“La verdadera melancolía no está en perder el camino… sino en nunca haber tenido uno.”
—Entonces, ¿cuál es la razón por la que me has citado a estar bajo tu presencia, viejo sabio? —dijo una joven cruzada de brazos, con el tono seco de quien claramente no deseaba estar allí.
—Sabes… eso ofende —respondió una voz desde el fondo de la habitación—. En teoría, tenemos la misma edad. Pero eso no importa ahora. La razón por la que te he llamado es para encomendarte una misión.
—Me niego —declaró sin dudar.
—Bien, ahora déjame darte los detalles... espera, ¿qué dijiste?
—Dije que me niego —dándose media vuelta para marcharse—. No veo por qué debería embarcarme en una tarea cuando tienes a varios subordinados a quienes puedes encargar este trabajo. Además, tengo cosas más importantes que hacer.
Hubo un breve silencio, hasta que una tercera voz se deslizó en la conversación con la suavidad venenosa de un susurro afilado.
—¿Es por lo que pasó con tu hermana? —preguntó una figura entrando a la habitación—. Si la razón por la que te niegas a cumplir tus deberes como fragmento es por un pequeño incidente con un insecto… creo que tu apego a esa inútil te está volviendo tan prescindible como ella.
La joven se detuvo. No giró el rostro. Su silueta quedó inmóvil en la puerta, como si cada palabra hubiera resonado dentro de ella con el peso de una herida vieja. Su mano, casi sin pensarlo, se posó sobre la empuñadura de su espada, lista para desenfundar. Un gesto que no pasó desapercibido por la provocadora.
—¿Vas a decir algo? —insistió la tercera voz en tono frío—. ¿O prefieres quedarte ahí, mirando al vacío?
La joven al fin habló, su voz baja pero firme.
—Si crees que tus insultos cambiarán mi decisión, estás muy equivocada.
—¿Insultos? —fingió tener una cara de sorpresa, pero que en realidad era tan mala actuando que sólo irritó más a la joven por la forma en que era tratada— en ningún momento te quise insultar mi querida hermana, solo estaba diciendo la verdad, si no piensas cumplir con tus deberes no nos eres más útil que el fracaso al qué tanto proteges.
— Esto se va a poner feo —dijo una voz en el fondo de la habitación
— Después de todo, las herramientas que no son capaces de cumplir con su función no tienen otro destino que el de ser desechadas, creo que aplica lo mismo con las personas —volteo a ver a la joven que en ese momento tenía unas claras intenciones asesinas, parece que había logrado su objetivo—. Creo que lo mejor será que vayas a pasar tiempo con tu bella durmiente, nunca se sabe cuándo podríamos hacer una limpieza.
La joven sintió cómo la sangre le hervía en las venas. Con un movimiento fulminante, la joven desenfundó la espada y se lanzó hacia su hermana, decidida a hacerla callar de un tajo.
—¡Basta! —tronó una voz autoritaria.
El sabio irrumpió entre ambas, alzando una mano. La hoja de la espada quedó a un palmo del cuello de su adversario y se detuvo cayendo al piso, por otra parte su agresora no mostró ninguna reacción a lo que había acabado de pasar, pero era seguro que estaba orgullosa de haber llevado al límite a su hermana.
—Es suficiente. No estamos aquí para matarnos entre nosotros.
La joven respiró con fuerza, apretó la empuñadura de su recientemente levantada arma, y con un suspiro contenido, la guardó en su funda.
—Lo siento —musitó—. Perdí el control.
Su hermana, aún en pie, se limpió un hilo de saliva de los labios. Su mirada se clavó en el sabio.
—No sé por qué debería pedir disculpas. No hice nada malo —respondió con una voz suave, casi como un canto.
—No más —intervino el sabio, visiblemente agotado de lidiar con las explosivas personalidades de sus hermanas—. Sé que no te gusta salir del jardín, pero en verdad necesito que vayas a cumplir esta misión. Las circunstancias hacen que no pueda ser encomendada a cualquiera. Créeme, si pudiera evitarlo, jamás te habría llamado tras los recientes sucesos con tu otra mitad… pero por ahora, eres la única con la habilidad suficiente para tener éxito. ¿Lo entiendes?
—Cumpliré con mis deberes, vie... digo, hermano.
—Te lo agradezco —añadió el sabio—. Y tú —se volvió hacia la tercera presencia—, deja de causar problemas. No eres quien para hablar cuando se trata de deberes.
La tercera figura alzó las manos en un gesto de inocencia fingida.
—Como digas, líder.
El sabio suspiró y tendió el pergamino a la joven.
—Aquí están los detalles. El lugar está en el borde del Valle de Azram. Una grieta ha aparecido y está creciendo cerca del Bastión del Olvido.
La joven extendió la mano sin titubear y tomó el pergamino. Sus dedos, firmes y decididos, cerraron el sello sin mirarlo. No era necesario.
—¿Estaré sola?
—No. Hay un viejo esperándote en la torre de vigilancia. Un rezagado de nuestras filas. Él conoce bien el terreno... aunque no tanto el silencio.
Ella asintió, sin responder. Dio media vuelta sin mirar a nadie más, caminando con paso medido hacia la puerta.
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Editado: 19.04.2025