Me llamaron insaciable por pedir un poco más de aquel pastel.
Me dijeron desdichada cuando confesé que ya me aburría tanta magnificencia.
Y tenían razón.
Tienen razón ahora,
cuando susurran que soy difícil de impresionar,
porque ya he visto el teatro de todos ellos.
Tienen razón cuando murmuran
que solo lloro al no poder alcanzar las estrellas.
Tienen razón al decir
que mi color favorito es el rojo de la sangre,
y que por él, hago sangrar a quien se acerque demasiado.
Tienen razón:
no quiero amor, ni deseo,
quiero adoración.
Devoción completa.
Tienen razón cuando dicen
que no me interesa conversar,
pero que hay un fuego en mis ojos
por el que cualquiera suplicaría
una sola gota de mi voz.
Tienen razón al decir
que mi deseo reposa en el diamante más puro.
Y sí,
tienen razón cuando afirman que soy insaciable,
que si alcanzara las estrellas
las reduciría a polvo,
solo para forjarlas en tiaras
y coronarme
la más arrogante,
la más narcisista.
Porque todo es cierto.
Y no pienso contradecirlos.
¿Para qué?
Si al final, todo lo que dicen de mí…
es verdad.