Gritos Ahogados

Y todo para que…

T.W.

Hola! Antes que nada gracias por tomarse el tiempo de leer esto, este capítulo es algo profundo y trata temas un poco fuertes, les pido discreción y respeto ante lo que puedan leer, no por mi sino por el tema que aunque breve se toca realmente es algo que si deja eco, sin más que decir; disfruten la lectura.

Y todo para que luego me digan que tengo que filosofar más.

Que voy a encontrar la razón de mi existencia si escucho con atención a mis pensamientos.

Y todo para que, mentalmente, termine estrellándome la cabeza contra una pared imaginaria, solo para no tener que responder a esa desgracia de solución.

Todo para aguantarme las ganas de gritar que ya no quiero pensar.

Aún recuerdo cuando me regalaron mi primer libro de filosofía.

Tendría trece años.

El mundo de Sofía, se llama.

Gran libro, acogedor, devorador.

La primera cima que un niño debe subir para intentar mirar el panorama completo.

Sin entenderlo aún, pero viéndolo todo por primera vez.

Cuando lo abrí, leí todo lo que Sócrates había dicho alguna vez, en alguna fuente de Grecia.

Todo lo que se pensó, lo que se formuló, lo que se desarrolló.

Y también todo lo que no me dejaba dormir cuando era pequeña.

Todo eso que Sócrates dijo, y que a mí me generaba ataques de pánico silenciosos.

Todo eso que hacía que el cielo se viera más grande, más lejano.

Todo eso que me hacía pensar que no había salida.

Desde niña, el pensamiento de “no ver salida” me llevó a tomar decisiones arriesgadas, sin retorno.

Fui creciendo.

Y mientras más filosofaba en silencio, más me consumía a mí misma…

Y a la idea de vivir.

Tanto filosofé, que dejé de ser filósofa.

Porque ya no tenía curiosidad ni asombro por la vida.

Porque ya sabía cuál era el final de cada consecuencia.

Las ganas de vivir se diluían en lágrimas de desesperación.

Todo por filosofar.

Todo por carcomerme el cerebro intentando entenderlo todo.

Todo eso que solo me condujo a encontrar una solución definitiva…

Para todos mis problemas temporales.

Y qué coraje.

Qué impotencia no poder explicarlo.

Porque de tanto pensar, ya sé cómo va a terminar esa conversación.

Ya sé lo que van a decir.

Y por eso trato de dejar de pensar.

De dejar de razonar.

De dejar de saborear el conocimiento.

Porque ya aprendí que si no lo hago, volveré a terminar con ideas suicidas nublando mi panorama.



#5618 en Otros
#1593 en Relatos cortos
#749 en Aventura

En el texto hay: poemas, relatoscortos minirelatos

Editado: 02.09.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.