Gregor Anastasio Cou - Odisea de un viajero

No logro salir de aquí.

No hay escapatoria, y eso a veces es realmente terrible.

 

 

 

 

 

 

 

Al despertar creí que todo estaba bien, pero no era así, estaba encerrado entre capullos de seda, en una gran cueva, y aquella alimaña me tenía entre sus mazmorras. Creí haber escapado, pero todo es de ella. Todo es de aquel monstruo, que se resiste a no ser el rey de reyes en este planeta herbáceo lleno de alimañas peligrosas que se consumen entre ellas sin parar. Lo último que recuerdo, era que estaba ingresando a mi refugio, cuando las telas comenzaron a enredarme sin cesar, y ahora aquí aguardando ser comida de aquellos arácnidos. En todo el sector se podía oler el hedor de lo que representa la muerte sádica. A un costado de mí en medio de una punta, un montón de huesos desparramados. Algunos capullos metidos en medio de la nada se entremezclaban con otras sedas. El ambiente era el de una cueva lúgubre, en la cual destella la húmeda de la putrefacción. Era como un cuarto tan aciago y triste que a veces con certeza la muerte intenta escapar de sombrío espacio de un funesto panorama. Con precaución dentro de la seda, corte algunas telas con fuerza, y mi mano alcanzó el cuchillo. Paulatinamente fui resquebrajando sin generar ningún tipo de sonoridad que produjese un alerta, ya que todas debían estar allí. Al terminar de tajar los paños de tejidos, emprendí mi rustica huida, el suelo estaba completamente entablado en minúsculos sedimentos, por lo cual estaba seguro que cualquier telilla que pisase era un pleno aviso de alarma de intrusos. Me desplace como podía a suerte y verdad para salir de allí mismo, antes de ser comida de estos tétricos monstruos. No esperaba que apareciese el miedo de aquel sueño de mi infancia, de todas maneras estaba allí presente, cuando dio comienzo al pánico de mis piernas temblando ante ello. Introduje mi cuerpo por un recorrido de pasillos. Eran una gran cantidad de recovecos de cuevas. En cada sector veía como algunas de esas arañas se desplazaban. Por mucho que quiera evitarlas, era imposible, cuando una de ellas al palpar el suelo telar, advirtió de mi presencia. Saque el machete de mi guantera espacial, y clave en medio de su cabeza varias veces, hasta que se insumió en el suelo. Otra intentó morder con sus mandíbulas mi casco. El cuerpo peludo de esas

 

 

 

 

atrocidades, y su semblante mágico de terror monstruoso, shockearon mi capacidad cognitiva de reaccionar, el miedo me estaba consumiendo, y regresé a esa edad infante en que en esa noche apareció sobre mí, para nunca más dejar de torturarme. Me dije Gregor, es hora de que te encargues de aquel asunto, hasta minimizarlo en nada. Es hora de que demuestres que tú no eres nada de nadie que intente manipularte. Es hora de vencer al temor de tu araña para siempre. De la desesperación por aquel ataque tropecé con una roca. Todas otras de sus hermanas, se acercaban hacia donde me encontraba, mientras continuaba el ataque de una de ellas encima de mi cabeza. Tomé una roca filosa y arremetí contra la boca partiéndola en dos, luego lance el cuerpo hacia manada de bestias que iban alimentándose. Ante la gran cantidad de especies arácnidos, no sabía cómo escapar, hasta que me había dado cuenta que todo alrededor era de tela, entonces resolví que lo mejor era destruirlas por dentro del panal, como única forma de escapar. Recogí una de las baterías eléctricas, de mi bolso. Era cuestión de segundos para que el chispeo se hiciese notar. Vamos me decía, debes encender. Poco a poco me iban acechando, estaban desvelándose en cantidades extraordinarias. Como si todas hubieran despertado del letargo con hambre, y debajo sobre mis pies la gran Tarántula que reina en todo el sector. Pronto la seda comenzó a inmovilizarme cuando varias de ellas comenzaron su movilidad primaria de cazadora

 

¡Vamos Gregor!, ¡debes encenderlo! Mi mano estaba repleta de tela, y con fuerza me sostenía cualquier elemento que me aferre, ya que las miserables querían llevarme consigo!!Vamos!! y el chispado dio en el punto justo dejando caer una brasa, que pronto se transformaría en una hoguera ¡Sí!, demonios, ¡Lo conseguí!, con fugacidad las llamas se avivaron hasta ir quemando todo alrededor, pronto los capullos se encenderían, y arderían. El calor, y el fervor se hicieron inseparables. Dispuesto recogí un palo de madera y entremezcle con el tejido. Las arañas una, a una se iban desintegrando en el ardor. Busqué una salida de allí, sabiendo que aún lo peor estaba por venir, cuando el suelo temblaba

 

¡Gregor debes escapar! Había fuego y hoyos por doquier. Era un laberinto, pero todo fue una claridad cuando, la madre despertó sabiendo que su cuerpo estaba en llamas, pues parte de la cueva estaba encima de su estómago. Por años has caminado sobre mí, y ahora lo hare yo, y temblaras criatura maligna. El miedo me hablaba y e invitaba a dar final a este asunto. El leviatán tenía un tamaño inmenso, y comenzó a levantarse de su descanso, el fuego en su cuerpo, y sus hijas que caían como cenizas. Aquel demonio se erguió casi

 

 

 

 

llegando hasta la copa de un árbol, encima de ella me movía, a pasos agigantados a fin de saltar en donde no pueda encontrarme, empero era imposible, mientras ella se extendía furiosa, todo alrededor era arrasado. Era una parca siniestra en esta edad en la cual comienza la vida, y no podía creer lo que deberían afrontar quienes vivieren aquí como seres normales. El gigante de ocho patas y sus ojos, que lo embaulaban generando miseria, y destrucción su cuerpo se direccionaba hacia un bosque, pude percatarme de un barranco, y esa era mi idea. Debía ir allí, mientras el enfado de las llamas en su cuerpo se iba consumiendo. Me acerqué como podía a parte de esa deformidad como si estuviera trepando. Aquí parece un triunfo cada paso, pues su espesor es como un campo de soccer, entre el terciopelo de sus figura asquerosa. La domé en su complejidad como a un caballo, cuando en un último aliento de escalinata di con la parte superior de su cabeza. Y entonces hice lo que ella mi hace muchos años de mi niñez. Sus grandes ojos esparcidos en direcciones opuestas avistaron y se detuvo. Era como verme en un espejo. Y el arácnido con forma impoluta, era un estoico firme cerca del final de la arboleda que da justo con el acantilado. Con parte de mi machete iba acabando con la figura que me veía, la bestia sollozaba de odio, y sus movimientos de temblor fueron catastróficos en convulsiones sistemáticas que se desarrollaban en ella, y luego eran transmitidas a la tierra. Algunos pinos se desmabraban hasta dar con el suelo. Cuatro de sus ojos eran historia. Y sus últimos me tenían en la mira, un tambaleo desde su cabeza que ladeaba sin cesar me hicieron trastabillar, en la desesperación caí al vació del espacio, y el monstruo en su dolor seguía mis pasos. Ambos íbamos en un viaje al cementerio donde nos esperaban las rocas filosas de un suelo plano. El cuerpo del gigante me aventajo y veía como su velocidad era tal que su cuerpo exploto al llegar a tierra firme, entretanto me iba transportando, y en un último fallo, separé la soga de alpinismo, pero el tiempo estaba en contra, y no tuve más remedio que cerrar los ojos y decir adiós.




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