la vida, uno debe arriesgar lo que es, sin más remedio. He pasado por situaciones que podían ser las ultimas, y aquí me descubro nuevamente, porque siempre se comienza a vivir de nuevo; luchando, solo ello. Ya decidido recogí de lo que soy la determinación que quedaba en pie de guerra. la extremidad amarrada se liberó ante la brusca acometida, y me dispuse si quería salir de aquí a batallar. El gran pez en su escaramuza abrió sus fauces apuntando al individuo que sería su presa, y sin mediar duda, direccioné, mi arma cortante a su interior, como una lanza macedonia esperando la llegada de los caballos persas. El golpe fue certero. Estaba dentro de la criatura, cortando todo alrededor, hasta lograr salir de ella. El ultimo topetazo, recortó la cavidad estomacal de la pared baja, allí no tenía su poder de armadura, y salí de allí abriendo paso. El pez se sumergía en el fondo; algunas otras alimañas comenzaron acercarse al botín, y poco a poco lo desmembraban. Sin embargo, todavía no concluía la historia. Libre, comencé a nadar hacia el exterior, aprovechando el amotinamiento del calamar, con los otros seres. En el nado parcial en dirección al techo acuático, las algas originaron una barrera de plantón que se situaba a la luz del pantano donde debía ir. Me serví de una de ellas como escalera. A mitad del camino, nuevamente la contingencia de la inseguridad invadió esa tranquilidad adquirida, y detrás de mi regresaban generando riesgo, otra especie que parecían tortugas. Eran gigantes con caparazón, por lo visto. Apure mi subida como si fuera una soga. Las fauces de una de ellas se abrían cerca de mis pies, sin dar existo.
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Editado: 11.10.2023